18 de abril 2024
El 18 de abril de 2018 la realidad sociopolítica de Nicaragua dio un vuelco. La rebelión de la ciudadanía que reclamó derechos tomó por sorpresa al país entero, dejó tambaleando al régimen Ortega Murillo y lo trastocó todo.
Ese día, en León y en Managua, personas de la tercera edad, acuerpadas por jóvenes universitarios y otros ciudadanos, reclamaban ante un cambio en el sistema de pensiones que les dejaría con menos dinero en sus bolsillos. Unos días antes, decenas de universitarios habían protestado por la negligencia con que las autoridades actuaban ante un grave incendio en la reserva Indio Maíz en el Caribe nicaragüense.
Los ataques físicos de miembros de la Juventud Sandinista (JS) contra los manifestantes, grabados y difundidos por la ciudadanía en redes sociales, provocaron la indignación de más ciudadanos de todos los sectores del país, que se dispusieron a manifestarse con tomas de universidades, marchas y plantones diarios, masivos y por doquier, barricadas ciudadanas que paralizaron el territorio nacional. El régimen respondió con represión letal, las muertes empezaron a contarse por decenas y, a la vez, crecía el clamor colectivo por justicia para las víctimas, el cese de la represión estatal, la salida del poder del régimen Ortega Murillo y el retorno de la democracia al país.
Fueron más de cien días de la Rebelión de Abril ante la cual la dictadura respondió con la mortífera Operación Limpieza, la imposición de un Estado policial de facto, el encarcelamiento de todo disidente y la persecución que ha llevado a decenas de miles a salir del país.
Fue “un susto”, recuerda el doctor Rommel Meléndez, sobre aquel 18 de abril, hace seis años, al ver las primeras imágenes de las protestas y los ataques de miembros de la JS que mostraban los canales locales de televisión. Las jóvenes Valeska Valle y Yaritzha Rostrán salieron de sus casas sin pensarlo mucho, listas para sumarse a las manifestaciones de los universitarios solidarios con los agredidos. La defensora de derechos humanos La Dámaso Vargas tampoco se detuvo y al día siguiente ya estaba apoyando a los estudiantes atrincherados en una de las universidades públicas. El profesor Gabriel Putoy daba su lección de Matemáticas en el Colegio Salesiano en Granada cuando alguien le escribió para preguntarle cómo estaba su familia. El maestro no tenía idea de lo que ocurría, hasta que se enteró de que, muy cerca de su casa en Monimbó, Masaya, la Policía había atacado a los ancianos que protestaban por sus pensiones. La respuesta del pueblo indígena no se hizo esperar y cuando el maestro volvió a casa no podía creer lo que veía, la ciudad estaba “insurreccionada”.
En el programa Esta Noche, cinco nicaragüenses que participaron en la Rebelión de Abril de 2018, recordaron dónde estaban cuando se dio el estallido ciudadano, rescatan momentos y lecciones de aquellos días, aseguran no arrepentirse de nada, puesto que sólo ejercieron sus derechos como nicaragüenses, exponen las secuelas de su exilio en Costa Rica y comparten sus expectativas sobre el futuro de Nicaragua, que hoy sigue bajo una dictadura radicalizada.
Estos son los testimonios del doctor Rommel Meléndez, de La Concepción, Masaya; la defensora de derechos humanos de la población LGBTI La Dámaso Vargas, las universitarias de Managua Yaritzha Rostrán y Valeska Valle, ambas miembros de movimientos universitarios; y el profesor Gabriel Putoy, de Monimbó, Masaya.
Dr. Rommel Meléndez: “El pueblo estaba en las calles y casi dimos al traste con esta dictadura”
Cuando estalló la Rebelión, yo trabajaba en el Ministerio de Salud (MINSA) y ese día comencé a ver las noticias por la televisión y por las redes, primero con los ancianitos en León, más tarde en Camino de Oriente en Managua. Me quedé súper sorprendido de que se estaba dando, poco a poco, un levantamiento. Pero la capacidad de respuesta de la dictadura no se hizo esperar y creo que catapultó aún más la protesta.
Durante las protestas se logró organizar una estructura fuerte para apoyar a los estudiantes y a los jóvenes. De La Concepción salían personas hacia Managua a las marchas, salían 20, 30 buses. En el primer enfrentamiento en mi municipio, fueron más de 53 heridos, atacados por la Juventud Sandinista, trabajadores de la alcaldía y de otras instituciones del Estado. Tuvimos que organizar un puesto médico clandestino para atender, porque el MINSA había cerrado las puertas del centro de la ciudad.
