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El canastillo de huevos: retrato del altruismo

En el corazón de la selva amazónica, una pequeña acción puede convertirse en un poderoso símbolo de altruismo

Indígena achuar

Foto de un indígena achuar. Tomado de Mundiario.

Manuel Iglesia-Caruncho

24 de diciembre 2024

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Alberto, un cooperante con quien coincidí en Montevideo, me contó esta historia. Había tenido la suerte de convivir con una tribu, creo recordar que de la etnia achuar, que habitaba la selva amazónica peruana. Cuando los conoció, debido a un trabajo que había realizado y que no recuerdo ahora en qué consistía, se quedó tan fascinado que habló con el jefe de la aldea sobre la posibilidad de pasar una temporada con ellos. El cacique hizo consultas, pues las decisiones de ese tipo no las tomaba él sólo y, para su sorpresa, aceptaron que permaneciera durante medio año en el poblado.

Alberto estaba autorizado a asistir a sus reuniones y admiraba el respeto que existía entre ellos cuando hablaban, la profundidad con la que trataban los temas y el derecho de todas las personas adultas, hombres y mujeres, a participar en los debates sin límite de tiempo. Fue testigo de reuniones en las que se debatía, nada menos, si se debía construir un camino transitable hasta la ciudad más cercana o no.

El pueblo estaba dividido. Las ventajas se habían expuesto de forma clara. La principal, la facilidad de llevar un enfermo al hospital en pocas horas cuando, en aquellos días, el recorrido desde la aldea hasta la ciudad suponía más de dos días a pie por las veredas de la selva.

Entre los inconvenientes, el más temido era la posible, por no decir segura, invasión de colonos a sus tierras, personas que traerían violencia y enfermedades y que pondrían en peligro su cultura y sus costumbres. La tribu había decidido darse un tiempo para tomar esa decisión. Esperarían a que hubiera una mayoría clara en favor de alguna de las dos posturas.

Altruismo y esfuerzo


Alberto tenía una hija, quien fue a pasar unas vacaciones con él. Cuando llevaba allí un par de semanas, la niña expresó su deseo de comer un huevo. El padre le tuvo que explicar que en aquella aldea no había. La rapaza no se quejó.

Uno de los indígenas escuchó aquel deseo. Desapareció durante un par de días y a su regreso se presentó con un canastillo en el que llevaba media docena de huevos conseguidos después de remar en su canoa hasta una aldea distante.

Alberto lo miró agradecido. Le preguntó qué les había entregado a cambio.

“Les conté que estabas aquí y que tu hija te visitaba. Armaron un corro para escucharme y la historia les pareció suficiente regalo. No quisieron nada a cambio, a pesar de que les llevaba un arco y unas flechas. Los huevos los mandan como un presente”.

“Y cómo te puedo agradecer a ti”, indagó entonces Alberto con delicadeza.

“Ahora mismo no preciso nada. Y tu presencia y la de la pequeña es muy apreciada por todos nosotros”.

El indígena le devolvió la sonrisa, acarició el cabello de la niña y corrió a hacerse cargo de sus diversos quehaceres.

* Este artículo fue publicado en Mundiario

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Manuel Iglesia-Caruncho

Manuel Iglesia-Caruncho

Doctor en Ciencias Económicas por la Universidad Complutense de Madrid. Trabajó en distintos puestos en la Agencia Española de Cooperación Internacional y en la Secretaría de Estado de Cooperación Internacional en Madrid y durante casi quince años en Nicaragua, Honduras, Cuba y Uruguay.

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