11 de diciembre 2018
Brenda Gutiérrez prefiere no pensar en la inminente navidad. No porque tenga algún inconveniente con estas festividades, sino porque este año soportará una ausencia “terrible”: la de su hijo Kevin Rodrigo Espinoza, uno de los 565 presos políticos que mantiene el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo tras la rebelión de abril.
A la madre le da “coraje” pensar “en su niño” aprisionado, mientras, en libertad, habrá gente que se dirá “feliz navidad y próspero año nuevo”. “En mi casa no se celebrará navidad”, decreta la mujer con firmeza. No habrá cena ni árbol ni nacimiento porque era su hijo quien ponía la chispa navideña en su hogar.
Pese a sus 21 años de edad, Kevin Rodrigo Espinoza se comporta como un “niño grande” los 24 y 31 de diciembre. Le gusta quemar pólvora y tocar su guitarra para amenizar las cenas decembrinas. Sin embargo, este año el estudiante compartirá las navidades en la penitenciaria La Modelo junto a sus compañeros de celdas, quienes lo acompañan desde julio, cuando fue apresado de manera ilegal.
“Para la familia va a ser un golpe, porque él no estará. Está el espacio pero él no está. Eso nos llena de dolor…”, lamentó Gutiérrez, una de las madres que conforma el Comité pro Libertad de los Presos Políticos.
Aunque para este grupo de madres y familiares la intransigencia del régimen de Ortega-Murillo es clara, ellos se aferran a la esperanza en la época navideña y demandan la libertad de los reos políticos. En los planes de la dictadura no se avizora una pronta excarcelación para los privados de libertad, y, más bien, el Poder Judicial está programando juicios para el venidero 2019.
Una cifra récord
Los 565 presos políticos que registra el Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh) es la cifra más alta en la historia de Nicaragua. Es decir, nunca habían existido tantas personas privadas de libertad por razones políticas.
De esos 565 presos políticos, 477 están siendo procesados judicialmente, 85 han sido condenados, y 19 son juzgados con la medida preventiva de casa por cárcel. Los números van variando a diario debido a la incesante cacería policial de ciudadanos.
En los momentos más álgidos de la represión somocista en los años setenta, el mayor número de procesados políticos registrado fue de 111 personas. Es decir, que el régimen de Ortega—Murillo mantiene cinco veces más reos que la anterior dinastía familiar.
“El máximo número fue después de la toma de la Casa de Chema Castillo, cuando desataron una represión bastante enorme en la montaña y en la ciudad”, señala Mónica Baltodano, historiadora y exguerrillera sandinista. “En el pico de la represión estuvieron más o menos unos 100 presos políticos, pero una parte de ellos fue sentenciada en ausencia por un Consejo Militar, porque Somoza legalmente estableció el Estado de sitio. No como ahora que no existe legalmente, pero de facto estamos funcionado como un estado de excepción”, agrega.
Tras la toma de Chema Castillo se consiguió la liberación de once presos políticos del Frente Sandinista, entre quienes estaba el actual dictador Daniel Ortega.
La diferencia entre el número de presos políticos de hoy es desproporcionada, de acuerdo a quienes demandaron en los setenta la liberación de los privados de libertad. Pero, además, señalan una diferencia abismal: las formas de lucha. Somoza enfrentó a un movimiento armado. Ortega reprimió una rebelión cívica.
“Somoza combatió una guerrilla armada que veníamos preparando durante años. Ahora, lo que ocurrió en Nicaragua, fue una sublevación pacífica. Sin armas, personas desarmadas”, diferencia Baltodano.
Brenda Gutiérrez tiene vagos recuerdos de la época somocista. Al ver a su hijo encerrado en La Modelo no duda en asegurar que la consigna que se grita en las marchas, la que dice “Daniel y Somoza, son la misma cosa”, está errada.
“No son la misma cosa. Daniel rebasó todo con respecto a lo que Somoza hacía. Con Somoza todavía había el derecho de manifestarse, gritarle a Somoza soltá nuestros presos, a los secuestrados. Quiso ser tan parecido a Somoza que resultó siendo mejor en el punto negativo”, sostiene Gutiérrez.