Hicimos lo que debíamos hacer. No cambiaría nada. A pesar de no poder estar con la familia, no lo cambiaría.
En el exilio no he podido ejercer como médico, por trabas que nos ha puesto el Colegio Médico Costarricense y trabas que tenemos en Nicaragua, que no nos entregan documentos. En Costa Rica he trabajado con una empresa encuestadora, en un restaurante: al inicio en la recepción, posteriormente, en el salón, ahora como bartender. Ha sido un cambio brusco, después de 28 años de ejercer la Medicina, pero todas las experiencias son bienvenidas porque son un medio de subsistencia, tanto para mí como para mi familia.
Se necesita unidad de todos los sectores nicaragüenses para dar al traste con la dictadura. Creo que lo que se hizo en 2018 fue una respuesta popular de parte de los estudiantes, de parte de los jóvenes, de parte de todos los sectores, pero no fue una fuerza coordinada que dijera: “Esto es lo que se va a hacer”. Sí se demostró que el pueblo estaba en las calles y casi dimos al traste con esta dictadura. Hay que mejorar la organización, la unidad y que todos los sectores que están en contra de la dictadura logren encajar en un solo frente.
Valeska Valle: “Abril nos hizo descubrir la fuerza de los nicaragüenses para generar cambios”
El 19 de abril por la mañana me fui al sector de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI), donde pasé hasta el 20, cuando la Policía, paramilitares y la JS entraron con armas a sacarnos, y posteriormente me trasladé a la Universidad Politécnica de Nicaragua (Upoli) donde pasé atrincherada hasta finales de abril. En mi casa dije que iba a la venta, unas amigas me estaban esperando en la esquina. Desde entonces pasé unos tres años sin ver a mi mamá y la última vez que la vi fue antes del exilio forzado. El 20 de abril miré por primera vez a alguien desvanecerse por un balazo. En mi vida yo había experimentado ese tipo de shock, pero también experimenté la fraternidad y solidaridad entre un montón de chavalos que ni siquiera nos conocíamos (los unos a los otros). Eso hizo que me afianzara más en lo que yo considero que es, no solo una lucha justa, sino noble por cómo inició.
La primera cosa que me marcó fue que tras los primeros tres días, sale la dictadura diciendo: “Vamos a derogar esta ley (de Seguridad Social), aquí no ha pasado nada. Regresemos a la normalidad”, todos los jóvenes estábamos de acuerdo en que teníamos que continuar. Ahí nos cayó un compromiso con la justicia. En menos de una semana teníamos casi 70 asesinados y (la dictadura) quería que eso se borrara.
Me marcó el cambio en mi vida tras aparecer en una conferencia anunciando el nacimiento de un movimiento universitario que llevaba el nombre 19 de abril y, después de eso, la Policía estuvo siempre vigilando a mi familia, vigilándome, persiguiéndome. Yo viví en más de 50 casas de seguridad en dos años.
El Diálogo Nacional en mayo (de 2018) también me marcó. Muchas personas no saben, pero la Policía intentó que no llegáramos hasta el Seminario de Fátima y aquí exalto la valentía de la gente, que se lanzaba a las calles a abrir el camino, porque teníamos que llegar.
Todos en Nicaragua sabemos el sacrificio que hemos puesto, pero no cambiaría absolutamente nada. Si pudiera, protegería más a los que de alguna manera fueron atacados por lo que yo hacía, pero creo que todo pasa exactamente como tiene que pasar.
Viví dentro de Nicaragua bajo el estado policial por varios años, renuncié a cualquier tipo de vida social. Ni siquiera iba a los supermercados porque ya había sufrido violencia por parte de algún fanático sandinista. En Nicaragua hay una persecución y una vigilancia brutal. Vivía 100% en clandestinidad y la Policía, cuando encontró la casa de seguridad donde yo estaba, quería imponerme casa por cárcel, y yo me escapé, hasta que logré llegar a Costa Rica.
Salir me hizo entender que cuando uno sale (al exilio) no se acaba la lucha. Tuve que pasar callada dentro de Nicaragua, y he encontrado de nuevo esta voz y la fuerza para continuar en este compromiso con las futuras generaciones. Abril nos hizo descubrir esa fuerza que tenemos los nicaragüenses para generar cambios.
La Dámaso Vargas: “Recuerdo las ganas de la gente de andar en las calles, porque son nuestras, porque es nuestro derecho”
Acababa de retomar los estudios para terminar mi secundaria. Tenía dos semanas de haber iniciado clases cuando el 17 de abril veo las noticias sobre las reformas al Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (INSS) y las convocatorias a las manifestaciones, y entonces decido irme, como una más de las que va a pegar cuatro gritos a la acera.
