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“¡Malditos, mataron a mi niño!”, el grito en Ciudad Belén

Tomás Alejandro Estrada, comerciante de 20 años, fue ultimado el viernes de un balazo dentro de la ciudadela

María Auxiliadora Estrada, tía de Tomás Estrada, llora al lado del ataúd de su sobrino. Yamlek Mojica | CONFIDENCIAL.

Yamlek Mojica

27 de mayo 2018

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Las calles de Ciudad Belén son angostas y el silencio las reduce aún más. Casi nadie está afuera. Algunos salen de sus casas con maletas en las manos y caminan rápidamente hacia la salida. Huyen. Corre una brisa escalofriante y el cielo está nublado. Hay árboles caídos por la lluvia torrencial de la noche anterior, barricadas naturales. El silencio se rompe con un grito ensordecedor: “¡Malditos, mataron a mi niño!”. El lamento proviene de la vela de Tomás Alejandro Estrada, de 20 años, muerto por una bala en el cuello el viernes. La cotidianidad de la ciudad se divide entre el antes y después de su muerte.

Ciudad Belén está ubicada a 14 kilómetros del centro de Managua, en Sabana Grande. Para llegar se usan caponeras, ninguna ruta pasa por ahí. El complejo de casas fue parte de un proyecto gubernamental de reubicación a familias que vivieron en los escombros de la vieja Managua y en otros puntos críticos de la ciudad. “Aquí nadie se metía en problemas, buscamos cómo salir adelante”, dice “La Flaca”, pobladora que prefirió omitir su nombre.


Según “La Flaca”, en Ciudad Belén nunca se manifestaron. “Tomábamos como chiste cuando decíamos que si salíamos a protestas nos iban a quitar la casa, porque fue por un programa estatal. Pero es que somos tranquilos todos”, cuenta.

El viernes, poco después del mediodía, las familias terminaban de almorzar viendo la novela. Los niños jugaban en las calles y para algunos, era hora de sentarse en la acera.

Llegaron disparando

El primer indicio que algo iba a suceder, fue el extraño ruido de motores de camionetas. En la ciudadela no muchos tienen vehículos. Mucho menos tan potentes. “Eran cuatro camionetas Hylux y varias motos, no hay de donde perderse”, cuenta “La Flaca”. Se escucharon los primeros disparos y los primeros gritos. De las camionetas salían balas sin un blanco específico. Tiraban a los postes, a las casas.

Jackeline González estaba dentro su hogar cuando las escuchó. Pensó en su nieto de un año que estaba afuera viendo jugar a sus vecinos. Le gritó a Tomás, su yerno, para que saliera a rescatarlo. Las camionetas se acercaban cada vez más. Tomás corrió a traer al bebé y se lo dio a su esposa, pero al mirar que la población salía a enfrentar las camionetas, quiso ir a ver.

-Tomás, ¿y adónde es que vas vos?

- Nada, ¡voy a chismear!

- No jodás, buscando que te peguen un balazo andás vos.

Victoria González, su pareja, le rogó que no fuera. “Yo presentía que le iba a pasar algo, pero él era curioso y no lo pude parar”, lamenta. Tomás siguió caminando hasta donde se escuchaban las balas, así le dispararon en el cuello.

No fue el único. Fueron seis los heridos, uno todavía está grave, pero ver a Tomás en el suelo, tratando de hablar mientras escupía su sangre, marcó a la población.

A Tomás lo subieron en una caponera junto a su esposa para llevarlo al Centro de Salud. “Ay, te dije que no fueras, ay”, se lamentaba. Él estaba agonizando.

La muerte de Tomás

Según Alejandro Estrada, padre de Tomás, en el hospital local no lo querían atender. “Tuvimos que casi botar las puertas del hospitalito para que lo vieran, yo pedí que me lo trasladaran y no hacían caso. Se me murió mi hijo por eso, por ellos”, relata Estrada. CONFIDENCIAL intentó consultar a los médicos dentro del centro de salud, pero dijeron que no estaban autorizados a brindar declaraciones.

Los habitantes vieron cómo uno de los hombres a bordo de las camionetas fue tirado del vehículo en marcha. Cayó frente a los ojos de todos. El cuerpo quedó inerte, nadie lo tocó. Hoy es identificado como Yader Castillo. La población lo señala como el asesino del joven.

Horas después, el cuerpo de Tomás regresó a su casa en un ataúd. El carro fúnebre tuvo que cruzar varias barricadas, después del ataque Ciudad Belén no es la misma y está preparada para resistir. Gobierna el silencio. La gente se acercaba al féretro. Faltaban siete días para su cumpleaños.

El joven trabajaba como comerciante ambulante en varios departamentos, así mantenía a su bebé de un año y medio. No era estudiante, pero tampoco militaba en ningún partido político. “A él no le daba de comer ningún partido, ni el Frente ni nadie. No era toma tierra. Él no se metía con nadie, era hasta miedoso, nunca iba a andar en protestas. Pero no era para que me lo mataran”, afirma su suegra, Jackeline González.

Alejandro Estrada, padre de Tomás, llora sobre el ataúd de su hijo. CONFIDENCIAL

El pequeño hijo de Tomás le balbucea al ataúd: “Papa Can, levantáte de ahí”. Su madre, llorando, lo quita. “¿Cómo dejaron a un niño sin su padre?”, se lamenta.

María Auxiliadora Estrada pide justicia. Ella se encargó del cuido de su sobrino desde que era un bebé. “A mí me avisaron a las cuatro y yo pensé que era mentira. Yo no sé cómo existe gente tan mala”, afirma.

Aunque González dice que no puede culpar a nadie de la muerte de su yerno, Alejandro Estrada, padre del joven, cree firmemente que fueron policías vestidos de civil. “A mí no me van a engañar”, asevera.

Los vecinos afirman que no dejarán que pase algo así de nuevo. “Nosotros sabemos quiénes fueron los que mataron al chavalo, no somos tontos”, expresan. Ya levantaron tranques en la carretera y están preparados para cualquier ataque. Las barricadas cubren de esquina a esquina las angostas calles de la ciudadela. En la entrada hay hombres haciendo guardia, preguntando de dónde vienen y a qué lugar van los vehículos. La tranquilidad en Ciudad Belén no volverá.

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