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“Sin remesas no alcanza”: La preocupación de los nicas por las deportaciones en EE. UU.

Cuatro nicas cuentan cómo las remesas son indispensables para comidas, medicinas y servicios básicos y la preocupación por sus familiares en EE. UU.

Iván Olivares

2 de mayo 2025

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Doña Daniela tendrá que esperar un poco de tiempo antes que su hijo, un migrante que vive y trabaja en Miami, pueda ahorrar algo de dinero adicional y se lo envíe para reparar la lavadora. La señora, ya jubilada, compró el aparato en Nicaragua con el dinero que él le envió hace un par de años, pero ahora él le pide que espere un poco más, a la espera de ver cómo evoluciona la política de deportaciones masivas ordenada por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump.

Aunque no se conoce un número exacto, CONFIDENCIAL ha publicado que el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo ha recibido en silencio a cientos de deportados a Nicaragua, entre enero y marzo de 2025.

Las familias que reciben remesas dentro y fuera de Nicaragua, (sumaron 5243.1 millones de dólares en 2024) están a la expectativa de lo que pueda suceder a sus familiares en la nación norteamericana. Saben que una deportación significa el final automático del envío de una ayuda económica que es vital para que las familias que quedaron atrás, puedan seguir haciendo algo tan básico como comer.

Doña Daniela narra que, con la pensión de poco más de 7000 córdobas que recibe del Seguro Social, no puede cubrir sus necesidades básicas. Tampoco pagar por la atención médica especializada y medicinas de calidad que requieren sus dolencias, que no pueden ser atendidas apropiadamente con medicamentos genéricos.

“Me mantengo sana gracias a la ayuda de mi hijo, que me envía dinero para comprar las medicinas especializadas que necesito, porque mi pensión no alcanza para cubrir mi alimentación, ni para pagar servicios básicos como agua y luz”, explica.

La ayuda de su hijo también fue determinante para que dejara de sufrir cada vez que llovía, porque con ese dinero pudo reparar parte del techo que ya estaba muy dañado. “Hace poco le dije que se dañó la lavadora que él me ayudó a comprar para que yo no tuviera que lavar a mano, pero me dijo que esperara un poco, porque los migrantes están viviendo demasiada incertidumbre en Estados Unidos, y no sabe qué irá a pasar con él”, relata.

José, un migrante que radica en Costa Rica, es a la vez receptor y emisor de remesas: a veces recibe ayuda de su madre que está en Estados Unidos, y él mismo trabaja como vigilante para enviar a Nicaragua ayuda a su hijo que quedó al cuidado de la madre del menor.

Aunque su estatus migratorio en Costa Rica le permite trabajar sin preocupaciones, en los últimos meses está más pendiente de las noticias provenientes de Estados Unidos, y de los comentarios de su madre, que radica en una ciudad de la costa este de ese país. Aunque es un hombre en sus 30, José admite con algo de pudor que hay meses en que se ve obligado a pedir ayuda a su madre para cubrir sus gastos personales, en especial cuando debe proveer algo más de dinero para su hijo.

Remesas para comer

María tiene 47 años, y nunca estudió economía, pero eso no le impide saber que “en este momento, las remesas son fundamentales para este país”. Datos del Banco Central de Nicaragua (BCN), muestran que en el primer trimestre de 2025, el envío de remesas creció en 300.4 millones de dólares con respecto al mismo período de 2024. Eso representó un incremento de 26.3%, superando ampliamente al crecimiento observado un año atrás con respecto a igual período de 2023.

María considera que esas transferencias familiares “son un apoyo para la economía, y para que los que nos quedamos en el país, podamos suplir ciertas necesidades que no podemos cubrir por nuestra cuenta”.

“Son para sobrevivir, nomás, porque no se puede vivir con un salario de 8000 córdobas”, indica.

Al contrastar su situación actual con la perspectiva de perder el apoyo económico que recibe de su hijo que migró en noviembre de 2023, admite que sin esa ayuda tendría que buscar “otro mecanismo de vida”. O sea, un empleo. El problema es que la última vez que trabajó fue en 2017, en una tienda de ropa, y considera que por sus problemas de salud “es muy difícil encontrar empleo”.

Como excepción, los esfuerzos del hijo -y los de la señora, ahorrando tanto como puede- tienen una meta que va más allá de alimentarse y comprar las medicinas que sus dolencias físicas requieren. Adicional a eso, utiliza la ayuda que le envía su hijo “para pagar un terreno que estamos comprando, porque él quiere construir una casita para que yo tenga dónde vivir”.

Ese sueño seguirá vivo mientras nada impida que él pueda seguir trabajando y enviando dinero a su madre.

Estela ya es una mujer mayor. Su historia también encierra una excepción: aunque tiene hijos que le envían dinero hasta la pequeña comunidad jinotegana en donde habita, no le preocupa especialmente la posibilidad de que deporten a sus muchachos… todos ellos en la tercera década de sus vidas.

La razón es muy sencilla: aunque las remesas que ellos le envían desde Estados Unidos y Costa Rica son útiles -en especial para mejorar las condiciones de vida de los hijos que ellos dejaron atrás- ella no se preocupa ante la eventualidad de perder esos ingresos, porque tiene otras formas de garantizar su sustento.

Refiere que vivir en el campo le da la posibilidad de cultivar la tierra e intercambiar productos con sus familiares, de modo que siempre haya granos básicos para alimentarse. También, un rico café cultivado, cosechado, procesado, molido y preparado en su fresca Jinotega, donde espera noticias de ellos, o simplemente verlos un día llegar por el camino. Deportados o no, afirma, ellos siempre tendrán un espacio en su casa.

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Iván Olivares

Iván Olivares

Periodista nicaragüense, exiliado en Costa Rica. Durante más de veinte años se ha desempeñado en CONFIDENCIAL como periodista de Economía. Antes trabajó en el semanario La Crónica, el diario La Prensa y El Nuevo Diario. Además, ha publicado en el Diario de Hoy, de El Salvador. Ha ganado en dos ocasiones el Premio a la Excelencia en Periodismo Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, en Nicaragua.

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