“Navidad sin presos políticos”
La madre de Kevin Rodrigo Espinoza ha escuchado con frecuencia por estos días decembrinos sobre las campañas “Navidad sin presos políticos” realizadas en los años setenta. Sabe que fueron fructíferas puesto a que el somocismo dejaba en libertad a los presos políticos tras las presiones ciudadanas.
“Demandamos primeramente la libertad de los secuestrados políticos. Queremos una navidad sin presos políticos”, exige Brenda Gutiérrez en calidad de directiva del Comité pro Liberación de los Presos Políticos.
Aunque el Comité deseara realizar más protestas en las calles, han decidido abstenerse por la decisión del régimen Ortega—Murillo de ilegalizar cualquier atisbo de manifestación ciudadana.
“Nos hemos visto tentados a hacer huelgas de hambre, porque es una demanda justa la que nosotros haríamos. Pero siempre pensamos en la seguridad de los familiares de los presos y presas políticas”, explica Liliam Ruiz Osorno, madre del preso político Hansel Manuel Vásquez Ruiz.
“Ya es bastante el dolor que causa tener un hijo, un esposo, un primo preso como para que nosotros corramos con la misma suerte. Además, nosotros somos las voces de nuestros hijos, las voces de los presos políticos”.
Marlen Chow, líder estudiantil en los setenta y activista política en la actualidad, recuerda que bajo la represión somocista había resquicios para la protesta en demanda de la liberación de los presos políticos. No como ahora, cuando cualquier piquete es abatido por decenas de antimotines. Chow lo sabe porque fue una de las 38 personas detenidas en Camino de Oriente el pasado 14 de octubre.
“No tiene punto de comparación porque en esos años, todavía las juventudes podían protestar en las calles”, afirma Chow. “Hacíamos caminatas de León a Managua y nunca nos encontramos un batallón. Tuvimos de frente el Batallón de Combate General Somoza, pero el rector de la universidad, el doctor Carlos Tünnermann, podía salir y dialogar con los jefes militares. Agarrar un teléfono y hablar con el jefe militar de la región y llamarlo a la cordura. En este tiempo, aquí, es completamente imposible. La situación de represión de esos años que era feroz, tenía por lo menos un viso de un respeto a la ley entre comillas”, compara.
A lo que hace alusión Chow son a las masivas protestas contra Somoza en demanda de la liberación de los presos políticos. Se trataba de campañas ciudadanas sostenidas cada año, y que, en la mayoría de los casos, obligaban al somocismo a liberar a los reos políticos o a presentarlos ante la sociedad para verificar su estado de salud física.
Aunque las demandas por la liberación de los presos políticos ya eran reivindicadas en los sesenta por líderes estudiantiles como Casimiro Sotelo, fue hasta en septiembre 1970 que se sentó el precedente de lo que serían las campañas “Navidad sin presos políticos”.
565
es la cantidad de presos políticos en 2018, según cifras del Cenidh
1972
inició la jornada "Navidad sin reos políticos" bajo la dictadura somocista
11
presos políticos fueron liberados en diciembre de 1974, después que un comando del FSLN asaltó la casa de Chema Castillo. Entre ellos estaba Daniel Ortega
100
perseguidos políticos fueron condenados en 1977 por un Consejo de Guerra. Más de la mitad fueron juzgados en ausencia
50
presos políticos fueron liberados en 1977 por un comando del FSLN
La toma de Catedral, un precedente
Estudiantes de la Universidad Centroamericana (UCA) decidieron tomarse la Catedral de Managua en un hecho sin precedentes. Edgar Parrales era sacerdote y estudiante de Derecho en la UCA; él fue uno de los artífices de la toma del templo mayor.
La protesta representaba toda un reto para el régimen somocista: hacerse de la Catedral que estaba situada al lado del Palacio Nacional, sede del Congreso (el mismo que ocho años después se tomaría un osado comando sandinista), y varias dependencias estatales.
“Llegamos a la misa de las seis de la mañana. Sacamos a la gente que estaba llegando a la Catedral. Cerramos las puertas y nos tomamos el lugar. Decíamos nuestras demandas a través de los parlantes que estaban en el segundo piso”, rememora Parrales. “Entonces empezaron los medios informativos nacionales e internacionales a informar. Se convirtió en una crisis tal, que Somoza tuvo reunión permanente con su gabinete para analizar la crisis. El arzobispo tuvo reunión con su clero para analizar la situación también”.
