7 de abril 2022
La guerra de Ucrania, la elevada inflación y la incertidumbre que todavía rodea a la pandemia han llevado al Banco Mundial (BM) a rebajar la proyección de crecimiento de este año para Latinoamérica y el Caribe en tres décimas, hasta situarla en 2.3%. El pronóstico es de 2.9% para Nicaragua, siendo el menor del istmo, al mismo nivel que El Salvador.
El porcentaje regional está por debajo del 2.6% que el Banco había previsto en enero, y es muy inferior al crecimiento del 6.9% que la región experimentó en 2021 por el efecto rebote que tuvo la reapertura de la economía tras el cierre de 2020 debido a la covid-19.
En la última edición de su informe semianual para la región, publicada este jueves, la institución con sede en Washington también rebajó la perspectiva de crecimiento regional para 2023, que pasó del 2.7% al 2.2%, y situó la de 2024 en el 2.4%.
En el caso de Nicaragua, las previsiones para los siguientes dos años, es de 2.3% y 2.5% respectivamente. El Banco reprodujo el 10.3% de crecimiento de la economía nicaragüense para 2021, informado por el Banco Central de Nicaragua.
Según el BM, estas subidas del Producto Interno Bruto (PIB) permitirán a la mayoría de los países de la zona revertir las pérdidas que sufrieron en los dos últimos años por la crisis económica derivada de la pandemia.
Por países, el BM prevé que en 2022 Brasil crezca el 0.7%; Argentina, el 3.6%; Colombia, el 4.4%; Perú, el 3.4%; Ecuador, el 4.3%; Chile, el 1.9%; Bolivia, el 3.9%; Uruguay, el 3.3%; y Paraguay, el 1.5%.
En Norteamérica, Centroamérica y el Caribe, la proyección es que México crezca el 2.1%; Costa Rica, el 3.4%; República Dominicana, el 5%; El Salvador, el 2.9%; Guatemala, el 3.4%; Honduras, el 3.1%; Nicaragua, el 2.9%; y Panamá, el 6.5%.
Una vez más, rezagados
De confirmarse estos datos, el crecimiento de Latinoamérica y el Caribe se situará entre los más bajos del mundo, a un nivel similar al de Oriente Medio y el Norte de África y por debajo del África subsahariana, Europa y Asia.
“El crecimiento (previsto) no es suficiente para contribuir a paliar los niveles de pobreza en la región, y además es un retorno a las tasas de crecimiento de la década de 2010, cuando Latinoamérica y el Caribe crecían por debajo del resto del mundo”, indicó el economista jefe del BM para la región, William Maloney, en la presentación del informe.
Maloney dijo que se trata de un “problema estructural”, más allá de las dificultades causadas por la pandemia y explicó que los retos que ya existían antes de 2020 están volviendo a salir a relucir, como el elevado porcentaje de empleo informal y los altos índices de pobreza.
Los datos recopilados por el Banco, indican que en Latinoamérica y el Caribe “las caídas abruptas de la actividad económica derivaron en una disminución drástica en el nivel de empleo”, así como en la calidad del mismo.
Los datos muestran que, en el caso de Nicaragua, el empleo formal disminuyó en más de 11 puntos porcentuales, mientras que el empleo por cuenta propia creció en casi cinco puntos, alrededor del 13% de las pequeñas, medianas y grandes empresas, tuvieron que volverse micro, para poder seguir operando.
En el lado positivo, el BM destacó que el proceso de vacunación se ha generalizado en la región, lo que ha llevado a que las empresas estén volviendo a contratar trabajadores y que las escuelas hayan reabierto sus puertas para la enseñanza presencial.
Teñir la economía de verde
El informe pone énfasis en las energías renovables y el crecimiento verde como vía para que Latinoamérica y el Caribe logren superar estos retos en los próximos años y aprovechen sus “ventajas comparativas”.
Maloney subrayó que la región tiene “un enorme potencial” en este campo, con grandes reservas de litio y cobre, utilizados en tecnologías verdes, y con “un gran capital natural”.
“Todo ello es cada vez más valorado en un mundo donde el calentamiento global y la seguridad energética han pasado al centro de la escena”, indicó el responsable del Banco.
Según un análisis del BM, en los últimos veinte años, los países de América Latina y el Caribe perdieron el equivalente al 1.7% de su PIB anual, a causa de los desastres relacionados con el clima.
Para llevar a cabo una transición a la economía ecológica, el Banco plantea políticas para fijar precios y promover la adopción de tecnologías de baja emisión de carbono.
Asimismo, recomienda establecer mecanismos creíbles de verificación para posibilitar las primas de precios verdes, e impulsar la agricultura inteligente desde el punto de vista climático, entre otros.
“El crecimiento económico y la agenda verde van de la mano en la región”, concluyó Maloney.