8 de diciembre 2019
En el descomunal bullicio del Mercado Oriental se escucha un acento nuevo, uno que marca la novedad entre compradores y comerciantes en el mercado más grande de Centroamérica. Es un verbo altisonante, cadencioso, que regatea el precio de los productos con esa astucia tan caribe que casi siempre suele salirse con la suya. “¿Oe chico, a cuánto esa camisa?”, pregunta en un tramo José Beltrán, un cubano de bigote cano y ojos azulados. “Los cubanos compran de todo y regatean bastante en busca de lo más barato”, apunta el vendedor, luego de que Beltrán finaliza la transacción, reconoce a otro compatriota isleño y lo saluda con esa expresión a la que los vendedores nicaragüenses se están habituando: “¿Qué bolá, chico?”.
Beltrán llegó hace una semana a Managua procedente de La Habana, la capital que el pasado 16 de noviembre cumplió 500 años desde su fundación. Beltrán voló 1284 kilómetros hasta Managua para comprar camisas, pantalones zapatos y, sobre todo, puré de tomate, que desde octubre escasea y es “vendido a precio de oro” en la isla que le abrió a los conquistadores españoles “las glorias del Nuevo Mundo”. El habanero es parte de una legión de cubanos que han inundado el Mercado Oriental, otros centros de compras y supermercados de Managua desde hace más de cuatro meses, a causa de la flexibilización migratoria que el régimen de Daniel Ortega les otorgó el 23 de enero de 2019.
Proceso más expedito
Aunque los cubanos siempre necesitan visa para aterrizar en Nicaragua, desde enero la isla pasó de la “categoría C” a la “categoría B”. Es decir, el cónsul nicaragüense en La Habana puede otorgar una visa de turista a un antillano sin hacer tantas averiguaciones, y sin esperar la aprobación de la Dirección Nacional de Migración y Extranjería en Managua. Un proceso mucho más expedito que le abre la puerta a los cubanos de forma ágil a otro país sin tantas trabas migratorias. El cubano interesado, solo debe presentar un pasaporte válido, pagar el valor del visado de 30 CUC (peso convertible cubano equivalente a un dólar), un boleto aéreo de ida y vuelta, y listo: a volar hacia Nicaragua.
La flexibilización migratoria provocó que miles de cubanos lleguen a Managua. En una de esas legiones vino José Beltrán. De hecho, es la tercera vez en menos de seis meses que ha viajado a Managua. “Uno gasta como como 549 pesos (dólares) de pasaje, después 10 dólares de entrada a Nicaragua y el alojamiento que no es tan caro”, explica entusiasmado Beltrán.
El Instituto Nicaragüense de Turismo (INTUR) celebró en mayo la llegada masiva de cubanos a la “Nicaragua siempre linda”. “Lo bonito de todo eso es la oportunidad de poder dar a conocer qué ofrece Nicaragua, que tal vez Cuba no tiene gran potencial (…) por ejemplo los volcanes”, dijo Ana Carolina García, directora de promoción y mercadeo del INTUR. “Ellos (cubanos) son amantes de nuestros volcanes, ellos no tienen volcanes… entonces es impresionante para ellos que nosotros tengamos esos volcanes de lava activos y que lo pueden ver muy de cerca”, aseveró la funcionaria.
Turismo de “las mulas”
Según el INTUR, desde la flexibilización del visado en enero a mayo de 2019, al país ingresaron 5000 cubanos frente a los 566 que llegaron en 2018. Un aumento exponencial que se ha visto, ciertamente, en torno a los volcanes de pantalones y camisas que se alzan en los tramos del Mercado Oriental. Los cubanos escalan los picos de ropa en busca de la prenda ideal. Los “turistas” no salen de Managua y concentran sus visitas en los centros de compras. En realidad, se trata del turismo de “las mulas”.
