1 de marzo 2016
Hace un par de semanas leí una carta abierta en La Prensa, suscrita por el Arq. Orlando Rostrán. En ella se refiere al poco o limitadísimo reconocimiento y espacio profesional de los arquitectos en este país, señalando entre otras cosas, la falta de organización del gremio y la carencia de un organismo colegiado que norme el ejercicio de la profesión a nivel nacional.
En uno de mis artículos anteriores publicado en Confidencial, me referí al caso concreto del nuevo Estadio Nacional, importante proyecto ya en construcción, pero cuyo proceso de diseño fue incluido dentro de una licitación de obras sin permitir ningún espacio en el que los arquitectos pudiéramos competir abiertamente por el diseño de ese edificio. Estoy absolutamente segura que un concurso transparente habría permitido escoger, de una amplia gama de propuestas, aquella que mejor se adaptara a nuestra realidad y aportara elementos de nuestra cultura, ya que la construcción de un estadio es un hecho que se da una vez cada siglo.
Países como Costa Rica o Jamaica, por citar dos ejemplos, han constituido desde hace ya décadas sus Colegios de Arquitectos, entidades que reciben el adecuado reconocimiento y respaldo de las autoridades. Las normativas que les rigen establecen sus derechos y obligaciones y permiten un desarrollo armónico de la profesión dentro de un clima de respeto en el que se reconoce la calidad de los profesionales nacionales y permite el ejercicio de arquitectos extranjeros dentro de estrictas normas de control.
En nuestro país, desde la década de los ’80, se ha venido insistiendo en la necesidad de conformar un Colegio de Arquitectos que garantice el ejercicio profesional responsable; que establezca criterios de calidad en el mismo; que garantice el respeto por los profesionales al brindarles reconocimiento a sus capacidades y mayores oportunidades y participación en el desarrollo de los proyectos nacionales, especialmente aquellos de carácter público. Hasta la fecha, dichas iniciativas no han tenido eco en las instancias correspondientes y los Arquitectos seguimos aviniéndonos a una competencia desleal, a conformarnos con las migajas que se nos ofrecen, a recibir compensaciones económicas inadecuadas o simplemente ofensivas. Muchas puertas permanecen cerradas impidiendo que el acceso a grandes proyectos sea posible para nuestros colegas nacionales. Tan cerradas como las gavetas de la Asamblea Nacional donde duerme el Anteproyecto de creación del Colegio de Arquitectos desde el año 2008.
Nicaragua cuenta con cinco escuelas de Arquitectura, llenas de centenares de jóvenes que merecen salir a ejercer su profesión en condiciones dignas, sin tener que “venderse barato” para poder conseguir participar en un proyecto.
Colegio de Abogados, Colegio de Periodistas, Colegio de Médicos, Colegio de Ingenieros, Colegio de Contadores Públicos…, pero no Colegio de Arquitectos. Nadie usurpa las funciones de un médico, ingeniero o abogado; sin embargo, cualquiera se erige en “arquitecto”, diseña y dirige obras sin tener las calificaciones y experiencia necesarias. A menudo, un maestro de obra tiene más autoridad y credibilidad que un arquitecto; los clientes confían el diseño de sus inmuebles a los ingenieros; el “fusil” está a la orden del día y la burla a los verdaderos profesionales se hace patente y permanente.
Yo hago un llamado a todos mis colegas para que nos unamos y defendamos nuestros derechos.