5 de junio 2017
El escritor cubano Leonardo Padura anunció en Managua la publicación en enero del próximo año de su nueva novela “La transparencia del tiempo”, en la que reaparece su emblemático detective Mario Conde, ahora como un policía retirado en la Cuba contemporánea de 2014.
El novelista retrata una sociedad “en la que han surgido bolsones de pobreza, y ciertos sectores que tienen posibilidades económicas un poco mayores”, una nueva realidad que Padura describe como una “dilatación de una sociedad” que pretendió ser igualitaria bajo el socialismo liderado por Fidel Castro, en la que sin que se pueda pronosticar el desenlace de sus reformas económicas, su hermano Raúl cederá la presidencia en 2018. Como en sus novelas, la realidad cubana está plagada de enigmas, acertijos y contradicciones.
La figura más destacada de la literatura cubana actual participó durante una semana en la quinta edición de Centroamérica Cuenta. No se cansó de agradecer a los organizadores del evento, convocado por Sergio Ramírez, por haberle permitido visitar Nicaragua y aunque se quejó de que “lo exprimieron” con exceso de trabajo en múltiples conversatorios, celebró sorprendido el descubrimiento de “muchísimos lectores” de su obra en nuestro país.
En 2015, vistiendo una guayabera blanca y con una pelota de béisbol en la mano, simbolizando la Cuba de Mantilla, su barrio natal en La Habana, Padura recibió en España el premio “Princesa de Asturias de las Letras”, en reconocimiento a su obra que incluye una novela deslumbrante como “El hombre que amaba a los perros”, inspirada en la historia de Ramón Mercader, el asesino de León Trotsky.
Es además el autor de una serie de novelas policíacas que tienen como personaje a Conde, su detective, que ahora ha sido encarnado por el estelar actor cubano Jorge Perugorría en la serie de Netflix, “Cuatro estaciones en la Habana”.
Padura también ha escrito “Herejes” y “La novela de mi vida”, en la cual se inspiró el guion de la película “Regreso a Ítaca”, dirigida por el francés Laurent Cantent, una película sobre el dolor y el amor, explica en esta conversación con el programa televisivo Esta Semana y Confidencial
Stalin y el fin de la utopía socialista
Tu novela, El hombre que amaba a los perros, además de revelar una impresionante investigación histórica es también una crítica, un retrato del estalinismo como sistema. ¿Cómo se escribe y se publica en Cuba esa clase de novela?
Esta es una novela que tiene que ver con una experiencia colectiva y una experiencia personal también, porque, bueno, (he) vivido en Cuba toda mi vida, y llegué a ella un poco por desconocimiento. El fenómeno de que en Cuba la figura de Trotsky fuera muy similar a la que existía en la Unión Soviética. No sé si recuerdas aquella foto de la Plaza Roja, en la que estaban los líderes bolcheviques, de la que Stalin iba borrando estos personajes. Bueno, la foto que nosotros veíamos en Cuba no aparecía la figura de Trotski, y eso me llevó a interesarme, por curiosidad, por este personaje, y después cuando supe que Ramón Mercader había vivido en Cuba, fue como una conmoción en sentidos diversos, pero sobre todo en el hecho de que me di cuenta que un personaje que estaba en la historia era mi contemporáneo y que yo pude haberme cruzado con él.
Y todo eso se fue acumulando para llegar a escribir esta novela en la que, yo pienso que el momento del asesinato de Trotsky tiene un carácter más simbólico, y tiene que ver con el punto de no retroceso definitivo del estalinismo. Llega a un momento en que se comete un crimen innecesario, pero a lo largo de toda la década del treinta ya el ideario bolchevique original se había ido pervirtiendo, es la época de los juicios de Moscú, de la colectivización de tierra, de la lucha contra los Kulacks, de la hambruna de Ucrania, diez millones de personas muertas, y creo que ahí se deforma ese proyecto tan hermoso de crear una sociedad de los iguales, donde se viviera en un máximo de democracia. Stalin pervierte esa posibilidad y nunca se pudo recuperar.
Pero, ¿cómo reaccionaron los lectores cubanos, y el gobierno?