La crisis se solventó con la intermediación del entonces arzobispo de Managua Miguel Obando y Bravo. Los estudiantes abandonaron el templo, y los presos políticos fueron liberados posteriormente. Sin embargo, la experiencia resultó un parteaguas para las campañas venideras por la libertad de los presos políticos.
En 1972, el padre jesuita Fernando Cardenal impulsó la primera campaña llamada taxativamente “Navidad sin presos políticos”. Otra vez, la Catedral fue tomada por los estudiantes. Las reivindicaciones tomaban fuerza en la sociedad. Sin embargo, el 23 de diciembre el terremoto de Managua terminó abruptamente la protesta.
“Esa toma de Catedral fue interrumpida por el terremoto. Estábamos en la Catedral cuando se cayeron parte de las estructuras, y literalmente algunos presos políticos salieron porque se cayeron las paredes de El Hormiguero”, recuerda Mónica Baltodano.
En los años siguientes, las campañas por la libertad de los presos políticos se volvieron constantes. Fueron la primera escuela de solidaridad de los estudiantes universitarios y de secundaria, quienes también se unieron a las protestas.
Memorables son para aquellos que vivieron esos días la campañas en León. La ciudad universitaria y su monumental Catedral tomadas completamente desafiando a la Guardia somocista.
En 1973, se demandó la liberación de Francisco “Chico” Ramírez, un cabo que desertó de la Guardia Nacional, y la de Efraín Northanwalton, un salvadoreño que había sido profesor.
“Por lo menos en León, además de la toma de las iglesias, de la Catedral, el Calvario, San Felipe, la Ermita de Dolores, se acompañó de grandes movilizaciones que llegaron a los barrios debido a que la represión fue tan brutal. Eso fue todo diciembre la jornada y logramos la victoria en enero”, rememoró Baltodano.
Las jornadas de Ampronac
La Asociación de Mujeres ante la Problemática Nacional (Ampronac) se formó en 1977, y entre sus líneas de acción estaba el reclamo por la liberación de los presos políticos. Las mujeres realizaron huelga de hambre en León y se tomaron la sede de Naciones Unidas en Managua.
“Antes del 78, 79, las campañas por los presos políticos eran parte de la movilización ciudadana. Mujeres, hoy de mi edad, eran las madres o abuelas que se solidarizaban con esos jóvenes en los atrios de las iglesias”, relata Lea Guido, una de las promotoras de Ampronac. A las protestas se sumaron artistas como Carlos Mejía Godoy. Y se realizaban conciertos en los atrios de las iglesias y decían las consignas en los cantos.
Guido, que por ese entonces era profesora de la Universidad Nacional de Nicaragua (UNAN), recuerda que Moisés Hassan y Julio López hicieron una huelga de hambre por la libertad de los presos políticos, particularmente por Tomás Borge y Marcio Jaen.
La promotora de Ampronac tuvo a un hermano preso bajo el somocismo. Guido asegura que su hermano tuvo el derecho a una defensa, y como familiar tenía la posibilidad de ver y hablar con los reos, algo que no pasa bajo el régimen Ortega—Murillo.
“La cosa ahora es descomunalmente peor por dos razones, porque el número de gente aprisionada es verdaderamente inmenso; y este régimen tiene una actitud obtusa de no querer ceder en ninguna manera a las peticiones que se le hacen”, comenta por su parte el exsacerdote Parrales. “Ellos saben perfectamente que todos los que están presos no son presos comunes: son presos políticos. Les han inventado delitos con testigos falsos, con una Fiscalía anuente a la política del Gobierno, perdiendo su autonomía como debe corresponder a una Fiscalía de la nación”, añade.
El régimen Ortega—Murillo solo reconoce 273 presos políticos, la mitad de los 565 contabilizados por el Cenidh. En la narrativa oficial, no se les trata de privados de libertad por razones políticas sino de “presos comunes”.
Entre esos presos está Kevin Rodrigo Espinoza, el hijo de Brenda Gutiérrez que no quiere fiestas de navidad con un familiar encarcelado. “Es algo —admite— que prefiero no pensar”.