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Masaya otro día más herida, continúa en resistencia

Comisionado mayor Avellán asegura que los manifestantes son "drogos", que parecen zombies, pobladores responden que la ciudad entera está en protesta

Masaya sumó diez muertos en los últimos tres días. La cifra total en la ciudad se acerca a los veinte. Confidencial | Carlos Herrera

Maynor Salazar

5 de junio 2018

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En el puesto médico de la iglesia San Miguel, en Masaya, no lo reconocieron. Varias señoras, que llegaron alarmadas buscando a sus hijos, aseguraron que a ese muchacho que tenían en la camilla, no lo conocían, ni lo habían visto en las barricadas. Para los doctores y demás voluntarios, aquel joven, que más tarde se enterarían que tenía 23 años, era un completo extraño.

El padre de la iglesia San Miguel, Edwin Román, tampoco pudo reconocerlo. Al amanecer un grupo de Niquinohomo llegó al puesto médico. Ellos sí lograron identificarlo. Era Carlos Erick López, un profesor que la noche del domingo había llegado con ese mismo grupo, a apoyar a los masayas que estaban defendiéndose de otro violento ataque de paramilitares y antimotines.


El profesor murió cerca de la Cruz Roja, en Masaya. Su cuerpo permaneció durante varias horas en el suelo. Nadie, ni siquiera los cruzrojistas, se atrevían a acercarse y levantarlo. Temían que el “mismo francontirador” que había matado a López de un disparo en el pecho, los matara a ellos también.

Producto del violento ataque, la noche de ese domingo también fallecieron Jason Alexander Putoy, y el oficial José Abraham Martínez, de 22 años, confirmado por el jefe de la Policía Nacional en Masaya, Ramón Avellán. La Asociación Nicaragüense Pro-Derechos Humanos (APNDH), afirmó que otros dos ciudadanos perecieron, aunque aún no identifican sus nombres.

Masaya

Unos treinta detenidos fueron liberados en Masaya, con la mediación de la Iglesia y la ANPDH. Confidencial | Carlos Herrera

Nuevo ataque, más muertos

Masaya fue atacada nuevamente el domingo por la noche, media hora después de que el párroco de la iglesia San Miguel, Edwin Román, había negociado con el Jefe de la Policía de Masaya, la liberación de al menos 30 ciudadanos. Las campanas del templo sonaron sin parar. Advertían de un nuevo ataque.

Los antimotines y las turbas salieron de sus cuarteles y dispararon a mansalva contra los muchachos que estaban en las barricadas ubicadas alrededor de la delegación policial. Algunos jóvenes corrieron a traer piedras y morteros. Otro grupo aguantó la presión y enfrentó a las fuerzas uniformadas.

“Nos atacaron por varios lados. Salieron disparando sin importar nada. Avanzaron por distintos puntos y mataron a varios de nuestra gente”, relató Manuel Hernández, habitante de Masaya.

El terror y la violencia se concentraron en el centro de la ciudad y cuadras aledañas. Según afirmaron algunos ciudadanos a Confidencial, los antimotines estaban esperando refuerzos, pero no consiguieron entrar hasta la delegación policial por la enorme cantidad de barricadas que había en las carreteras y calles.

A lo largo y ancho de la ciudad, los pobladores que estaban en sus casas escuchaban disparos de AK, morteros, y gritos de los jóvenes que corrían de trinchera en trinchera para escapar de las balas de las fuerzas represoras. En ese ir y venir, fueron asesinados el profesor de Niquinohomo y el muchacho de apellido Putoy.

El ataque de los antimotines y turbas parecía tomar mayor fortaleza, sin embargo, durante el enfrentamiento, al menos seis de sus fuerzas resultaron heridos. Uno de ellos de gravedad. “Entonces cuando ellos se dan cuenta que el policía va mal herido, se regresan a la delegación”, afirmó un ciudadano que pidió ser identificado como Moreno.

Avellán

Comisionado mayor Ramón Avellán, jefe de la delegación policial de Masaya. Confidencial | Carlos Herrera

Las dos camionetas y el “ataque de cipermetrina”

Replegados en la delegación policial, los oficiales abordaron dos camionetas. Salieron, una detrás de la otra, con al menos seis antimotines disparando “a lo loco” en toda la calle de La Reforma.

En esa calle habían unas cinco barricadas, pero no impidieron el paso de las camionetas. La primera botó las barricadas y la segunda, con el camino despejado, avanzó en dirección al hospital Humberto Alvarado.

“Iban violentos, disparaban a las puertas de las casas. Iban apurados porque en la tina de las camionetas llevaban a los heridos. Llegaron al hospital y se metieron todos. Una vecina mía se asustó al ver aquel montón de hombres. El que iba más grave fue el que murió”, relató Moreno.

A la pregunta de quién disparó a los antimotines, Moreno asegura que no tiene información al respecto. “Sinceramente no sé. Ellos andaban en toda la calle y con esas turbas también. Al rato y fueron ellos mismos”, expresó.

El enfrentamiento continuó cerca de la delegación policial. Acuartelados, los antimotines disparaban desde lejos. Los ciudadanos, con morteros y piedras, hacían lo suyo. En ese momento, las redes sociales se coparon de mensajes que advertían que una avioneta, y un dron, sobrevolaban la ciudad. “Y ahí fue que sentimos aquello raro. Los ojos se nos pusieron rojos, a mis amigos y a mí, y como un dolor en la garganta”, relató Moreno.