El 18 de abril, cuando ya llega la noche, nos atacan (antimotines y miembros de la Juventud Sandinista) a quienes estamos afuera de la UCA, nos cercan en la Rotonda Centroamérica y nos tiramos por un cauce para salir. Ya el 19 amanecen tomadas las universidades y había un grupo concentrándose para acompañar en la UNI y decidí irme.
Lo que más me impactó fue esa espontaneidad de la protesta. Pegábamos esas caminadas y la gente tenía tanta fuerza para caminar horas, con el sol intenso del mediodía. Recuerdo esas ganas de la gente de andar en las calles, porque son nuestras, porque es nuestro derecho, porque somos nicaragüenses.
A pesar del dolor intenso que sentíamos cada que mataron a uno más, nunca las marchas se vieron tergiversadas por el tema de las armas. En una de ellas, por la UCA, recuerdo que alguien gritó: “Patria libre”, y algunos contestaron: “O morir”. Y de repente se voltean otros y dicen: “No, morir, no, nadie quiere morir”.
La colectividad espontánea también dio mucho para que las y los nicaragüenses sobrevivieran a esos meses horribles que tuvimos que vivir.
El exilio ha sido un subibaja. Fue bonito encontrarme con un montón de gente nicaragüense, pero también es difícil sentirte maniatada, y que ahora sos vos la que necesita ayuda, la que necesita para comer una semana. De repente nos sentimos muy débiles, impotentes, y es una lección bastante dura, pero buena que el exilio me deja.
En Nicaragua nos dimos cuenta de que estar tranquila, sentada en mi casa viendo tele no era democracia, de que ir a votar por alguien no era suficiente para decir que teníamos democracia. Creo que es una lección nacional. En cuanto a mis expectativas, siguen siendo tener una Nicaragua justa, equitativa, donde todas y todos seamos humanas, donde a nadie le falten derechos.
Yaritzha Rostrán: Los jóvenes tuvimos un papel determinante en todo durante la Rebelión
A mí lo que me movió a salir a las calles fue el tema estudiantil. Yo era estudiante de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, UNAN- Managua, y ver a los chavalos de la UNAN de León el 18 de abril en la calle, siendo desalojados, me impactó muchísimo.
Estuve en las calles, estuve en la (Universidad Nacional) Agraria, en la Upoli. La solidaridad con los estudiantes, la lucha por la autonomía universitaria, fue lo que me mantuvo en esa constante protesta. Y los asesinatos de los jóvenes. El 20 de abril yo estaba en la catedral (de Managua), cerca de donde murió Alvarito Conrado, esas son cosas que impactan y conmueven muchísimo, pero que al mismo tiempo nos llenan de compromiso. Tengo un compromiso inquebrantable con la justicia.
Yo rescato de la Rebelión la organización estudiantil. Tanto los jóvenes de los barrios como los estudiantes, no estábamos preparados para una represión tal (como la que vivimos). Junto con el movimiento campesino, en ese momento, fuimos de los sectores más perseguidos y atacados por la dictadura, en plena Operación Limpieza, por ejemplo. Y, sin embargo, tuvimos un papel determinante en todo, en el Diálogo Nacional, y las organizaciones nuevas que surgieron a partir de las protestas. Todo era para ser la voz de las personas en las calles, que confiaban en el movimiento estudiantil, en los jóvenes, y en estos sectores que no estaban vinculados a los partidos políticos que tanto daño nos habían hecho.
Si pudiera cambiar algo, no me dejaría detener (por la Policía) en 2018. La cárcel fue un episodio sumamente doloroso. Demasiado injusto. Éramos estudiantes, no estábamos haciendo nada malo, eso no debió pasar nunca. Cambiaría un montón de cosas, pero creo que hice mi mayor esfuerzo. No me arrepiento de nada de eso. No tengo arrepentimientos. Creo que tomé las decisiones correctas. Por ejemplo, cuando me desligué de la Alianza Cívica, cuando me desligué del Diálogo Nacional para estar en la trinchera. Creo que esa es una decisión moral y personal que tuve, de la que nunca me voy a arrepentir.
A pesar de toda la persecución que vivíamos en Nicaragua en 2019, 2020, y todavía a inicios de 2021, sentí que la podía soportar, pero cuando empezaron las detenciones (encarcelamientos de decenas de opositores), me planteé si yo podría soportar vivir ese proceso (de encarcelamiento) otra vez y, en realidad, no.
