Queridos hijos de doña Violeta: Pedro Joaquín, Claudia, Cristiana y Carlos Fernando, familia y amigos. Queridos todos los que estamos celebrando la partida de esta gran mujer que gobernó Nicaragua en uno de los tiempos más difíciles de su historia.
Estamos reunidos para conmemorar el legado que esta mujer sencilla, honesta, honrada, íntegra, valiente y creyente deja al pueblo nicaragüense, en un momento en el que el país atraviesa la mayor crisis de valores —personales y culturales—, no solo por el derrumbe de la referencia a los valores tradicionales en la ciudadanía, sino sobre todo por el comején inyectado en la práctica tolerante del pueblo y los discursos, que tratan de estimular y fortalecer esa carcoma, para intentar corroer el alma de los nicaragüenses.
Ofrecer un testimonio de vida ejemplar, dedicada a dar un servicio desinteresado al pueblo, sin otro objetivo que poner tus cualidades y valores para trabajar por la paz y la reconciliación, es un valor inconmensurable. El papa Francisco afirma que este modo de hacer política es una expresión suprema del amor. Un ejemplo motivador para rehacer la conciencia ciudadana y estimular a las jóvenes generaciones a dar un servicio noble y desinteresado por los demás.
Este es el mayor legado que doña Violeta nos deja a los nicaragüenses de cualquier ideología y clase social. Un legado referencial de honestidad, honradez y firmeza para las futuras generaciones.
No es fácil para mí resumir, en estas breves palabras, la grandeza y la importancia de este legado, en la crisis de horizontes que vive la sociedad nicaragüense.
Quiero comenzar destacando los valores de madre y mujer que doña Violeta nos hereda. Representa el corazón de una madre que supo integrar la unidad familiar, superando las diferencias de sus hijos. Se convierte así en ejemplo necesario para promover, si queremos construir una Nicaragua donde el amor venza el odio, el perdón la confrontación, y la reconciliación sincera venzan las diferencias en una sociedad fuertemente dividida, e históricamente confrontada por diferentes opciones y pensamientos.
Es el ejemplo de un corazón de madre que supo valorar y respetar la vida de cada uno de sus hijos con sus diferencias en favor de la unidad familiar, un valor en estos momentos de la historia incuestionable.
¿Qué puedo decir de doña Violeta como mujer? Una mujer valiente. Le tocó afrontar, como a tantas mujeres del pueblo, situaciones personales riesgosas, complejas relaciones familiares, empresariales y políticas adversarias y peligrosas: cárceles, confinamiento y destierro de su esposo Pedro Joaquín Chamorro y más tarde su asesinato. Y en sus últimos días el exilio de su familia con las graves consecuencias que esto trae.
Enfrentar los acosos y cierre de La Prensa en los ochenta; encabezar una campaña electoral en plena guerra. Y gobernar con una economía desastrosa y una sociedad que jamás había vivido la cultura de la democracia, después de una mala experiencia con su participación en el Gobierno de Reconstrucción Nacional de los años 80.
Siempre estuvo comprometida con los valores democráticos frente a la dictadura, y estando en el Gobierno, dejó el poder y se fue para su casa, sin pretender aferrarse o preservar cuotas de poder. Asumió la política como un imperativo moral y no por ambición de poder. Nadie puede decir que se llevó un centavo o que se robó una propiedad.
Como mujer, madre, esposa y ciudadana amó a su país y a su gente.
Un ejemplo que tenemos que tomar muy en serio si queremos dar un salto de calidad en nuestras relaciones como ciudadanos y ciudadanas para superar los conflictos históricos, crear una conciencia en la ciudadanía integradora de la pluralidad de criterios.
En la celebración del Día de la Madre afirmaba que el amor de Dios, el amor cristiano que en la tradición de la Iglesia tiene el nombre de ágape, es creador de comunidad, y responsabilidad ciudadana, supera el amor de una familia encerrada sobre sí misma. Un amor que se practica en la justicia, o como el papa Francisco afirma: La política es la práctica más excelsa del mandamiento del amor, como base de la cultura del encuentro, el diálogo y la negociación. Esta práctica de la política supera la exclusión o la anulación de los derechos sociales y políticos que tantos de nosotros estamos padeciendo. Las diferencias de los colores son muy significativas para crear una cultura abierta y plural, donde los diferentes no se vean como enemigos a exterminar, sino como un sano complemento que enriquecen la composición del todo en una sana pluralidad.
Esta es la esperanza que debe mover nuestros corazones y activar nuestros compromisos: Superar nuestras diferencias por esos valores trascendentes en la sencillez de una vida entregada al servicio de la paz con justicia, que promueva en bien de todos los nicaragüenses, y nos motive a emprender el camino de la reconciliación para construir la cultura del mutuo reconocimiento. Doña Violeta es un claro ejemplo. Un encuentro en la fraternidad que no excluye la búsqueda de justicia.
Más allá de sus errores y limitaciones que ella misma reconoció y pidió perdón, nos ofrece con el testimonio de su vida, familiar, social y política, mis queridos hermanos y hermanas, un ejemplo de vida sencilla, amable, sincera, hasta graciosa y simpática que demostraba en su comunicación asertiva con la gente y todos recordamos la cariñosa expresión “mis muchachos”.
En la Sagrada Escritura, Dios se nos ha revelado con símbolos masculinos y femeninos, Dios es padre y madre. Lo dijo el mismísimo Juan Pablo I: “Dios es Padre, pero sobre todo, es Madre”. No hay duda. Dios es, también, mamá.
Todos, hombres y mujeres, tenemos hambre y sed de paz; sobre todo los pobres que son los que más pierden y sufren en los conflictos sociales.
El amor de Dios, que ha sido derramado en nuestros corazones, nos invita a tomar decisiones que superen estas contradicciones y ofrezcan respuestas para que demos un salto de calidad, si queremos construir una sociedad nueva reconciliada en paz y justicia.
En la profunda crisis política, social, económica y cultural que hoy vivimos y sentimos. Doña Violeta vivirá eternamente en el corazón de Dios, a quien amó y adoró y será recordada siempre como admirable protagonista de una de las páginas de la historia contemporánea de Nicaragua. La vida que se vive con facilidad se enseña.
*Homilía en la misa de cuerpo presente por doña Violeta Barrios de Chamorro, San José, Costa Rica, 16 de junio 2025.