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El Güegüense, un personaje shakespereano

El escritor de esta obra tenía a todas luces la influencia de Shakespeare, o en todo caso, la influencia del teatro medieval europeo

Los bailes tradicionales como EL Toro Huaco, El Güegüense, El Viejo y La Vieja y otros, se observan durante las Fiestas Patronales de San Sebastián, en Diriamba. Foto: Carlos Herrera | Confidencial

Eduardo Estrada

12 de enero 2016

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El Güegüense es el personaje del que se han hecho las interpretaciones más controversiales, pero se olvida que sus características son universales. Su carácter cómico nos recuerda a ese gran personaje de Enrique IV, Juan Falstaff. Es también un personaje de un humor contagiante, tan parecido al Güegüense, que nuestro personaje nacional parece su réplica dramática.

Sí, el Güegüense es un personaje shakespereano. Formulé esta hipótesis hace varios años, después de mis lecturas reiteradas de Enrique IV, una obra en la cual William Shakespeare combina lo histórico con lo picaresco. Se trata de un drama histórico con un decisivo ingrediente de comedia y que produce una abundancia de contrastes y una riqueza de emociones admirables.


El drama de Enrique IV es tan emocionante, que podría eliminarse toda la trama histórica, y las escenas en las que Falstaff dialoga con el príncipe Enrique Hall serían suficiente para sostener su esplendor estético, su fuerza metafórica y su sentido paródico. Sería así una comedia tan picaresca como el Güegüense, pues sus diálogos están caracterizados por ese carácter irónico de las grandes obras de la literatura universal.

Su personalidad tiene todas las características de Juan Falstaff, en especial por su ironía frente al poder establecido y proclive a la corrupción. En el Güegüense existen escenas muy parecidas a las de Enrique IV. También se pueden observar en el Güegüense frases y giros literarios muy shakespereanos. El escritor de nuestra primera obra dramática, tenía a todas luces la influencia de Shakespeare, o en todo caso, la influencia del teatro medieval europeo o la cultura del renacimiento.

En las primeras escenas de Enrique IV disfrutamos increíblemente de esos maravillosos diálogos entre Falstaff y el principie Hall, llenos de picardías y buen humor, de chistes  y frases irónicas. Ambos personajes actúa como dos camaradas que se mezclan en asaltos y acciones delictivas, en bromas hilarantes, y no se espera, que al final, cuando el príncipe Hall llegue al trono a la muerte de su padre, traicione a Falstaff. Esto le da, a pesar del carácter cómico de la obra, un sentido dramático.

Como dicen algunos críticos, Falstaff nos atrae y aun nos contagia, no sólo por su simpatía o su ingenio, sino por encarnar ciertas tendencias humanas que le hacen envidiable: su voluntad de vivir libre de ataduras, su negativa a someterse a los límites de la realidad y la parodia que hace de las instituciones o el poder. Son aspectos y características de nuestro personaje, el Güegüense, a quien se ha querido representar como símbolo de nuestra idiosincrasia e identidad, olvidándose de lo universal que es como personaje de ficción.

Los saludos que hace Falstaff a las autoridades superiores, nos recuerdan los saludos de la comedia bailete del Güegüense:

¡Mi buen señor! Dios os conceda un buen día. Me alegro de ver a Vuestra Señoría por la calle.

Pero sobre todo, el diálogo entre Falstaff y Justicia, nos revela las grandes similitudes en dos obras dramáticas, y muy a pesar de la distancia y el tiempo, impresiona ver su parecido, como podemos leer en el siguiente pasaje:

JUSTICIA
¡Cómo! ¿A York? Llámalo.
CRIADO
¡Sir Juan Falstaff!
FALSTAFF
Niño, dile que estoy sordo.
PAJE
Tenéis que hablar más alto; mi amo está sordo.
JUSTICIA
Seguro que lo está cuando ha de oír cosas de bien. Tírale del codo, que tengo que hablarle.
CRIADO
¡Sir Juan!
FALSTAFF
¡Cómo! ¿Un criado mendigando? ¿No hay guerras? ¿No hay trabajo? ¿No le hacen falta súbditos al rey? ¿O soldados a los rebeldes? Por vergonzoso que sea no estar en un lado, peor vergüenza es mendigar que estar en el peor lado, aunque sea peor de lo que puede hacerlo el nombre de rebelión.”

Falstaff es llamado por el criado de Justicia, se hace el sordo igual que el Güegüense, se hace el desentendido, mezcla temas que no tienen que ver nada con lo que se le está preguntando, confunde frases dándoles otro sentido, y en sus diálogos, se puede observar el sentido irónico de muchas de sus expresiones. Es también proclive a la corrupción y de llegar a acuerdos políticos o sociales al margen de la ley.

Sir Falstaff y el viejo del Güegüense son dos viejos zorros, que dramatizan sus obras en dos contextos históricos diferentes, pero cuyas acciones se salen de las páginas para revelar ese carácter irónico de la cultura popular. El primero en la Gran Bretaña del siglo XVI, en medio de luchas monárquicas, y el Güegüense en la época colonial española, entre el siglo XVII y XVIII.

Mientras Falstaff es traicionado por su camarada, el príncipe Hall, pues éste cuando llega al poder lo manda al calabozo, truncando así sus pretensiones de nobleza y subversión del orden monárquico, el Güegüense se sale con las suyas, casando a su hijo don Forsico con doña Suche Malinche, y dejando burlado al gobernador Tastuanes y a sus funcionarios. El Güegüense, con sus inventadas cajonerías de oro y de plata, se sale con las suyas. Su final es cómico al extremo y la frase final es emblemática. Sir Falstaff es expulsado del orden establecido por el nuevo monarca, pero sobrevive como personaje popular cómico e irónico.

Falstaff reaparecería en otras obras de Shakespeare, como en las Alegres damas de Windsor, pero sin la fuerza dramática del personaje irónico de Enrique IV, como la han señalado algunos críticos. El Güegüense reaparecería en la literatura nicaragüense en diversos ensayos, con epítetos tan caprichosos, como la obra intitulada la maldición del Güegüense o como representante del proletariado, o como símbolo de determinadas acciones políticas electorales. Nada que ver con su fuerza irónica y paródica.

En lo personal he querido continuar en su tradición cómica e irónica, en mi versión en prosa, Las Picardía del Güegüense.

Para saber y leer más

Quiero anunciar a los lectores que mi obra en prosa, Las picardías del Güegüense, ha sido traducida al inglés por la Dra. Zulmara Cline, y que pueden obtenerla en Amazon. También pueden encontrar en el mismo sitio, la versión en español. 


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Eduardo Estrada

Eduardo Estrada

Escritor y desarrollador de aplicaciones educativas. Director del Centro de Entrenamiento y Educación Digital (CEED).

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