7 de noviembre 2024
Estimados compatriotas: me dirijo a ustedes a propósito de la catástrofe humanitaria que ha dejado la Depresión Aislada en Niveles Altos (DANA) en Valencia, España. Como la gran mayoría en el mundo entero estoy muy conmocionada por esta terrible tragedia que se ha cobrado la vida de 217 personas y que ha causado daños catastróficos.
En medio de esta consternación se me ha ocurrido una idea loquita. Soy de la humilde opinión que esta es una oportunidad para mostrar solidaridad y agradecimiento a esta gran nación que les dio cobijo y nacionalidad española que los sacó de la apatridia en que los dejó la dictadura de Nicaragua.
Piensen por un solo minuto dónde estarían ahora y cómo serían sus vidas sin estas dos nobles acciones de parte del Reino de España. Piensen qué harían si no tuvieran ningún pasaporte que les permitiese hacer un viaje importante tanto de carácter personal como profesional. En este momento de luto y dolor por el que está pasando el pueblo español, me parece que sería una buena idea de juntarse para formar un colectivo de “nicaragüenses exiliados políticos” para desplazarse a Valencia, aunque sea por un día, para ayudar en la limpieza de la zona en donde ha ocurrido la DANA.
Entiendo que la gran mayoría de ustedes tiene que trabajar y resolver su día a día y que, por tanto, no tienen las posibilidades de desplazarse hasta allá. No soy una ilusa. Como me dijo una nicaragüense radicada en España desde hace tiempo “tampoco podemos dejar al país entero tirado (abandonando sus trabajos en las fábricas, residencias de ancianos, etc.)”. Pero también creo que cuando verdaderamente queremos hacer algo a pesar de las circunstancias adversas en las que vivimos, simplemente creamos los espacios y oportunidades para hacerlas.
Mirando algunos telediarios me he dado cuenta que la Unidad Militar de Emergencias (UME) finalmente ya está en la zona y que los afectados no sólo necesitan ayuda de limpieza y víveres, sino que también están necesitados de apoyo moral, de un abrazo, de una palabra de aliento, de un decir: “entiendo tu dolor y aquí estoy”.
Es lo que, entre otras cosas, nos hace parte de la experiencia humana. Si algo conocemos bien es el dolor que nos dejó la muerte de 355 compatriotas en las protestas de abril de 2018, además de la pérdida física de nuestro país, y en el caso de ustedes, la pérdida de sus familias, amigos, trabajos, estudios, casas y restos de sus bienes.
El dolor por el que está pasando toda la comunidad valenciana es el mismo. Por eso, creo que quizás pidiendo permiso en sus trabajos y/o centros de estudio y explicando su situación de exiliados políticos y del deber moral que sienten con España en estos momentos, se los den aunque sea por un solo día. Además de esto, los invito a reflexionar seriamente —a ustedes y el resto de la población nicaragüense, sobre la crisis climática que se está manifestando a través de estos destrozos medioambientales.
Y con el Black Friday a las puertas, los invito a meditar sobre el sistema capitalista no regulado en el que vivimos y que simplemente ya no es sostenible para el único hogar que tenemos: nuestro planeta Tierra. También, los invito a comprar de una forma más consiente (¡lo ideal sería no comprar nada!) y a familiarizarse con los siguientes términos: “economía circular”, “salarios dignos”, “agricultura regenerativa”, “neutralidad climática y nuestras huellas de carbono” y los “sistemas de trazabilidad”, además alejarse de todo ese emporio textil de Inditex (Zara, Bershka y el resto de sus seis otras marcas de fast fashion) —propiedad del señor Amancio Ortega quien ha donado cuatro millones de euros a los afectados de la DANA (en 2023 este señor facturó 5381 millones de euros engordando su patrimonio de 126 mil millones de euros o 126 billones) cuya ropa barata de “cinco puestas” y los tintes tóxicos que se usan para fabricarlas terminan como montañas de ropa en el desierto de Atacama en Chile.