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La cara joven de la música nica

Del ska a la marimba-electrónica: estos son los perfiles de los jóvenes que sacuden de su letargo a la música nacional

Nicaragua

Olga Sánchez

29 de septiembre 2015

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La noche conspira silenciosa creando el ambiente perfecto para lo que se avecina. En un bar de Managua, de decoración sesentera con paredes cubiertas de cristales, un grupo de músicos hace prueba de sonidos y afina instrumentos. Algunos clientes ya han llegado al bar, y con las primeras copas en sus manos calientan el cuerpo al ritmo de las pruebas musicales, expectantes por lo que esperan sea un gran concierto. Hoy toca MafiaFunk, una de las nuevas propuestas de la música nicaragüense.

Bayardo Martínez hace pruebas con la guitarra, lanza algunos acordes que el público acepta jubiloso. Martínez, un veinteañero fibroso de cabello corto pero que se ha dejado crecer un largo mechón que lleva trenzado, es esta noche el encargado de revisar de que todo esté en orden, para que el recital sea un éxito. “Cada vez llega más gente”, dice, orgulloso el joven.

Se entiende su orgullo. Ser músico en Nicaragua es un reto difícil, pero una nueva generación de músicos intenta salir adelante aprovechando la tecnología. Para abrirse paso en la industria de la música nicaragüense, lograr seguidores en las redes sociales, estas nuevas agrupaciones comenzaron ofertando su música en Internet, en especial páginas como SoundCloud, que es donde estos jóvenes publican sus canciones para luego compartirlas en las redes sociales y darse a conocer.

Sin embargo saben que la música requiere de mucho esfuerzo, preparación y sacrificio. Algunos de ellos aprendieron a tocar sus instrumentos base de forma empírica y ha sido la pasión la que los ha llevado a formar agrupaciones musicales y tocar en bares como este en el que esta noche practica Martínez y su banda.


MafiaFunk, la creación de un amante del sushi

Bayardo Martínez asegura que por medio de su mamá conoció el instrumento que ahora es su fiel compañero, porque desde pequeño miraba a su mamá tocar la guitarra. A los 10 años comenzó a aprender a tocar la guitarra con clases que recibía de un misionero de la iglesia a la que acudía. Martínez dice que formalizó sus estudios de música en el Conservatorio de la UPOLI, donde estudió por cinco años, especializándose en guitarra. Una de sus pasiones es el jazz y tuvo la oportunidad de estudiarlo con el director del Festival Internacional de Jazz que año con año se realiza en el país.

MafiaFunk es una banda que combina 15 ritmos diferentes. Las canciones están hechas a base de mezclas y fusiones, pero lo más predominante es el funk y ritmos latinos. Martínez explica que la banda es como una familia, aunque él y Osma Delgado, violinista, son los encargados de hacer las propuestas principales se van ampliando y complementando con las ideas del resto del grupo.

MafiaFunk se formó hace casi tres años con tres integrantes, aunque uno de los miembros originales ya dejó la banda. Al inicio fue un proyecto experimental. El grupo tocaba sus canciones e improvisaba en Cultura Quilombo, un bar alternativo de la capital. Con el paso del tiempo la banda se consolidó y amplió: Junto a Martínez trabajan María José Ocarina, a cargo de la batería; Aris Rodrigo, en el bajo; Kervin Rodríguez, que toca el saxofón, la flauta y hace voces; Osman Delgado, violinista del grupo; Bayardo Martínez, guitarra eléctrica y voces; Marvin Valdivia, guitarra rítmica y voces; Prabhupada Plazaola, a cargo de la percusión.

“MafiaFunk no se planeó, no dijimos de repente ‘hagamos este tipo de música para que a la gente le guste’”, explica Martínez. “Nunca hemos tenido un concierto vacío, la verdad, a la gente le gusta nuestra música y cada vez llega más gente”, agrega orgulloso.

La otra pasión de Martínez es la cocina. Estudió en la Escuela Nacional de Hotelería, y cuando no está tocando en un algún concierto se dedica a cocinar sushi por encargo. Su sueño es fundar su propio negocio, pero manteniendo vivo MafiaFunk… Sushi y música. Una mezcla apetitosa.

