El Sí tenía todo de su lado para ganar, y aún así perdió sorprendiendo incluso a los que promovían el No. Estas son las cinco cosas que podrían explicar la derrota del Sí.
1. Subestimó el rechazo a las Farc que el uribismo sí supo encarnar.
Después de 52 años de cometer atrocidades, el rechazo de la mayoría de los colombianos a las Farc es inmenso y el uribismo –que desde sus orígenes ha encarnado ese rechazo- lo supo capitalizar.
El Centro Democrático decidió focalizar su campaña en que votar No era un voto de rechazo a las Farc, era votar contra Ser Pillo Paga, votar contra el Timochenko presidente, etc.
Dejaron incluso de lado la idea inicial de volverlo un plebiscito contra el presidente Santos. Lograron exitosamente convencer a la mitad de los colombianos que votar por el No no era votar por decirle adiós a las Farc sino su regreso.
Todos los expertos coinciden en que en un plebiscito es fundamental el liderazgo de los líderes (valga la redundancia), sobre todo del que lo convoca porque la gente está tan nerviosa frente a la trascendentalidad de la decisión que necesitan una guía.
Juan Manuel Santos, como explicó La Silla, se convirtió desde un inicio en un lastre para el plebiscito.
En las últimas semanas, finalmente se marginó un poco de la campaña y dejó que los ciudadanos y otras fuerzas políticas lo lideraran y seguramente eso permitió que el Sí sacara 20 puntos más de los que registra el Presidente en las encuestas.
Pero no fue suficiente para ganar.
3. La campaña del Sí rompió la dicotomía entre paz y guerra
Inicialmente el Gobierno enmarcó la campaña con la misma dicotomía que había llevado a Santos a ganar en la segunda vuelta: la de que votar Sí era votar por la paz y que votar No era votar por la guerra.
Sin embargo, cuando las Farc desmintieron a Santos diciendo que si ganaba el No ellas seguirían apostándole a la negociación y el uribismo salió con la consigna de que el No en realidad le apostaba a “un mejor acuerdo”, el Gobierno cambió su mensaje.
Obviamente, entre el acuerdo logrado y un acuerdo mejor, la mayoría de la gente optó por lo segundo.
Las Farc mostró todo menos humildad en este período que era clave para inclinar a los indecisos hacia un lado u otro.
El discurso de Timochenko el día de la firma del Acuerdo de Paz en Cartagena fue el discurso de una guerrilla que se sentía victoriosa. Su mano en alto cuando salió al escenario como una estrella de rock, su perdón a medias que ni siquiera pidió sino que ‘ofreció’, su superioridad moral no pasaron en vano.
Encuestas internas del Gobierno, según supo La Silla, mostraron que el impacto del evento fue muy negativo.
La estrategia del Gobierno de mostrar la paz como un hecho irreversible fue también un acto de soberbia. Lo hizo Santos en la Asamblea de la Onu cuando dijo que la guerra había terminado. Lo hizo cuando la firma en Cartagena cuando dijo que había cesado la horrible noche. Era casi como si la votación del plebiscito fuera innecesaria.
Las cartillas de la ministra de Educación Gina Parody pusieron en evidencia que la tendencia mundial del conservadurismo social también encontró una expresión en Colombia. Y el Presidente, en cambio de entender esos elementos conservadores -que son en su mayoría homofóbicos pero no solo eso- los alebrestó más nombrando a Parody coordinadora del plebiscito y sacando la encuesta del Dane justo dos semanas antes de la votación del plebiscito.
Con esas movidas, Santos perdió el voto más católico, que fue capitalizado por el uribismo. Lo peor es que esta alianza uribismo-conservadurismo social se vuelve una amenaza real a todos los avances en igualdad de derechos para las mujeres y la comunidad lgbti.
Publicado originalmente en La Silla Vacía.