Esa ha sido una de las dos grandes satisfacciones que he recibido como escritor en mi relación con los lectores: una es la relación que los lectores cubanos han establecido con mi personaje de Mario Conde, que lo asumen como si fuera una persona real; y la otra ha sido la respuesta que hubo con “El hombre que amaba a los perros”. Recibí una enorme cantidad de llamadas telefónicas, correos electrónicos, conversaciones personales que la gente me decía que me agradecía que hubiera escrito esta novela, porque a través de la lectura de ese libro habían entendido muchas cosas de su propia historia y de la historia de Cuba y del siglo XX que no conocían desde esa perspectiva, y eso me demostró hasta qué punto la literatura puede tener una utilidad para las demás personas.
En esa novela sobre la sociedad soviética también muchos elementos que se reflejaron después en el proceso cubano. ¿Cómo reaccionó el gobierno de Cuba?
El libro se publicó en Cuba. La primera edición sale en España en el año 2009, en el año 2010 el libro se publica en Cuba, se presenta en la Feria del Libro de 2011, después se hicieron dos ediciones, el libro ganó el premio de la crítica, creo que fue muy importante para que yo recibiera el Premio Nacional de Literatura de Cuba, pero los comentarios sobre el libro fueron muy escasos, sé que tuvo una gran cantidad de lectores, a pesar de que eran ediciones pequeñas, pero poca resonancia en los medios.
Un detective en La Habana y la novela social
Tus novelas policiacas, con el detective Mario Conde, que la gente te habla de él como si fuera una persona de carne y hueso, parecen más bien novelas, o reflexiones sobre la realidad social cubana.
Son novelas sociales. Yo utilizo el género policiaco igual que en novelas como “El hombre que amaba a los perros”, “La novela de mi vida”, o “Hereje”, utilizo la historia para entender el presente. Todas estas historias ocurren en tiempos contemporáneos, hay veces que hay saltos al pasado, pero arranca en el año 1989, las primeras de la serie, que son estas cuatros que ahora se han visto en forma de película en Netflix, y he seguido trabajando en una evolución a través del tiempo del personaje de Mario Conde y las historias relacionadas con la sociedad cubana
Apareció también en Herejes.
Si, en Herejes en el año 2008, y en la novela que estoy terminando ahora, aparece en el año 2014. La novela termina el 17 de diciembre del 2014, Mario Conde se levanta por la mañana y tiene una premonición de que ese día va a pasar algo, ese fue el día que se anunció que Cuba y Estados Unidos comenzaban a conversar para restablecer relaciones, es decir, que voy avanzando en el tiempo con él. Y eso es muy importante para mí porque me permite entender el proceso de evolución de la sociedad cubana, pero también el proceso de evolución humana y física de un individuo, porque Mario Conde va envejeciendo conmigo, le van doliendo las rodillas igual que me duelen a mí, va teniendo problemas de pensar “cuando voy a dejar de fumar”, esta tos que tengo tiene que ver con mi cigarrillo, y he transferido al personaje muchas de mis preocupaciones sociales y existenciales a lo largo de todos estos años
Ese personaje que vos imaginaste y que ha vivido con vos, ahora tiene rostro para mucha gente en la persona del actor Jorge Perugorría. ¿Cómo llega a encarnar a Conde?
Desde el año 2000 apareció en Cuba un director de cine que venía con una propuesta de producción de hacer una película con una de las novelas. Y llegó pensando en Jorge Perrugorría como protagonista de esta película en el personaje de Mario Conde y a partir de ahí muchos proyectos que se frustraron y no se hicieron, siempre pensaron en Perrugorría porque es la cara más conocida del cine cubano. Y a lo largo de esos años creo que “Pichi”, como le decimos nosotros a Perrugorría, fue acercándose cada vez más al personaje de Mario Conde y cuando se dio la oportunidad de hacer esta serie de películas, y cuando Tornasol Films pudo montar el proyecto (la productora española que negoció la distribución con Netflix), pues decidió que fuera Jorge Perrugorría. “Pichi” había interiorizado muchísimo el carácter de Mario Conde, y creo que no fue especialmente difícil porque es un hombre de su generación, de sus preocupaciones, de su cultura, y eso le permitió acercarse mucho más al personaje, y creo que lo interpreta de una manera espléndida. De todas maneras para mí, como escritor, sigue siendo un proceso de extrañamiento ver físicamente a Mario Conde, que es un personaje, por cierto, al que yo no describo nunca en ninguna de mis novelas.