Alex Borge y sus dos pasiones: Eleonore y Los Denis

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A los 13 años Alex Borge supo que lo suyo era la música. En su colegio recibía clases de guitarra, instrumento con el que no era muy bueno, pero su entusiasmo lo llevó a probar con el canto. En la universidad este joven de 23 años, alto y desgarbado, formó parte de grupos musicales como Inconciencia Colectiva y Los Jaguar, de la UAM, banda de la que dejó ser parte tras graduarse de la universidad, pero que todavía toca en actividades y galas académicas.

Borge ahora es miembro Eleonore, un proyecto de rock alternativo, al que se incorporó porque la banda necesitaba un vocalista. Eleonore tuvo una buena aceptación en los 2013 y 2014, pero luego el grupo estuvo inactivo durante varios meses, lo que llevó a Borge a fundar Los Denis con sus amigos Leandro Lanuza, Goio Rodríguez y Miguel Ponimansky. Los cuatro prepararon algunos covers de canciones del rock en español de agrupaciones como Zoé, Soda Stereo y Jarabe de Palo.

Borge es el compositor de las líricas tanto de Los Denis y Eleanore, que ha vuelto a hacer música. Las canciones de ambas agrupaciones abordan temas parecidos, aunque las de Eleonore hablan de amor, sexo y situaciones cotidianas, mientras que Los Denis se interesan temas el clima y también tocan canciones “para divertirse” como Denis en la casa.

Estas bandas no cuentan con un estudio para grabar sus canciones. Lo hacen en las casas donde practican o bien en los conciertos y luego editan la grabación.

Como en la mayoría de los casos, la música es una pasión que en Nicaragua no paga las cuentas, por lo que los músicos deben dedicarse a otras actividades profesionales. En el caso de Borge su otra pasión es la Administración de Empresas y tiene un trabajo de medio tiempo. Espero, eso sí, poder seguir tocando en ambas bandas y grabar algunos videos de sus canciones. Los Denis está preparándose para grabar su primer sencillo en estudio. Para ello, parte de su tiempo lo dedican a organizar concierto con otras bandas para reunir los fondos que necesitan.

El DJ que creció entre boleros

Carlos Mario Puentes creció entre boleros y canciones clásicas tocadas por su padre. A los siete años recibió clases de piano, que fueron sus primeros acercamientos directos con la música. Nacido en Ecuador, su familia ha tenido domicilios en varios países por el trabajo de su padre, pero desde 2005 han vivido en Nicaragua. Aquí comenzó a incursionar en ambientes musicales, asistiendo a conciertos de músicos nacionales, lo que lo animó a crear un proyecto escolar con un compañero del Colegio Calasanz, aunque no dominaban ningún instrumento. Esa experiencia lo animó a aprender a tocar la guitarra, el bajo, el teclado y un poco de batería.

En un concierto escuchó por primera vez la combinación de rock con electrónica, lo que captó su atención. Puentes se interesó por programas de producción para mezclar música y experimentó con la electrónica. Así nació DJ Luigi Brigeds.

A Puentes le gusta experimentar con los sonidos cotidianos, que se convierten en insumos para sus mezclas. Puede grabar, por ejemplo, ruidos de animales, que luego utiliza para dar forma a sus composiciones musicales. Puentes explica que “Luigi se queda del tecno al deep house y con Ojibwe Bros vamos de funk, undergound, garage underground, incluso tocamos tropical, una mezcla bastante funky, más bailable”, simultáneamente creó un nuevo personaje El Oso Cumbiero que es una mezcla de música tropical con electrónica, donde retoma cumbia, boleros, canciones del tiempo de nuestros padres y las combina con electrónica.

Aparte de dedicarse a la música, diseño y ser un artista audiovisual, Puentes decidió tomar algunos cursos en Técnico en sonido, con especialización de grabación en estudio y mezcla en estudio. El joven músico se plantea nuevos retos como grabar un disco con Ojibwe Bros, consolidar bien su estudio “la cueva del oso”, realizar talleres para músicos expertos y principiantes, talleres de audiovisual, para promover la experimentación. “La electrónica recién está surgiendo, la gente no está acostumbrada a evolucionarla”, afirma Puentes.

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Leche Burra, honor a la historia familiar

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Francisco Prío Sánchez de 23 años, heredo la pasión musical de sus abuelos. El piano ha estado presente en su vida desde la infancia, y los 6 años su abuela paterna le enseñó a tocar sus primeras notas. Con el tiempo perfeccionó su técnica de forma empírica y aprendió a tocar otros instrumentos, como la batería, la guitarra y el bajo.

