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Chile un día después: lo que dejó el “estallido social”

Quienes alimentan la narrativa del “país más exitoso” mostraban los datos macro y que la ciudadanía estaba feliz y en paz. Eso e se rompió en 2019

La ira contra las elites abunda en Chile

Linda Báez Lacayo

4 de noviembre 2020

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“Lo que sucede en Chile es que todavía rige la constitución de un dictador... La discusión sobre Pinochet no se ha dado, o se ha dado pero muy poco, muy superficialmente… a nosotros todavía nos persigue el pasado. Ese monstruo que reaparece y reaparece si no lo miramos de frente, si no nos detenemos a ver lo que fue. El terror y el horror”. Raúl Zurita.

Cualquier análisis sobre Chile pasa por una reflexión como ésta. Muchas personas, fuera de Chile, se han preguntado, ¿por qué si son tan exitosos hubo una revuelta? No se pueden separar los simbolismos y la herencia de su pasado con su presente. Analizar la situación de Chile solo leyendo lo económico es no entender el fenómeno y es un punto de partida erróneo para cualquier análisis. Chile, al igual que España, no ha pasado en limpio su pasado. Su institucionalidad se construyó sobre una momia que no termina de volverse cadáver, que cada cierto tiempo se desentierra y se saca a pasear, reviviendo los horrores fundacionales del Chile moderno.


La Constitución de la dictadura dejó sellado a cal y canto los beneficios para las élites y los militares (el Fondo del Cobre, 10% de los ingresos del principal producto de exportación era recibido por el Ejército), dejó amarradas las leyes con un sistema económico desigual y dejó partida la sociedad (y las ciudades, es simbólico que en las tres comunas más ricas de Santiago ganara el Rechazo) en una especie de apartheid que hasta hoy marca la sociedad chilena.

Si bien hoy la clase media o los pobres tienen mejores condiciones que cuando vivían en dictadura, están aún lejos de compararse con países de ingresos similares a los de Chile. Los servicios esenciales están privatizados y manejados por las empresas que reciben los beneficios establecidos en esa constitución, que al mismo tiempo le quitó derechos a la mayoría. Hablemos de educación, (mala la pública, excelente la privada); servicio de salud (si no tenés seguro recibes pésimo servicio, largas filas, citas a meses); jubilación, pensiones, todo privatizado en manos de las grandes empresas; construcción, pago de peajes en carreteras (buenas las privadas, pésimas y llenas de hoyos, las públicas), y la lista es larga. Se ha privilegiado la privatización (de todo) para quienes pueden pagarlo, en detrimento de los servicios de las mayorías. En el mercado existen todas las opciones que se puedan comprar, pero la población debe endeudarse por varios años si quiere salir de la pobreza y aun en ese caso, sus posibilidades de acceso a esos beneficios que reciben las minorías, son escasos, porque no pueden moverse a los estadios ya tomados por ellos.

A los economistas que alimentan la narrativa del “país más exitoso de la región” les encanta mostrar los datos macro y que la ciudadanía está feliz y en paz. Eso fue lo que se rompió en el 2019. El supuesto oasis del sur era una gran mentira. La clase media estaba endeudada, compraba bienes materiales que les ofrecían, pagaban educación y salud privada para ampliar sus oportunidades, y no veían ninguna posibilidad de mejora. Se endeudaron hasta 8 meses sus salarios, debían la universidad, la salud, el auto, la casa. Es cierto que Chile tiene ingreso per cápita de 24 mil dólares, pero analicemos donde queda ese ingreso. Los grandes porcentajes del ingreso quedan en un mínimo porcentaje de población ¿Cuál es el salario mínimo? Recién lo han subido a 350 mil pesos (poco más de 400 dólares). Es similar al de cualquiera de nuestros países pobres, tan bajo que no alcanza para cubrir las necesidades básicas. Estudios realizados en el 2019 muestran como el 50% de la población chilena recibe un ingreso menos a los 400 mil pesos (menos de 500 dólares). Otra vez, ¿dónde se quedan los 24 mil dólares de ingreso per cápita?, el mismo estudio muestra que se queda en el 10% de la población.

En este análisis está la raíz de la insatisfacción de la sociedad chilena. Viendo cada día a las élites empresariales aprovechándose de esa institucionalidad que les cobija y les protege, mientras el resto de la sociedad recibe poco y con beneficios sociales marginales (justo hace unos días hubo rebaja de millonarios impuestos a una gran empresa). Es el “Walmart” repetido hasta la saciedad en las grandes empresas chilenas, que se coluden para ajustar precios de medicinas (de la tercera edad, sobre todo) hasta pollo y papel higiénico. A la población se le “vendió” que si tienen bienes materiales (esas refris, tv, zapatos nike y autos que tanto alaban los economistas que defienden la narrativa del éxito) ya pueden ser felices y pertenecer al primer mundo. ¡Error! Porque si bien hubo mejoría económica, no fue para todos por igual. Los intereses de los mercados pasaron por encima de los intereses de la ciudadanía y no hubo ningún estado que los protegiera. Es el triángulo: Estado-Mercado-Sociedad, donde solo una de las puntas paga los costos de las otras dos. Lo que está por detrás del sistema económico chileno consignado en la constitución de la dictadura es que es super extractivo, diseñado para que los trabajadores (y resto de la sociedad) financien a las grandes empresas a través del esquema institucional que estos economistas tanto alaban. El único derecho que se garantiza es el derecho a la propiedad. Hasta el agua está privatizada.

Y no se trata de que no haya empresas con ganancias, las empresas contribuyen al desarrollo de los países, se trata de que jueguen con las mismas reglas que se le aplican a todos, lo que no dicen los economistas es que el lucro de las empresas es a costa de los trabajadores que los mantienen con salarios miserables y sin derechos, que pueden coludirse sin tener penalidad, que no pagan los impuestos que deberían pagar porque la ley los protege, mientras persigue a los de a pie (¿suena familiar?).

Es cierto, la marea subió, pero no a todos les llegó la ola por igual y esto fue lo que los chilenos descubrieron en el 2019, era la acumulación de la ira, de verse asaltados, de verse que por más esfuerzo que hacían no les alcanzaba y cada día estaban peor. El incremento al precio del metro solo fue la gota que derramó el vaso. La estrategia de hacer riqueza para distribuirla ha sido para repartir sobras y la gente siente que ya ha sido suficiente. Entonces, la nueva Constitución es porque Chile quiere que los derechos de todos los ciudadanos sean velados por el estado. Chile siempre fue un país bastante desmovilizado, apagado desde la dictadura, cegado por las luces del “éxito chileno”, así que este levantamiento fue único en su historia más reciente.

Mientras sigamos midiendo el éxito de los países por sus indicadores macroeconómicos, sin bajar a ver quienes se benefician de ellos, seguiremos equivocando el análisis. Es lo que los políticos y analistas de la narrativa “exitista” han hecho por años. Es cierto que hay menor pobreza en Chile, pero no logran superar una línea invisible que les limita en sus aspiraciones de desarrollo. Mientras no se mida que la educación en Chile está dividida entre pública (mala) y privada (buena), mientras la salud se divida entre quienes puedan pagarla y quienes no, mientras las pensiones y las jubilaciones de la mayoría sean tan miserables que no puedan mantener su sustento, Chile no podrá ser considerado el país que creen esos analistas que existe.

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Linda Báez Lacayo

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