“Las mulas” es un término conocidísimo en la isla. Se refiere a un negocio fructífero y, a la vez, a una forma en que los cubanos sortean el perenne desabastecimiento en el que viven desde el noventa, tras la disolución del bloque de repúblicas soviéticas. “Las mulas” aprovechan países en el que el cubano no requiere visado o las normas migratorias son laxas —como el caso nica— para viajar y comprar todo tipo de productos, que van desde vestimenta, calzado, jabones, enseres del hogar, hasta bebidas en polvo, sopas instantáneas y “estropajos” (pastes). Todos esos productos terminan revendidos en el mercado no regulado de la isla, pero que es tolerado por el régimen que no puede suplir la demanda de abastecimiento.
La oferta informal es de primera necesidad para los cubanos, ya que en los mercados oficiales (todos controlados por el Gobierno comunista) los productos valen 240% más de su precio real. “Un par de zapatos que tú compras aquí, en Nicaragua, en dos pesos allá te lo pueden vender en 30 o 40”, compara un cubano que sale acompañado de un nutrido grupo, empujando las carretillas repletas, del supermercado Walmart ubicado en Carretera a Masaya. “La diferencia es mundial: Los jabones que están en seis pesos acá, allá cuestan 20”, agrega.
Aunque el turismo de “las mulas” es un negocio de vieja data en Cuba, en los últimos tres meses es toda una novedad para los nicaragüenses que ven a los isleños con frenesí llenando maletas y carretillas de mercadería y provisiones. Una situación idéntica protagonizada por los cubanos en países como México, España, Guyana, Haití, Ecuador, Panamá y Rusia en los que no requieren visado. (Ecuador suspendió el beneficio en 2008). Estos países descubrieron con prontitud que el turismo “de las mulas” genera interesantes ganancias a sus comercios. Por ejemplo, 5024 “mulas” visitaron en 2016 la Zona Libre de Colón, en Panamá. “Las mulas” dejan a los panameños un promedio de 100 millones de dólares, en especial por la compra de electrodomésticos. Sin embargo, el pasado julio, Panamá suspendió temporalmente la tarjeta de turismo que le concedía a los cubanos. “Panamá era muy codiciado hasta hace poco”, lamenta un joven cubano en Plaza Inter.
“Eso que está pasando en Nicaragua es normal en México y Panamá. Probablemente en Panamá pase peor. Hay redes de negocios para atender a los cubanos que van a comprar a Haití, porque allí son muy baratos los electrodomésticos por el tema de que tienen muchos apagones y tampoco hay que visar”, explica desde La Habana Mónica Baró Sánchez, una reputada periodista y ganadora del Premio Gabo (Gabriel García Márquez) 2019. “Se han dado cuenta que es un negocio muy grande. Interjet (línea aérea mexicana) tiene precios especiales para los cubanos, que transportan splits de aire acondicionado”.
En internet, incluso, portales cubanos prestan tutoriales para sacarle el mejor provecho a la práctica “mulera”: recomendaciones para gastar lo menos en hospedaje, alimentación y transporte en los países. Los cubanos ocupan sus ahorros o dependen de familiares en países —como Estados Unidos— que les envían plata para viajar a destinos de visado fácil. El fin es hacer compras para suplir la necesidad personal y vender en el mercado informal. La práctica tomó auge luego de que más de 140 000 cubanos lograron obtener la nacionalidad española gracias a la “Ley de Memoria Histórica”, aprobada en 2007 por el entonces presidente José Luis Rodríguez Zapatero. Los “muleros” viajaban con nuevo pasaporte a más países a comprar mercancías.
El Gobierno de Ortega ha flexibilizado la entrada de cubanos en plena crisis económica causada por la represión policial y paramilitar, desatada a partir de 2018. El “turismo de las mulas” ha venido a oxigenar un poco el deprimido comercio nacional. Sin embargo, la reciente dinámica cubana en Nicaragua aún no arroja cifras, ni se dimensiona si influirá en paliar la recesión proyectada entre menos 3.5 y 4.5%. Por el momento, las claves están en el Mercado Oriental, tierra de volcanes de pantalones y camisas.
