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Así veo yo la política

Las cualidades más importantes en un político son: la pasión, el sentido de la responsabilidad, la mesura, y la confianza

Winston Churchill, primer ministro del Reino Unido entre 1940 y 1945, y luego de 1951 a 1955. Foto: EFE

José Antonio Peraza

25 de octubre 2023

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Durante años he querido responderme una pregunta que me ha inquietado durante varias décadas. ¿Cuáles son las características fundamentales que debe tener un político para ser exitoso? ¿Qué debe hacer para poder alcanzar sus objetivos y conducir a su pueblo hacia un mejor estado de desarrollo y bienestar cultural, económico, social y político? Buscando la respuesta, he leído biografías de políticos famosos, he estudiado momentos trascendentales de la historia de la humanidad para conocer cómo han actuado los líderes en momentos cruciales de sus países. Churchill, De Gaulle, Lincoln, Gandi, Napoleón, Pericles, Mao, Stalin, Lenin, etc. La lista es interminable, sin embargo, todavía no he podido responderme esa pregunta aparentemente tan simple.

Es imprescindible, para descifrar una personalidad política de un líder, conocer los elementos psicológicos, económicos, políticos, culturales e históricos que influyeron en su nacimiento y accionar cómo líderes políticos. Por ejemplo, hasta el líder más destacado, carismático y capacitado no puede obviar el tamaño del territorio y de la economía que sostienen su país; las limitaciones o ventajas que la geopolítica le imponen a su país.  En otras palabras, a pesar de las condiciones individuales que puede tener un político, hay elementos que no pueden ser obviados al momento que se quiera jugar un papel preponderante en la política internacional. No es lo mismo dirigir un país de diez millones de habitantes que dirigir uno de más de mil millones, como China o la India.


Tratando de separar la paja del trigo, en primer lugar, trataré de determinar cuáles son las concepciones estereotipadas de la política y que son muy populares, no obstante, no definen la verdadera naturaleza del político. Por ejemplo, es muy frecuente escuchar y creer que todos los grandes políticos descienden de las grandes familias con tradición política y económica. Sin duda que eso ha existido en el mundo político, pero hay muchísimos casos, yo diría que la mayoría de los más destacados, no descienden de grandes tradiciones políticas. Más bien, descienden generalmente de orígenes muy humildes o de la clase media baja. Ejemplos abundan, Stalin, Lincoln, Napoleón, Obama, Benito Juárez, José Martí, etc.

Otro estereotipo muy frecuente es que la política es para los audaces, para los que son capaces de atraer las cámaras, la atención de los medios de comunicación y la simpatía de las masas. Se afirma, utilizando otras palabras, que, con una buena estrategia de comunicación, utilizando las redes sociales y las más modernas herramientas de Marketing, se puede crear a un político exitoso. Nuevamente, esta afirmación, en parte, es verdad, dado que hoy, sin una buena estrategia de comunicación, es casi imposible ganar una elección. Pero ganar una elección, no convierte a un candidato en un gran líder político. Cuántos políticos han invertido millones en sus campañas y nunca han sido electos y cuando han sido electos han tenido liderazgos desteñidos e intrascendentes para sus pueblos.

El otro gran estereotipo es que no se puede ser un gran político sin dinero. En México se acuñó y popularizó la frase del empresario y político, Carlos Hank González, “un político pobre, sin duda alguna es un pobre político” para ejemplificar la urgencia de contar con mucho dinero para tener éxito en la política. No hay afirmación más falsa. Si fuera así, el mundo estaría gobernado por empresarios con mucho dinero. Hay cientos de ejemplos de empresarios que fueron carismáticos y exitosos en los negocios y nunca pudieron alcanzar un puesto político destacado e imprimir su liderazgo a la nación. Un ejemplo actual, es el padre del reciente presidente electo de Ecuador, Daniel Noboa. Su padre, que era el hombre más rico de Ecuador, intentó llegar a la presidencia de Ecuador seis veces y nunca lo logró, su hijo lo hizo al primer intento.

En conclusión, ni el origen familiar, ni la exposición excesiva a los medios, ni el dinero son los factores determinantes para ser un buen político. Son elementos muy importantes, pero no definitorios. Incluso se puede ganar una elección teniendo esos elementos, pero eso no garantiza que la asunción al poder va convertir a esa persona en un político que deje huella en su país. Por ende, parece obvio que se requiere de otros elementos.

Si las cualidades señaladas no son las más importantes entonces, ¿cuáles son? ¿Qué han dicho los teóricos políticos sobre este tema? Según Max Weber, para mí el mejor politólogo de inicios del siglo XX, las cualidades que debe tener un político para conducir a su pueblo deberían ser:  la pasión; el sentido de responsabilidad; finalmente, la mesura.

Según Weber, entendiendo pasión como la entrega a una “causa”. No obstante, la sola pasión no convierte a un hombre o a una mujer en un gran político. La clave es que esa pasión esté entregada a esa causa, y que la responsabilidad a esa causa, sea la estrella que oriente su acción. Por eso, el buen político necesita, además de la pasión, una cualidad psicológica decisiva, la mesura. Que es la capacidad para que la realidad actúe sobre uno mismo sin perder el recogimiento y la tranquilidad. Es decir, que el político tiene que poder guardar la distancia con los seres humanos y las cosas.

El gran dilema psicológico que viven los políticos a diario es cómo conciliar, en el alma, la pasión más ardiente hacia una causa y la frialdad de la mesura. La gran política se hace con la inteligencia y no con el corazón; sin embargo, la entrega a una causa sólo puede venir de la pasión, si la política va ser una actitud eminentemente humana y no un frívolo ejercicio intelectual. Como decía Weber, sólo la distancia puede domar el alma que caracteriza al político apasionado del político “estérilmente agitado”. Por tanto, la fuerza de una personalidad política reside “en la posesión de estas cualidades”. El pecado mortal de un político comienza cuando las ansias de poder dejan de ser positivas para convertirse en pura embriaguez personal.

Según Weber, la vanidad es lo que lleva a los políticos a cometer los dos pecados más grandes de la política: “la ausencia de finalidades objetivas y la falta de responsabilidad”. Peor aún es cuando un político sólo se preocupa por “la impresión” que causa y busca el brillo del poder por el poder sin tomar en cuenta su finalidad. Como lapidariamente concluye Weber: “cuanta impotencia se esconde tras estos gestos, ostentosos, pero totalmente vacíos”. Este tipo de políticos están ajenos a “la armazón trágica en que se asienta la trama de todo quehacer político”.

Finalmente, voy a agregar otro elemento que para mí es fundamental en el quehacer político: la confianza. Esta es la que permite construir vínculos y acuerdos seguros en una comunidad política, porque la política no se puede desarrollar en solitario. Me contaba el profesor costarricense Rodolfo Cerdas, catedrático de la Universidad de Cambridge y Oxford, por que el pueblo británico, en las horas oscuras, había creído en Churchill, a pesar de su alcoholismo y voz chillona. Según Cerdas, eso había ocurrido por su determinación, el pueblo británico sabía con certeza que con él podía llegar hasta el fin, porque les prometió lo único que podía prometerles: “sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor”.

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José Antonio Peraza

José Antonio Peraza

Es politólogo y profesor universitario, con especialidad en proyecto de desarrollo y en sistemas políticos y electorales. Exmiembro del Consejo Político de la Unidad Nacional Azul y Blanco (UNAB). Fue detenido por el régimen en julio de 2021 y desterrado a EE. UU. en febrero de 2023.

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