18 de septiembre 2024
A la una de la tarde, bajo el cálido sol de Upala, a escasos kilómetros de la frontera con Nicaragua, la nicaragüense María Ortega enciende su fogón y comienza a palmear unas quince tortillas que luego compartirá con sus compañeras de las “Tardes de Café”.
La cita es en el Salón Comunal de La Victoria, donde mujeres de la zona, muchas de ellas migrantes nicaragüenses, se reunirán para algo más que merendar.
Algunas llegan temprano para organizar el espacio: colocan sillas y una mesa para los alimentos. María dispone las tortillas, otra acomoda el queso, y una tercera prepara el café. También colocan afiches sobre violencia doméstica, lapiceros y hojas en blanco.
A medida que el grupo se completa, María, quien facilita el encuentro, invita a todas a sentarse y comienza la reunión con el mensaje de bienvenida que resalta la importancia de este espacio seguro, libre y sin juicio. “Recuerden que nos podemos apoyar, pedir ayuda o buscar solución”, enfatiza.
“¿Cómo está todo hoy?”, pregunta María. Que hay un conflicto por la construcción de un pozo en la zona. Que una compañera no asiste más porque empezó un nuevo trabajo. Que una amiga tampoco seguirá llegando porque se lo prohibió su esposo.
Ahí, entre bocados de tortillas con queso y sorbos de café, comparten sus alegrías y angustias, y también la resistencia y esperanza que profesan. Enfrentan, en hermandad –como lo asegura una de ellas–, la violencia que atraviesa sus vidas de mujeres. El acto de reunirse es, para algunos vecinos, “una amenaza”, dice otra.
Laura, de víctima a promotora en Tardes de Café
Laura, quien hoy asiste al encuentro, lo corrobora. La joven nicaragüense es promotora del Centro de Derechos Sociales del Inmigrante, Cenderos, organización que apoya a las mujeres que lideran las “Tardes de Café” en sus comunidades. Su trabajo es asistir a las mujeres de “Tardes de Café” en procesos de denuncia y recuperación por violencia de género. Nos ha pedido que protejamos su identidad por motivos de seguridad, porque su labor también se ve como amenaza, explica.
La Victoria forma parte del distrito de San José, es una de las comunidades rurales de Upala donde viven muchos nicaragüenses que han emigrado allí a lo largo de las décadas. La mayoría de los residentes se dedican a la agricultura. Sus viviendas, aunque sencillas, cuentan con amplios patios donde cultivan frijoles, maíz, plátanos y otros productos para su consumo y el comercio local.
Laura pasó de recibir ayuda a brindarla. Hace 12 años, organizó la primera de las “Tardes de Café” en La Victoria. A los 19 años salió de Nicaragua buscando mejores oportunidades educativas y una vida más estable en Upala, cantón de Alajuela, en Costa Rica.
Dos años después de su llegada, comenzó una relación de convivencia con un costarricense, con quien tuvo una hija. “Durante los primeros tres años todo marchaba bien, pero, con el tiempo, empecé a experimentar violencia que al principio no supe identificar, como el control, celos, ofensas que luego se fue intensificando, algo que es común en casos de abuso doméstico”, reconoce.
Descubrirse como víctima de violencia machista
Laura llegó a Cenderos para recibir capacitaciones sobre emprendimiento y asesoría migratoria. En una sesión sobre empoderamiento económico se abordó el tema de la violencia machista. “La facilitadora me dio un cuestionario sobre autoestima, y fue al revisarlo que me di cuenta de que mi pareja estaba ejerciendo violencia económica y emocional”, recuerda.
Escuchar las experiencias de otras mujeres le abrió los ojos. “Fue mi primer paso para salir de la violencia”, relata. Cada vez que Laura quería hablar de dinero o sugería algún gasto, su expareja reaccionaba agresivo y la hacía sentir culpable. Incluso por compras esenciales, constantemente la tildaba de “inservible”, “derrochadora”, le decía que todo lo que hacía estaba mal. “Cuando llegaba de estas reuniones también me hacía pleito”, detalla.
Salir de la relación no fue sencillo para Laura. “Mi obstáculo más grande fue estar sin documentos (migratorios), viviendo en una casa que no era mía y sin tener trabajo porque cuidaba a mi hija”, recuerda.
A pesar de ello, Laura, junto con su hija, abandonó al agresor y se mudó de comunidad gracias a las redes de apoyo que comenzó a crear.
Denunciar a su agresor fue otro desafío, por las barreras con que topó en el sistema de justicia costarricense. “Me cuestionaron, me sentí revictimizada. Las instituciones no están preparadas para acompañar a las víctimas. Se me señaló por estar sin documentos y no recibí la protección adecuada mientras mi agresor seguía acosándome”, describe Laura.
El acompañamiento legal por parte de Cenderos y otros programas comunitarios, le permitió poner distancia entre ella y su agresor. “Aunque me costó salir de la violencia, cuando lo hice, pensé: ‘¿Por qué no ayudar a otras mujeres?’”.
