Monseñor Silvio José Báez: “Ninguna noche en la vida es para siempre”

Monseñor Silvio José Báez, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Managua, dijo durante la homilía de este domingo cinco de marzo, que “la última palabra en la historia no la tiene el dolor, la injusticia, el mal y la muerte…. ninguna noche en la vida es para siempre”.

"Nos podemos sentir dispersos, débiles y hasta fracasados por no haber conseguido los resultados esperados. La fuerza de la injusticia y la violencia parecen invencibles, no se ven caminos de solución. En esos momentos hay que subir al monte y tomar distancia de la realidad, elevarnos sobre la llanura de los intereses personales o ideológicos que nos hacen rígidos, indiferentes o pesimistas”, recalcó.

Durante la homilía remarcó que "en las luchas sociales el cansancio, los intentos fallidos y las decepciones no son el fin. Son dolores de parto de una nueva sociedad. Son oscuridades que anuncian la llegada de un nuevo día lleno de luz".

“Desde lo alto de un monte el panorama se ve mejor, el horizonte se amplía, todo se ve de otra manera. No es sano vivir solo en la planicie, en la llanura de lo rutinario, condicionados por las urgencias de cada día y llenos de miedo por los retos de la realidad. Hace falta tomar distancia y elevarnos por encima de los pantanos del fracaso, de la mediocridad y la desesperanza. Hay que subir y dejar atrás por un momento los miedos y las tristezas que nos paralizan”, predicó.

El mal y la injusticia no son el final

Constituido en una voz profética que incomodó a la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo, el obispo tuvo que salir de Nicaragua en abril de 2019, al conocerse que había amenazas creíbles en contra de su vida. Desde el exilio, el pastor ha podido seguir predicando la palabra de Dios, y abogar por Nicaragua y por los presos políticos, en especial por monseñor Rolando Álvarez, obispo de Matagalpa, y administrador apostólico de la Diócesis de Estelí.

"No hay que desanimarse. El pecado, el mal y la injusticia no son el final…. Es tiempo de elevarnos sobre la mezquindad y el egoísmo. Es hora de pensar con sensatez, de crear vínculos de comunión, de animarnos recíprocamente a la esperanza y convertirnos en factores de unidad. Hay que transfigurar la mente y el corazón para poder transfigurar la realidad”, manifestó.

Sentenció que solo con la  fuerza de la fe, “seremos capaces de ver la luz que se esconde discreta en cada oscuridad de la vida, podremos superar nuestro pesimismo, no quedarnos aplastados por los fracasos, ni encerrados por nuestros estrechos cálculos humanos”.