Miles vienen, no todos regresan
El vuelo 7701 de la aerolínea venezolana Conviasa viaja directo de La Habana a Managua los días lunes, miércoles, jueves y domingo. INTUR anunció que Conviasa inauguró la ruta directa en enero de 2019 “en el marco de la campaña Nicaragua Siempre Linda”, en la misma fecha de la flexibilización del visado para los cubanos. Aunque el vuelo no fue vendido a cabalidad en los primeros meses, los boletos comenzaron a agotarse hace cuatro meses. “Las mulas” habían descubierto Nicaragua. Desde ese entonces comenzaron a circular en las redes sociales fotografías de filas interminables de cubanos en el aeropuerto esperando el avión con sus bultos, redondos como huevos prehistóricos.
Fuentes de Migración y Extranjería y del Aeropuerto Internacional Augusto C. Sandino aseguraron a CONFIDENCIAL que después de mayo están arribando semanalmente entre 480 y 530 cubanos, un poco más de 2000 al mes en promedio. Conviasa es la principal aerolínea, aunque también Aruba Airlines presta una frecuencia directa La Habana-Managua. Los cubanos usan en menor medida las aerolíneas Avianca y Copa. Según la web de Conviasa, todos los boletos hasta febrero de 2020 ya están vendidos… los vuelos de la línea venezolana podían comprarse en 200 dólares a principios de año, pero ahora la demanda es tal, que se cotizan entre 500 a 900 dólares o más.
Las fuentes migratorias y aeroportuarias, así como los cubanos que han viajado en más de una ocasión a Managua desde enero de 2019, coinciden en algo: “Los vuelos vienen repletos, pero regresan un poco vacíos”. “En el avión vienen unas 120 personas y se regresa con 40, 30 o 20. Ya saben por qué”, dice el mismo cubano con el que conversamos en Plaza Inter. Al margen del turismo de “las mulas”, muchos cubanos aprovechan las flexibilizaciones migratorias para emigrar de la isla. “Para irse al norte”, que en otras palabras significa Estados Unidos.
Los cubanos —a quienes el régimen de Ortega les cerró la frontera sur en 2015, cuando intentaban llegar a Estados Unidos desde Costa Rica, provocando una crisis humanitaria— irónicamente hoy aprovechan la flexibilización del visado como trampolín para llegar a México. Muchos deciden seguir la ruta hacia “el norte”, mientras que otros solicitan refugio en la nación azteca. En lo que va de 2019, la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar) informó que 5371 antillanos han pedido refugio. Muchos de los cubanos que han partido desde Nicaragua a México estos meses se han unido a otros que salieron del puerto de Obaldía, en Panamá, y han formado “un cuello de botella” en Tapachula, Chiapas.
“En la Habana están diciendo que van a cancelar la facilidad de la visa para Nicaragua, porque hay muchos yéndose pa’l norte”, lamenta el cubano en Plaza Inter. Por eso se apuró a venir a Managua a hacer compras, previendo que el beneficio acabe, como ya ha sucedido en Ecuador y Panamá. Él pide con recelo no revelar su identidad. “Ya sabe, allá en Cuba es candela”, dice, en alusión al régimen castrista sin nombrarlo.
Quizá sea la motivación de emigrar de la isla, o comprar mercancías para volver a Cuba a nutrir el mercado informal, lo que hace que los cubanos en Managua sean reacios para brindar declaraciones a los periodistas. El 90% de los entrevistados solicitaron no revelar su identidad. Unos desconfían porque creen que los tentáculos de la Seguridad del Estado cubana los sigue hasta el Mercado Oriental o porque llanamente no están acostumbrados a brindar entrevistas. El único que se atrevió a hablar abiertamente fue José Beltrán. El habanero de bigote cano y ojos azulados. No ocultó que la motivación de su viaje es la compra de mercancías para revender en la isla.