Desde entonces Laura trabaja con Cenderos ofreciendo acompañamiento a mujeres, retribuyendo el apoyo que recibió. Así fue que llegó a La Victoria a fundar un nuevo espacio de “Tardes de Café” y conoció a María hace nueve años.
María, de participante a facilitadora
María del Carmen Ortega Reyes, originaria de Nueva Guinea en Nicaragua, lleva trece años viviendo en Costa Rica, adonde huyó de la violencia ejercida por su esposo, que incluso la alcanzó tras emigrar.
Se estableció en Villahermosa, una comunidad en Upala, donde su pareja la ubicó y persuadió para que retomaran su tumultuosa relación. Las agresiones físicas persistieron y, tras años de sufrimiento, María se mudó a La Victoria en busca de seguridad y un nuevo comienzo.
A su llegada, Laura la invitó a las “Tardes de Café”, pero al principio María dudaba en ir. Temía que fuera un lugar de “chismes”. “Yo decía: ‘la mujer tiene que estar en el hogar cuidando a los niños, no en reuniones ni charlando con otras mujeres’”, recuerda. Sin embargo, con el tiempo, fue el espacio seguro para compartir su experiencia y aprender de otras mujeres en situaciones similares. Ahora ella es quien facilita las reuniones cada quince días en La Victoria.
“Aprendí a valorarme, a reconocer que tengo derechos y a verme como una mujer trabajadora e independiente de mi pareja”, explica.
María aún no denuncia a su agresor, pero sabe que cuenta con el apoyo de las promotoras de Cenderos. “Aunque me gustaría que ella denunciara, no puedo influir en su decisión. Nosotros la acompañamos en su recuperación y la apoyamos para que tome acciones legales cuando se sienta lista”, menciona Laura.
Aumentan denuncias de violencia machista en Costa Rica
En Costa Rica y Upala hay un incremento en las denuncias por violencia doméstica. En 2023, el Sistema de Emergencia 911 de Costa Rica recibió 112 657 llamadas con denuncias de todo el país. De estas, 904 provenían de Upala.
Adilia Solís, presidenta de Cenderos, señala que, a pesar de los obstáculos, las mujeres en Upala están denunciando más, tanto llamando al 911 como presentando denuncias penales. Durante el primer semestre de 2023, la Fuerza Pública de Costa Rica realizó 9782 detenciones por violencia intrafamiliar a nivel nacional, incluyendo 108 en Upala. En comparación, en los primeros seis meses de 2024, las aprehensiones a nivel nacional aumentaron a 9945, superando la cifra de 2023 en la mitad de tiempo. En Upala, las detenciones de este tipo incrementaron un 64%, pasando de 108, en todo 2023, a 177 en los primeros seis meses de 2024.
Tania Barrantes, jefa de la Unidad Huetar Norte del Instituto Nacional de Mujeres de Costa Rica (INAMU), coincide con Solís y explica que el aumento de llamadas no necesariamente indica más violencia doméstica, sino un cambio cultural.
“Las mujeres están cada vez más conscientes de sus derechos y dispuestas a denunciar situaciones de violencia. Este fenómeno es indicativo de un progreso cultural notable”, recalca.
Además, menciona que, en Upala, se ha reforzado la presencia de los Comités Locales para la Atención Inmediata y el Seguimiento de Casos de Alto Riesgo por Violencia contra las Mujeres (CLAIS), compuestos por jueces, fiscales, oficiales de Fuerza Pública y representantes del INAMU, cuya función es proporcionar respuestas rápidas en situaciones de alto riesgo.
El femicidio de Marisol en Upala
El Observatorio de la Violencia de Género en Costa Rica reporta que, desde 2007 hasta el 13 de junio de 2024, se han registrado 464 femicidios en el país, 14 ocurridos este año. Entre estos se incluye el caso de Marisol Rodríguez, una nicaragüense de 40 años asesinada en Upala por el padre de su hija.
“Este trágico suceso evidencia las profundas brechas en la protección a las mujeres víctimas de violencia de género”, describe Solís. Marisol fue asesinada en su propia casa, en presencia de su hijo. El agresor, identificado únicamente por su apellido, Solera, llegó a la casa de ella para matarla.
Laura apunta que este acto de violencia no solo se caracteriza por su brutalidad, sino también por un claro matiz de venganza, ya que el perpetrador, al confrontar a Marisol, le dijo: “Usted sabe lo que hizo”, refiriéndose a las medidas cautelares que ella había solicitado ante amenazas previas del hombre.
“Upala llevaba años sin registrar un femicidio, hasta el trágico caso de Marisol en la Colonia Puntarenas, en mayo. Lamentablemente, en esa comunidad no contábamos con la presencia de nuestras promotoras”, señala Solís.
Además, destaca que las medidas de protección no siempre logran prevenir el femicidio, y resalta que hay una falla en el sistema que debe ser revisada por las autoridades responsables.