Prío cuenta que el nombre de la banda que formó con Erwin Costa nace de su historia familiar. La Casa Prío era un pintoresco hotel que pertenecía a su abuelo, ubicado en la esquina frente a la catedral en la ciudad de León, frecuentado por muchas celebridades como Rubén Darío, Agustín Lara y Rigoberto López Pérez. Además era reconocida por vender la mejor leche burra de León, por lo que así fue bautizada la famosa banda de Ska nicaragüense, integrada por Erwin Costa, Prío Sánchez, Omar Ríos, Ernesto Christian, Kervin Rodríguez, Juan Martínez, Abel Garcia, Yandi Fragela.

Leche Burra es un proyecto musical que experimenta con la mezcla de diferentes géneros, siempre bajo los tiempos rítmicos del Ska. Las temáticas abordadas por la banda son amplias, abarcan lo histórico, como “La Victoria”, que habla de la lucha de los jóvenes y la guerra del 79, hasta vivencias diarias de los jóvenes como “Lío en la cabeza”.

La música requiere tiempo. Para Pío “Leche Burra ha sido algo impresionante. Somos ocho músicos que nos conocimos en la banda y que ahora todos la tenemos como prioridad: si llamo a alguien para salir mañana tiene que ser mi banda.” El joven pianista, que además de la música cursa tercer año de la carrera de Comunicación, ha descubierto nuevas pasiones como la fotografía, la edición de videos, el diseño. Y en sus proyectos futuros piensa lanzar el disco de Leche Burra con un video y formar una unión con bandas de todos los países Centroamericana.

Sebastián Cardenal y su música “difícil de catalogar”

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Siddhartha Sebastián de Jesús Kapoor Cardenal, más conocido como Sebastián Cardenal, desde pequeño le apasionaba la música y escribir canciones. Intentó aprender a tocar la guitarra, pero fue hasta los 15 años, cuando regalaron un Ukelele, y con ayuda de un libro y YouTube, que aprendió a tocar. Sigue aprendiendo con la guitarra de forma empírica, solo toca sus canciones y está comenzando clases de piano.

El dúo Nina y Sebastián se creó porque los hermanos eran muy tímidos para tocar solos. Se sorprendieron al darse cuenta que había gente que gustaba de sus canciones y se identificaba con su música, tuvieron sus críticos, pero decidieron enfocarse en las críticas constructivas. Crearon un punto medio en el que sus gustos musicales convergieran para crear sus canciones, en las que abordan temáticas de una etapa inocente, romántica, soñadora e idealistas de su adolescencia.

En cambio, el proyecto personal de Cardenal, en el que se ha dado a conocer con el nombre de Siddhartha Cardenal, comenzó a tomar forma a finales del 2014. Surgió a partir de las diferencias musicales de Nina y Sebastián, donde ambos fueron creando canciones que no se alineaban con el contexto del dúo. La canción “Mal Camino” fue el primer sencillo de Cardenal, que se estrenó por medio de las redes sociales. Tiene un ritmo inspirado en el rock de los 80, Cerati y Soda Stereo, dice Cardenal, aunque aclara que su música “es muy difícil de catalogar”. Abordando temáticas un poco más fuertes que en el dúo, “Mal Camino” habla un poco de adicción tanto a sustancias como a personas.

Cardenal divide su pasión por la música y la producción audiovisual. Estudia Diseño y Comunicación visual, le gusta hacer videos, fotografías, modelar. En sus proyectos futuros están grabar un EP de 5 canciones, terminar de grabar el disco con Nina, escribir algunas canciones en inglés, seguir componiendo y hacer conciertos para los dos proyectos tanto “Nina y Sebastián” y “Siddhartha Cardenal”.

Bruno Cortina, un "freelancer" de la música

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Bruno Cortina proviene de una familia de músicos, su padre toca el saxofón y su madre era cantante. Cortina cuenta que a los 9 años se ponía a escuchar música, trataba de identificar y separar los sonidos de cada instrumento en su cabeza. En su descubrimiento por la música le llamaron la atención el violín y la trompeta, pero fue la guitarra la que lo capturó por completo. Gracias a un libro para principiantes de guitarra clásica que era de su padre aprendió a tocar sus primeros acordes.