Además, en Nicaragua no había oportunidad ya de hacer nada, me habían expulsado, no podía estudiar en la universidad y la decisión de irme al exilio fue para retomar mis estudios. El exilio para mí ha sido terrible. No me acostumbro a estar aquí. Todos los días pienso en regresar, tengo la determinación de regresar a Nicaragua. Agradezco estar aquí en Costa Rica, tener esa libertad, recuperar una vida personal, no tener esa zozobra todo el tiempo, ese miedo de que te vayan a detener como vivíamos en Nicaragua, pero sí quiero regresar lo más pronto posible.
Yo rescataría de Abril dos lecciones específicas. La primera, que esto es un proceso histórico que tiene sus raíces en muchos dolores que los nicaragüenses han ido acumulando y que por eso no es válido hablar de ideologías. Y está el dolor, no solamente por la parte político, partidaria o ideológica, sino también por la pobreza, la marginalidad a la que nos han obligado a vivir. Soy una chavala de un barrio marginal de Managua y crecer en esos lugares te margina solo por nacer ahí, y es muy difícil salir de esa pobreza. Esa realidad de los nicaragüenses es lo que nos hizo salir a las calles también en 2018. Que tenemos que cambiar eso, que todos merecemos una vida mejor.
Y la segunda lección es que la solidaridad y el tejido comunitario que podemos construir en Nicaragua es una realidad y se demostró en 2018, que el Frente Sandinista, a pesar de que lo ha intentado cooptar, no ha logrado eso. El papel de la sociedad civil y de las organizaciones comunitarias está ahí, y tenemos que aprovechar eso para reconstruir esa nación como queremos.
Gabriel Putoy: “Abril es fuerza, es resistencia, es sacar lo mejor de vos hacia tu patria”
Cuando inició la Rebelión, me encontraba en el Colegio Salesiano de Granada dando clases. Unos maestros me llamaron, que qué pasaba con mi familia, porque, exactamente vivíamos en esas tres cuadras en donde se dio la rebelión (en Masaya). No entendía de qué me hablaban, pero al salir, vi lo que estaba sucediendo en el barrio, la gente decía que la Policía había atacado a los ancianos en una marcha y que habían corrido hacia Monimbó y ya estaba todo insurreccionado.
De esos días recuerdo cómo los muchachos de mi barrio se protegían con una hoja de zinc, en una esquina desde donde yo estaba viendo en la casa de una prima, y la Policía les está tirando a matar. Y también me impactó que el hijo de un docente colega mío, Álvaro Gómez, fue uno de los primeros muertos. Dije yo: “No podemos quedarnos de brazos cruzados, tenemos que buscar cómo seguir, que haya justicia por Alvarito”. Y no íbamos a dar marcha atrás, teníamos que solidarizarnos entre nosotros mismos, porque el dolor de aquel es el dolor mío.
En esta lucha, a pesar de que ha sido muy dura, hemos conocido gente muy aguerrida, heroica. Yo me sentía con el compromiso de ser docente, de educar a las generaciones, pero hubo quienes me estaban enseñando a ser patriota.
No cambiaría nada. No me arrepiento. Al contrario, estoy muy orgulloso de haber hecho esas acciones que nos costaron cárcel. Abril es fuerza, es resistencia, es sacar lo mejor de vos hacia tu patria. Tiene que haber un cambio en Nicaragua y aquí seguimos. No importa que pasen seis años más y tengamos que aguantarnos, pero de que se van a ir (los dictadores), se van a ir.
Yo también pensé, (como otros exiliados), que el exilio iba a ser corto, que en determinado momento el pueblo se iba a levantar (de nuevo) o que la gente del exilio iba a regresar.
El exilio ha sido un aprendizaje continuo. He consagrado mi vida a la lucha. He aprendido a sobrevivir con los trabajos que he tenido, he emprendido, he hecho de todo para sobrevivir en Costa Rica, pero sin descuidar ni un minuto la lucha. Sí queremos regresar lo más pronto posible, pero soy consciente de la realidad y yo digo: “No importa que sean seis años más, la cosa es que se vayan y que esto no se vuelva a repetir”.
Pido a la ciudadanía que conmemoremos la Rebelión de Abril desde la unidad. La unidad es diversidad en armonía. Abril es juventud, es no continuismo, es reivindicaciones sociales para los trabajadores del Estado, es dar el espacio a las nuevas generaciones.
Decía San Juan Pablo Segundo: “Las ideas no se imponen, se proponen. Propongamos sobre la mesa, veámonos como hermanos, dialoguemos y demos al país los mejores hombres y las mejores mujeres. Heredemos a las nuevas generaciones algo distinto de lo que nos está tocando vivir.