Tania Barrantes, del INAMU, enfatiza la necesidad de que el esfuerzo vaya más allá de las instituciones estatales, incluso después de que se hayan otorgado medidas de protección para prevenir el femicidio. “Es importante el apoyo de las redes comunitarias y de cuidado colaborativo”, destaca. Una encuesta del Centro de Investigación y Estudios Políticos (CIEP) de la Universidad de Costa Rica (UCR), cuyos resultados fueron publicados en septiembre de 2024, refleja que 9 de cada 10 personas considera que la violencia contra las mujeres ha aumentado respecto a años anteriores.
Una nica fundó “Tardes de Café”
Para crear esas redes de apoyo en la comunidad, hace 15 años, una migrante nicaragüense inició las “Tardes de Café”, cuenta Solís. Posteriormente, Cenderos enriqueció la iniciativa con metodologías y promotoras, consolidando un espacio seguro donde mujeres de diversas nacionalidades dialogan, se educan e informan sobre la violencia machista y el desarrollo personal. Además, estos encuentros ofrecen ayuda legal y psicológica en casos serios de violencia para prevenir el femicidio.
Poco a poco, se ha expandido a 26 comunidades rurales y urbanas en todo Costa Rica. En Upala, más de 160 mujeres en 15 comunidades transfronterizas han asumido y replicado la metodología.
Las “Tardes de Café” también se realizan en cuatro comunidades de Los Chiles, Upala, y en siete barrios de la capital San José, con la participación de 100 mujeres. “En San José, las llamamos ‘Tardes de Wabul’, y las organizan mujeres miskitas de Nicaragua”, dice Solís.
Además de las facilitadoras y las participantes, las promotoras de Cenderos son pieza clave del engranaje de las “Tardes de Café”. Cerca de 100 mujeres, la mayoría de ellas participantes de “Tardes de Café” y sobrevivientes de violencia, se han capacitado como promotoras comunitarias para asistir a mujeres en riesgo, dice Solís.“La acción de las promotoras es decisiva; hemos empezado procesos legales que las víctimas no abandonan gracias al asesoramiento correcto”, comenta Laura.
Además, el trabajo ha reforzado la cooperación con entidades locales, mejorando la respuesta a la violencia contra mujeres. “El Poder Judicial, la Fuerza Pública y hospitales locales respaldan nuestro rol en el acompañamiento de las víctimas”, asegura Solís.
Empoderamiento a través del emprendimiento
A 34 kilómetros de La Victoria, en la comunidad El Socorro, vive Thelma, una nicaragüense que sobrevivió a la violencia doméstica y ahora es promotora comunitaria de Cenderos. “Llevo más de 12 años facilitando las ‘Tardes de Café’. Denuncié a mi agresor, pero sigo enfrentando violencia de otros hombres”, cuenta. Ocultamos su nombre para protegerla, ya que, como Laura, ha recibido amenazas de las parejas de las mujeres que ayuda y de otros en su comunidad.
En la parte trasera de su casa, Thelma ha instalado un colorido taller donde enseña a las mujeres a hacer manualidades, artículos hechos de material reciclado y piñatas. Allí se encuentra Virginia Mairena, costarricense, nieta de migrantes nicaragüenses y participante de las “Tardes de Café”. Virginia elabora y vende artículos para fiestas para contar con dinero propio, y a la vez se está formando como promotora comunitaria con Cenderos.
Es la primera en su familia que asiste a la universidad. Thelma la motivó a continuar sus estudios. Inicialmente, su pareja se oponía, pero, tras varias conversaciones, empezó a apoyarla, un cambio influenciado por las “Tardes de Café”, según la joven.
La importancia de la articulación
Adilia Solís resalta la colaboración clave entre Cenderos y entidades como el Poder Judicial, la Municipalidad de Upala, el Instituto Nacional de Mujeres (INAMU) y centros de salud locales para crear un impacto comunitario significativo.
En colaboración con el INAMU, se realizan programas de capacitación, apoyo en casos de violencia y fortalecimiento de redes en la región. Además de los CLAIS, el INAMU creó un Punto Violeta en la Biblioteca Pública de Upala, donde se ofrecen primeros auxilios psicológicos y asesoramiento legal.
En La Victoria, esta sesión de las “Tardes de Café” llega casi a su fin, pero el ambiente se tensa cuando una mujer comparte que su esposo se enfadó al descubrir que ella toma anticonceptivos. María y Laura se mantienen alertas, listas para ofrecer apoyo cuando sea necesario. La experiencia propia les da la sensibilidad para abordar estos casos. Saben que lidiar con la violencia que las ronda, somete y mata no es fácil, y que liberarse no es de un día para otro, aunque, con cada cita para tomar café, algo cambia, poco a poco.
“Mis hijos ahora me ven como un ejemplo a seguir –relata emocionada María–. Me sentía como un pajarito encerrado en una jaula, pero ahora esa jaula está abierta y puedo volar libre”.
*Este reportaje es una producción de Nicas Migrantes de CONFIDENCIAL con el apoyo de La Sala, Mujeres en la Redacción.