“Nos venden bien en Nicaragua. El precio es bueno. El único problema es que por docena solo te venden de un solo color o talla”, reclama el comprador cubano. “Si variaran sería mejor para la venta”.
Mercadería liviana
En el Mercado Oriental hay tiendas que han colocado rótulos para vender exclusivamente a los cubanos. Mercadería barata, pero sobre todo liviana. Si hay un requerimiento que los antillanos buscan, es la liviandad. La Aduana cubana impone serias restricciones al ingreso de bienes. Hay límites diversos a las mercancías, pero la restricción por antonomasia es el peso de los bultos. Los cubanos que atestan los centros de compra de Managua tienen permitido solo una vez al año ingresar a la isla una maleta no acompañada, una maleta de mano y un objeto personal. Si vuelven a viajar, solo podrán regresar con un carry on y un artículo personal. Todo equipaje extra debe pagar altas tasas de tributos, que resultan impagables para ellos. Aunque los isleños sostienen que algunas “mulas” tienen contactos en Aduana, y sobornan a los oficiales para ingresar la mercancía.
Es por eso que a sabiendas que el viaje a Managua será el último en doce meses, compran mucho, pero con la precaución de no caer en sobrepeso. Los cubanos han desarrollado una especie de maestría única en la materia. Los comerciantes del Mercado Oriental ya lo han intuido. “La mayoría vienen a buscar brasieres, calzones, cosas que no lleven mucho peso y que sean muy baratos”, explica Francisco Arauz Mena, vendedor de ropa, quien presume de conocer las exigencias cubanas, mientras se acomoda esos anteojos dorados al estilo de Héctor Lavoe.
Más allá del peso de los productos y los precios que los cubanos regatean, los vendedores coinciden que las legiones antillanas han mejorado las ventas. “Compran por docena, por unidad… les damos precio especial, porque son de otro país y sabemos la situación de ellos. Hay más dinero que ha entrado en octubre y noviembre, porque no estábamos vendiendo nada”, afirma María Guerrero, comerciante de ropa íntima.
¿Una burbuja por desinflar?
Pese al ligero alivio que sienten los comerciantes del Mercado Oriental, desde la Cámara Nicaragüense de Comercio y Servicio (CCSN) hay reservas sobre el turismo de “las mulas”. No están convencidos que pueda ser un salvavidas para la deteriorada economía nacional.
“Como es un agente externo, temporal, nos preocupa más bien que el comercio crea que es algo continuo, y que está dinamizando la economía, generando comercio y de repente se desinfle”, argumenta Carmen Hilleprandt, presidenta de CCSN. “Preocupa que la gente se llene de inventario y el comerciante vaya a quedar mal. Es como una burbuja. No es la realidad. Más bien nosotros lo que quisiéramos es que hubiera cambios en las políticas tributarias para que realmente se dinamizara la economía del país. Los impuestos están agobiando al comercio y nosotros lo hemos expresado”.
Hilleprandt no descarta que el Gobierno de Ortega haya flexibilizado el visado cubano para intentar reanimar la economía. “No sé qué cantidad de cubanos está viniendo, ni cuántas son las cantidades que compran. Pero al final siempre es una burbuja, un paliativo. Lo que va a ser sostenible, para que venga más inversión a mediano y largo plazo, será un acuerdo de nación y que las políticas tributarias sean acordes a la realidad”, sostiene la presidenta de CCSN. Sin embargo, mientras la entrada a Nicaragua siga abierta, José Beltrán “aprovechará la buena compenetración entre ambos países”. Lo último que le tocará hacer al habanero antes dejar Managua será hacer la maleta. Acomodo y reacomodo para evitar ser detectado por el escáner. Tantos productos misceláneos que solo el ingenio cubano —el mismo que les ha permitido sortear tanta restricción— puede hacer caber en una valija de 23 kilogramos.