A los 12 años comenzó a tomar en serio su aprendizaje musical y practicaba tratando de imitar los ritmos y acordes de las canciones que escuchaba. Comenzó a frecuentar el ciber para buscar videos de los guitarristas que le gustaban e imprimir las tablaturas de las canciones y así seguir practicando en su casa. Cortina admite que a pesar de la facilidad de poder aprender solo, es difícil no tener a alguien que te corrija algunos errores que se pueden llegar a volver “mañas”, como poner mal las manos. El joven guitarrista también puede cantar, tocar la batería y un poco de piano, puede leer música aunque admite que aún no es muy hábil en ello; considera importante conocer sobre la teoría.

Cortina, junto con su hermano, crearon la banda Nemi-Pipali en el 2011. Un nombre náhuatl que eligieron de un diccionario online en el que se definía su significado como “vivir el presente”, un concepto que ellos transmiten a través de sus canciones. “No pensamos en estructuras, dejamos que el desarrollo de la canción nos lleve, lo que hacemos es improvisar encima de una base, una progresión de acordes o una melodía”, explica. El joven músico admite que le es difícil categorizar su música: para él es un rock experimental o rock fusión, que les gusta combinar con jazz y ritmos latinos. Se inspiran mucho en la música de los años 60 y 70.

El joven se considera un freelancer de la música: se dedica a escribir, componer, grabar, ensayar, editar, mezclar. Y siempre busca la manera de mejorar las condiciones de los toques de su banda. En sus planes próximos está sacar al público el videoclip de “El Enano Cabezón”.

El espíritu joven de Momotombo

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Foto: Johanna Baca

Walter Lacayo se interesó por la guitarra a partir del segundo año de secundaria. Su padre había intentado enseñarle, pero fueron las bandas de rock alternativo de inicios de dos mil las que lo motivaron a seguir practicando, obligándolo a prender a tocar solo. “Dicen que uno se identifica más con la música que escucha de adolecente”, explica. Lacayo no recuerda cuándo inició a cantar: en algún momento alguien le dijo que entonaba bien y decidió creerle. En su casa lo veían como loco, pero al ver que se estaba tomando muy en serio la música decidieron apoyarlo.

Evenor González recibió educación musical desde muy pequeño. En primaria aprendió a tocar la flauta y en secundaria la guitarra. A los 9 años su papá quería que fuera un pianista de música clásica y lo inscribió en clases de piano. Un día le llamó la atención que una vecina tocaba marimba, y dedujo que era instrumento que combinaba las teclas del piano con los golpes de la batería, y decidió aprender a tocarlo. Con el tiempo se dio cuenta que las últimas cuatro cuerdas de la guitarra eran las mismas del bajo. “El bajo lo aprendí con el profesor YouTube”, dice González, muy orgulloso de su logro.

Lacayo estudia Mercadeo y Diseño; González estudia Diseño Gráfico. Ambos músicos comparten la pasión por tomar una buena fotografía: son fan de Instagram, la red social que ha revolucionado la imagen. La fotografía no es lo único que tienen en común: los dos jóvenes forman parte de la banda Momotombo, que se formó a inicios del 2005. González se integró en el año 2010 y Lacayo en el 2014. Momotombo es una banda que se ha dedicado a la experimentación, mezclan la música con herramientas audiovisuales y fusionan ritmos nicaragüenses con música internacional. Han producido tres discos, entre ellos “La Calaca” y “Marimba Cósmica”.

En sus planes a futuros los dos jóvenes desean culminar sus estudios y seguir con la música. González piensa seguir experimentando con la marimba y los audiovisuales; a Lacayo le gustaría ayudar en la creación del siguiente álbum de Momotombo.

“A pesar de las influencias en nuestra trayectoria como músicos, llegamos a darnos cuenta que si estas influencias caben en una clasificación, en algún momento aprendimos la lección de no estar limitados a ellas. Como músico principiante te gusta un tipo de música y no queres salir de ahí, no te interesa lo que está sonando en la radio, pero aprendes a ver que todo estilo tiene algo que ofrecer, que tal vez como un todo no te gusta, pero sí hay cosas que podes elegir de cada uno”, dice Lacayo.


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Olga Sánchez

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