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“Macbeth” del comic a la tragedia

Esta versión de funciona como puerto de entrada a la obra de Shakespeare para una nueva generación

Juan Carlos Ampié

2 de mayo 2016

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En círculos teatrales, se considera de mala suerte mencionar en alto el nombre de “Macbeth”. Por eso, los involucrados en su montaje se refieren a ella como “la obra escocesa”. En Nicaragua, pareciera que la mala fama es extensiva a todas las adaptaciones de Shakespeare, y además, a todas las películas que puedan tener una preocupación con el cine como arte.  El pasado domingo se celebraron 400 años de la muerte del bardo. Ninguna compañía de teatro local se preocupó por montar siquiera una escena. El cine abdicó su poder de hacer la cultura accesible a las masas, y no por falta de posibilidades. Desde principio de año, los distribuidores decidieron que el mercado no era apto para esta adaptación de “Macbeth”, a pesar del poder de estrella que implica la presencia de los actores Michael Fassbender y Marion Cotillard. Puede verlos como “X Men” o villanos de “Batman”, pero si quiere admirar sus capacidades histriónicas en la prueba de fuego del drama shakespeareano, tendrá que recurrir a Netflix.

En la Escocia medieval, Macbeth (Fassbender) es un guerrero al servicio del rey Duncan (David Thewlis). Tras una cruenta batalla, encuentra a tres hechiceras que vaticinan su ascenso al trono. La imaginación de su esposa (Cotillard) se enciende con el relato. Ella misma atiza las llamas de la ambición, empujando al hombre al asesinato y la locura. Ambos alcanzan lo que más desean, pero pagan un precio muy alto por ello.

Es irónico que la película haya sido descartada de nuestra cartelera, porque el director australiano Justin Kurtzel se nutre de las tendencias del cine de acción contemporáneo más comercial, en particular, aquel basado en novelas gráficas. No podrá dejar de pensar en “300” (Zack Snyder, 2006) cuando vea las estilizada violencia de las escenas de batalla, con la sangre que corre por el aire en cámara lenta, los movimientos caprichosamente acelerados y detenidos. Otras momentos evocan videoclips y anuncios publicitarios. Cuando Macbeth se baña en un lago para lavar la sangre de un crimen, vemos una única imagen lapidaria que es parte retablo, parte anuncio de perfume. Bajo el artificio visual, la música de Jed Kurzel, atonal y electrónica, acentúa la brutalidad de los actos. La brutalidad se ve atractiva, pero suena perturbadora.

La ejcuciones y mutilaciones no son mas intensas que los momentos más íntimos, cuando Macbeth y su esposa debaten sus acciones, o dispensan sus soliloquios ante la cámara. Aún rodeados de súbditos o soldados, parecen solos. La violencia de sus actos los aislan de la comunidad de los hombres, y los destruye espiritual y psicológicamente. Fassbender imbuye fortaleza física en el personaje, y se resquebraja a medida que sucumbe a las sombras. Cotillard hace gala de un dominio total de sus glándulas lacrimales, acentuando sus palabras con lágrimas certeranmente controladas.  Es una clase magistral de actuación.


Kurtzel está alerta a repartir el poder entre los géneros. Las hechiceras engrosan sus filas con una niña silente. Más que agentes sobrenaturales, obsevran con estoicismo las acciones de los poderosos. Son como historiadoras, bendecidas con el don de la clarividencia. Lady Macbeth tiene su opuesto perfecto en Lady Macduff (Elizabeth Debicki), quien marca su presencia en breves apariciones. La historia no le pertenece únicamente a los hombres.

Las tendencias estilísticas del director pueden haber operado en su contra. La película compitió por la Palma de Oro en el Festival de Cannes y salió con las manos vacías. Este no es el Shakespeare de nuestros abuelos. Pero esas mismas cualidades – o defectos – le dan al filme accesibilidad e inmediatez. Que sus símbolos sean fácil de leer, no quiere decir que no sean válidos. Tome nota del esquema de colores que define las batallas que abren y cierran el filme. Al principio, antes de que Macbeth se corrompa, la niebla pinta la pantalla de tonos oscuros y grises. Al final, el incendio “que trae el bosque a la montaña” tiñe todo de rojo. Es como si hubiéramos descendido al infierno, para dejar a Macbeth pagando por su culpa. Esta versión de funciona como puerto de entrada a la obra de Shakespeare para una nueva generación. Debería ser tan popular como un capítulo de “Juego de Tronos”.

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“Macbeth”

Dirección: Justin Kurzel

Duración: 1 hora, 41 minutos

Clasificación: * * * (Buena)

* Disponible en Netflix

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Juan Carlos Ampié

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