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El italiano

Por la manera cómo está escrita la obra, uno puede afirmar sin equivocaciones, que estamos ante una crónica excelsa o a la inversa

Por la manera cómo está escrita la obra

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I

Existen temas o motivaciones que acosan a los escritores, regresan una y otra vez, asedian y aguijonean su memoria, más allá de cualquier plazo prudencial. Cuando menos esperan, vuelven al acecho. Solo dando rienda suelta a la imaginación, es posible quitárselos de encima, como proponía el Cronopios, Julio Cortázar. En la medida que el tiempo avanza, reclaman mayor atención. Sin solución de continuidad exigen un espacio propio. Empiezan a germinar y a cobrar vida. Si persisten más de cuatro o cinco años, la única manera de no enloquecer, consiste en plantearse una salida. El número de años que revolotean sobre sus cabezas, indica que podrían garabatear una novela. Una obra bien acabada, redonda como la tierra, una bola de futbol o una pelota de béisbol.

Igual a lo ocurrido a decenas de escritores, el catalán Arturo Pérez-Reverte, vivió una conmoción similar. Tuvo que esperar cuarenta años, para emprender la aventura. En el momento que lo hizo, ya era un autor consagrado. Antes de iniciar la odisea, había escrito en el diario español El Pueblo, varios reportajes sobre el tema. Se limitó a narrar la epopeya de un barco fantasma y de las personas que lucharon y murieron en la realización de esta hazaña. Ejercía como corresponsal de guerra. Arañó hasta el fondo para darse cuenta que detrás del desenlace fatal, se escondían sucesos que merecían salir a la superficie. El marinero indagó con esmero en los resquicios, para saber si existían posibles sobrevivientes, al confirmarlo escribió una historia de amor, mar y guerra.


En el Ars narrativo de Pérez-Reverte, sobresalen algunas constantes. La más importante de todas consiste en partir de hechos reales, gusta meter el diente en acontecimientos verdaderos, para después como aventajado maestro del oficio, insuflar con la magia de su pluma, vida y carácter a cada una de las personas o personajes, que aparecen en sus novelas. Pertenece al apretado grupo de escritores fieles a la necesidad de encarar hechos históricos o sucesos trascendentales. Pérez-Reverte no se ha descarrillado. No caído en brazos de la banalidad. Basta revisar cada una de sus obras para confirmarlo. Con esta decisión me gana. Sigo creyendo que en nuestras sociedades han ocurrido y ocurren un sinnúmero de eventos que reclaman la mirada del novelista. Constituyen un desafío.

II

En El italiano, (Alfaguara, 2021), recurre a una estrategia discursiva que domina a la perfección. Por la manera cómo está escrita la obra, uno puede afirmar sin equivocaciones, que estamos ante una crónica excelsa o a la inversa. Cada vez resultan menos difusas las fronteras entre novela y crónica. Cronistas y novelistas se valen de los mismos recursos narrativos. En estos últimos tres años he podido leer cuatro o cinco novelas donde predominan elementos de la crónica. Los trasvases son alentadores. El parentesco deviene en que cronistas y novelistas, toman prestados y alternan elementos de la crónica o de la novela. Los novelistas pueden tomarse las licencias que consideren convenientes, adulterar los datos. El cronista no puede falsear la verdad.

Pérez-Reverte tiene la virtud de mostrar de cara al escenario, la manera como procede en su creación literaria. Al buscar datos para pergeñar El italiano, se trataba de pormenores que le permitieran “profundizar en algunos personajes y narrar de modo exacto y creíble, aunque fuese en la forma de una novela, lo que vivió cada cual”. Al presentar estos detalles se desdobla. Usa el magnetófono de manera discreta, para encajar en el relato afirmaciones, titubeos, resquemores, claroscuros, animadversiones, resentimientos y cariño, guardados entre Elena Arbúes, Gennaro Saquarcialupo y Alfred Campello. Después viene lo que verdaderamente seducirá a los lectores. La forma como Pérez-Reverte prepara el guiso para que lo disfrutemos. La magia corre por cuenta del chef.

Tengo inclinación por escoger dentro del corpus de las novelas, los capítulos y pasajes que me atraen. En El italiano, el capítulo 10 (Sombras en la bahía), resulta para mí uno de los más fascinantes. Al mostrar de manera explícita el manejo de los datos y el tiempo narrativo, dosifica a su gusto la técnica del flashback. Cambia de forma vertiginosa las secuencias discursivas con las que va dando vida a la historia. Evoca al viejo Homero. Una mirada tangencial basta para agrandar ante mis ojos su figura. Trae de regreso a la dulce y olvidada Nausica, el personaje más respetable de la obra homérica. Aunque se trate breves referencias, las menciones provocan viejos recuerdos. Ella es quien encuentra a Odiseo y le corresponde guiarlo de regreso al palacio. Una evocación poderosa.

III

Creyente enajenado, discierne y elucubra su tesis sobre las personas que guerrean. Sus personajes gozan de doble estatuto. A la manera de Rilke, son ángeles y demonios. Decide romper con la tradición imperante. Muchos escritores consideran buena parte de sus personajes como buenos y el resto son los malos. Entre quienes conforman las fuerzas en pugna —italianos e ingleses, con una España, aparentemente neutral durante la conflagración de la Segunda Guerra Mundial— hay de todos. Una aproximación de esta naturaleza permite a Pérez Reverte, echar por tierra la tradición maniquea. Destroza la propensión de creer que únicamente quienes están de tu lado son buenos y los otros una gavilla de facinerosos y malvados. Esta forma aparece nítida en Línea de fuego, (2020).

Entre los miembros de la tropa del Duce, hubo auténticos guerreros, hombres bragados que ocasionaron fuertes pérdidas a los ingleses. En su recorte histórico, Pérez-Reverte, escoge como escenario la Bahía y Puerto de Algeciras y el Peñón de Gibraltar. En ese lugar recalaba la flota de guerra de los Aliados. Apuesta por los perdedores. Buzos curtidos, egresados de la Décima Flotilla de Medios de Asalto, miembros de la Regia Marina italiana. Tenían coraje suficiente para permanecer anclados en la bahía, metidos en el Buque Olterra y desde ahí planear y realizar sus incursiones bélicas nocturnas, averiando naves, petroleros, acorazados, etc. En una guerra desigual, su intrepidez y resolución bastan para inscribir su hazaña en la historia.

Al plantearse los motivos que animaban a los italianos, Pérez-Reverte especula sobre las razones que los indujeron a pelear. En la conversación que sostiene con Alfred Campello, hijo del comisario Harry Campello, ambos coinciden en su heroísmo. Disienten en los motivos. Alfred cree que, en su decisión de alistarse como voluntarios, privó el patriotismo. Arturo no se muestra convencido. Elena Arbúes, quien cambió la historia de estos combates, no estaba guiada por patriotismo, para ella, un sentimiento vacío. Algo supo Pérez-Reverte durante las conversaciones que sostuvo con ella. Piensa que lo hicieron por cuestiones mucho más complejas: el carácter de los combatientes, por lealtad, desafío, venganza, tenacidad, aventura… Lo que menos importan son las causas.

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Guillermo Rothschuh Villanueva
Guillermo Rothschuh Villanueva

Comunicólogo y escritor nicaragüense. Fue decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Centroamericana (UCA) de abril de 1991 a diciembre de 2006. Autor de crónicas y ensayos. Ha escrito y publicado más de cuarenta libros.

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