Masaya

Masaya es una ciudad atrincherada. Hay barricadas por todas las calles y la destrucción está a la vista. Los muros de adoquines sirven de defensa. Confidencial | Carlos Herrera

En las redes sociales también denunciaron que la avioneta, supuestamente había arrojado un líquido por los aires, en distintos puntos de la ciudad. Algunos se aventuraron a decir que había sido cipermetrina. Otros simplemente ignoraron la alerta, pues en sus casas, no sintieron ningún olor fuera de lo común.

Álvaro Leiva, secretario de la ANPDH, manifestó que sobre este tema recibieron varias denuncias. Pero que no podían aventurarse a afirmarlo, sin antes realizar algún tipo de investigación. “Vamos a hacer un recorrido en el pueblo y luego vamos a informar”, resaltó.

Los ánimos disminuyeron a eso de las tres de la mañana. Con ambos grupos cansados, el enfrentamiento cesó. Sin embargo, la calma no regresó al pueblo, sino hasta las seis de la mañana.

Las calles aledañas a la delegación policial terminaron llenas de piedras y restos de botellas de vidrio. “Es un verdadero campo de batalla”, dijo un ciudadano a bordo de su bicicleta, que pasaba por el lugar al momento de nuestra visita.

A las 10:00 de la mañana de este lunes ya no se escuchaban detonaciones de armas de fuego y tampoco de morteros. Algunos limpiaban el frente de su casa, que estaba lleno de piedras. Otros salían de sus hogares rumbo al mercado o el súper. Sorprendentemente, pasaron en frente de la estación policial y el mercado de artesanías.  La zona de combate.

La entrega y la negación

El padre Edwin Román está cansado. Su rostro lo delata. Este fin de semana ha pasado corriendo de delegación a la casa cural varias veces, liberando a los ciudadanos capturados por los agentes policiales durante los enfrentamientos.

El sábado en la tarde ayudó a liberar a veinte ciudadanos. El domingo en la mañana llegó hasta El Chipote a sacar a otros doce. Y ese mismo día por la noche, colaboró para que otro grupo saliera de las celdas de la delegación de Masaya.

Este lunes el trabajo es un poco distinto. Está liberando a agentes policiales que estaban en manos de los protestantes.

“Esta es una misión. No solo trabajamos para liberar a los que protestan, sino a los que ellos capturan”, dijo el párroco Román, mientras caminaba rápidamente desde la iglesia Magdalena, en Monimbó, hasta la estación policial.

El joven que liberaron supuestamente es hijo de un comisionado de León. “Es que el chavalo llegó a Niquinohomo en una moto y cuando lo agarramos, dijo que era hijo de un policía. Él andaba haciendo trabajo de inteligencia y se dirigía a Masaya”, mencionó Moreno.

Ese joven no fue el único que entregaron al jefe de la Policía de Masaya, Ramón Avellán. La noche anterior el padre Román y Álvaro Leiva, de la ANPDH, ayudaron a que un oficial capturado en Nindirí fuese puesto en libertad. Este lunes también intervinieron para que un sujeto, que tenía documentos oficiales de la Policía, fuese soltado por los masayas.

Masaya

La misa previa al entierro de uno de los fallecidos más recientes en la ciudad de Masaya. Confidencial | Carlos Herrera

“Yo no soy policía, es que esa licencia y esos papeles nunca los devolví”, dijo el ciudadano al momento de ser entregado a Avellán, quien con una cara de “asombro”, recibió al hombre.

Avellán negó a los medios de comunicación que los agentes de su delegación maltrataran a los detenidos, pese a que varios de los ciudadanos, han salido de esas celdas con golpes y moretones. También “aseguró” que no disparan con akas y que la acusación de que tienen francotiradores es falsa.

Sobre el ataque que realizó la Policía este fin de semana, Avellán contestó que “ellos estaban asediándonos y nosotros nos vimos obligados a hacer una defensa circular”.

Cuando se le cuestionó que los detenidos si salían golpeados de la delegación y que prueba de ellos fue una mujer que entró, custodiada por él durante un “operativo” y salió de la celda con el pie muy golpeado, Avellán, visiblemente enfadado, respondió que “nosotros no los golpeamos, entre ellos mismos se golpean, si esa mujer era la líder, entre ellos mismos se pegan”.

Masaya permaneció en calma este lunes al menos hasta las doce de la noche. Ni manifestantes ni oficiales se enfrentaron. Eso sí, las barricadas fueron reforzadas. En cada calle había al menos una.

Además de imposibilitar el tránsito de vehículos a lo interno de la ciudad, después de una fuerte lluvia, algunas casas se inundaron. A pesar de esto, los masayas permanecen expectantes. No se fían de las fuerzas represoras. Tienen el apoyo de otras ciudades, que han puesto tranques para evitar que más antimotines o turbas lleguen a atacar el pueblo.

Masaya está herida, pero no vencida.


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Maynor Salazar

Maynor Salazar

Periodista. Investiga temas de medio ambiente, corrupción y derechos humanos. Premio a la Excelencia Periodística Pedro Joaquín Chamorro, Premio de Innovación Periodística Connectas, y finalista del premio IPYS en el 2018.

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