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¿Qué aprender de la Historia de las ideas?

Este tipo de conocimiento daría poco espacio a las ideologías totalitarias, y desde luego, nos evitaría mezcolanzas demagógicas

Pimthida | Flickr.com | Creative Commons

Eduardo Estrada

15 de marzo 2016

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A Meyling Mendoza.

Mi credo de la lectura, comienza por:

Creo que la lectura debería, idealmente, comenzar por la historia de las ideas. Creo en su diversidad y que su conocimiento nos hace más precavidos y flexibles, y que las ideas son sólo herramientas de la mente para nuestra sobrevivencia. Creo que hay algunas ideas mejores que otras, algunas son relativamente verdaderas y otras falsas, algunas mejoran el bienestar personal y otras lo perjudican. Nos debemos ver, como un equilibrista, dispuesto a cambiar de ideas para nuestro bienestar, siempre y cuando estas nos permitan a vivir con más plenitud y ayudarnos a ser cada vez más felices.

A estas conclusiones me ha hecho llegar, a medio camino de su lectura, el libro Ideas, Historia intelectual de la Humanidad, el escritor británico Peter Watson, autor también de La gran divergencia, e Historia intelectual de Occidente, entre otras obras destacadas. La obra me ha gustado tanto que con cada amigo con el que tengo la oportunidad de dialogar, abordo el tema, y el torrente de ideas que se generan tienden al infinito, como muy bien la expresa la función matemática 2^n, donde la base es 2 porque desde el punto de vista de la Lógica simbólica, una proposición puede ser verdadera o falsa, y dependiendo de la cantidad de proposiciones obtendremos una cantidad de arreglos infinitos. La base podría ser 3^n, si incluyéramos las proposiciones indecidibles.


Siempre me ha fascinado el tema de por qué existen tantas ideas en el mundo, y es un tema que he desarrollado en mi libro Matemáticas profanas, en donde he explorado diversos modelos matemáticos para explicar ese proceso espontáneo y explosivo de las ideas, los genes de la cultura o memes, tal como los ha denominado Richard Dawkins. Las matemáticas mismas nos revelan que la multiplicación y la combinación de las ideas es ineludible, ya sea en el plano político, económico o social, y que deberíamos a aprender a ser más tolerantes, incluso a nivel de las religiones.

La historia de las ideas nos ilustra ese proceso creador del hombre, que se manifiestan en la idea de la fabricación del hacha, el fuego, la rueda, el lenguaje, la escritura y las matemáticas, y desde luego, la explosión del arte. La historia de las ideas está ligada, simultáneamente, al surgimiento de las grandes civilizaciones, a la idea del alma, del espíritu, de dios, y en suma, a las religiones. ¿No es por eso que tenemos un choque de civilizaciones?

A lo largo de los siglos el desarrollo y el progreso han sido, por lo general, constantes, pero ello no significa que siempre haya ocurrido así: la historia ha sido testigo de cómo ciertos países y civilizaciones brillan durante un tiempo para luego, por una razón u otra, eclipsarse, nos recuerda Waston.

Temas de por qué la civilización china, que había sido capaz de inventar el papel, la pólvora, la imprenta y la porcelana, y que había liderado el mundo intelectual durante muchos siglos, no logró poseer una ciencia madura o a desarrollar modernos métodos mercantiles y, como consecuencia de ello, después de la Edad Media, permitió que Occidente la rebasara, son realmente fascinantes. Un fenómeno parecido sucedió con la cultura árabe y la hindú.
La obra también da seguimiento a los pioneros de la historia de las ideas, como Arthur O. Lovejoy, profesor de filosofía en la Universidad Johns Hopkins en Baltimore, cuyo tema central fue lo que llamaba «la gran cadena del ser».

Lovejoy fue ciertamente quien dio el impulso inicial a la historia de las ideas al convertirse en el primer director del Journal of the History of Ideas, fundado en 1940 y que tuvo entre los primeros colaboradores de esta publicación estuvieron Bertrand Russell y Paul O. Kristeller.

En los años transcurridos desde su fundación, el Journal of the History of Ideas ha continuado explorando la sutil forma en que una idea lleva a otra a lo largo de la historia. El producto derivado más importante del Journal, fue el Dictionary of the History of Ideas, editado por Philip P. Wiener, y publicado en 1973 en cuatro volúmenes.
El diccionario abarca siete grandes dominios: las ideas sobre el orden exterior de la naturaleza; las ideas sobre la naturaleza humana; la literatura y la estética; las ideas sobre la historia; las ideas e instituciones económicas, jurídicas y políticas; la religión y la filosofía; las ideas en lingüística, lógica formal y matemáticas.

Cuando leemos algunas de estas obras y tomamos consciencia de la labor titánica que ha desarrollado algunos intelectuales, uno se queda realmente anonadado, y no queda más que decir, parafraseando a Descartes, “Leo la historia de las ideas, y entonces dudo…”

Leer Historia de las ideas nos hace tambalear nuestras creencias, a preguntarnos cómo hemos sido influidos en nuestros conceptos sobre política, economía, cultura, y las diversas corrientes ideológicas que alguna vez nos hicieron caer en el fanatismo, olvidándonos de los grandes principios que el Derecho nos enseña sobre la libertad y el apego a la ley.

Una obra como esta, Ideas, debería ser de lectura exigida en las universidades, junto con un curso de lectura profunda, para lograr en el estudiante una inmersión plena sobre los orígenes de los grandes sistemas filosóficos y religiosos, económicos y políticos.

Platón se equivocó cuando sobre su Academia, dijo: “Que nadie entre aquí, sino sabe Geometría”
Debió haber dicho: “Que nadie entré aquí, sino conoce la Historia de las ideas”.

El mismo fue promotor de las ideas, en sus formas puras e inmutables, pero hoy sabemos que las ideas son solo herramientas para la sobrevivencia de los seres humanos. Ser mahometano o cristiano, budista o de cualquier otra forma de pensar, no te quita el derecho a vivir y disfrutar de la vida.

De seguro que un conocimiento más profundo de la Historia de las ideas, darían poco espacio a las ideologías totalitarias, que violentan la ley y la libertad de pensamiento, y desde luego, nos evitaría mezcolanzas demagógicas, como las de socialismo, cristianismo y solidaridad, para dar espacio a un pensamiento político basado en el Derecho, y en especial, de los Derechos Humanos.

Para saber y aprender más:

Recomiendo el libro:

Cómo leer un libro. Mortimer J. Adler y Charles Van Doren.
Desde luego, Cómo leer en la era digital, de mi autoría y que pueden conseguir en Amazon.

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Eduardo Estrada

Eduardo Estrada

Escritor y desarrollador de aplicaciones educativas. Director del Centro de Entrenamiento y Educación Digital (CEED).

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