El reencuentro cubano entre el dolor y el amor
La novela de mi vida, que tiene que ver con el nacimiento de la identidad cubana antes de la independencia, pero también con los grandes dilemas actuales. Personajes que viven en la Cuba de la revolución, se tienen que ir del país, regresan, y regresan a reencontrarse con el dolor. De ahí nace el guion que escribiste con tu esposa Lucía y con el director francés Laurent Canent de la película Regreso a Ítaca. Una película en la que los personajes hablan del extrañamiento y del dolor en la vida de Cuba de todos los días.
Esa es una película de dolor y amor. De dolor por las pérdidas, y de amor por lo permanente. Lo permanente es Cuba. Y fue una película que se hizo con muy bajo presupuesto, tuvimos que escribir un guion adaptado a las posibilidades económicas que teníamos. De todas maneras (Cantent) quería que tuviera una sola locación y un solo espacio temporal.
Se filma en una azotea.
Se filmó en 17 días, cosa que es casi increíble. Un grupo de amigos hacen un repaso de lo que ha sido su vida en la Cuba contemporánea, y yo estoy muy satisfecho porque pienso que es un retrato posible de mi generación, hay otras divisiones, por supuesto, la realidad no se puede explicar de una sola manera, pero creo que esta película se acerca mucho a lo que han sido las expectativas, las esperanzas, y las frustraciones de mi generación.
El próximo año es el último de la presidencia de Raúl Castro. Las reformas de los últimos años generaron expectativas sobre los resultados que podrían producir en lo económico, y más adelante en lo político. ¿Cómo se vive en Cuba ese proceso? ¿Habrá alguna transición?
Se vive como un gran signo de interrogación y tenemos poca información, más que el hecho de que se sabe que en febrero del 2018 termina el periodo de Raúl como presidente del país, pero parece que no termina su período como primer secretario del Partido, lo cual significa que va a tener un papel político fundamental. En la Cuba que se inicia a partir de esos momentos, se barajan varios nombres, el vicepresidente Miguel Díaz Canel como futuro presidente de Cuba. Pero, ¿qué va a pasar realmente? ¿Cómo se va a desarrollar? El gobierno pretende un proceso de continuidad, y creo que va a haber continuidad, pero va tener que ser matizada con cambios mucho más profundos que los que han ocurrido hasta ahora.
Esto es complicado en términos de la realidad cubana porque, si te digo por ejemplo que el año 2005 un ciudadano cubano no podía tener un teléfono celular por que no te daban permiso para tener una línea, y uno de los cambios que introdujo Raúl fue que los cubanos pudieran tener teléfonos celulares. Una persona de otra parte del mundo le puede parecer…., pero es un cambio importante, y como ese, ha habido otros.
Creo que el hecho de que se liberalizara la posibilidad de viajar de los cubanos, que durante más de 50 años estuvo muy controlada es otro cambio importante. Ha habido pequeñas aperturas económicas, pero yo pienso que tiene que haber una mayor profundidad sobre todo en la apertura económica. El año pasado, Cuba estuvo en recesión, decreció el Producto Interno Bruto, este año va a crecer muy poco y se va acumulando una deuda económica, un envejecimiento de la infraestructura que necesita un impulso económico importante para mejorar la vida de los cubanos.
El mayor drama de Cuba: los jóvenes que se van
Yo estuve en Cuba a finales del año pasado, y la gente con que conversé en las calles decían –sí hay unas reformas, pero nosotros somos espectadores, otros toman las decisiones y dirigen el rumbo del país--. Y los jóvenes, en particular, hablan de no tienen futuro en su país.
Ese es un drama y es uno de los desafíos hacia el futuro que tiene Cuba. En los últimos años han emigrado del país muchísimos jóvenes, ahora se ha complicado un poco con el cambio de las leyes norteamericanas que admitían aquella política que se llamaba “pies secos, pies mojados”, que el cubano que llegaba a territorio norteamericano tenía inmediatamente un derecho a residencia, eso se ha complicado.
Trump no se ha pronunciado al respecto, prácticamente no ha hablado de Cuba, lo cual no sé si es bueno o es malo tratándose de Trump, que es impredecible. Pero ha habido un desangramiento importante del capital humano joven cubano, porque muchos de esos jóvenes que se han ido son los que estaban mejor preparados: cibernéticos, médicos, físicos, en fin; y hay que buscar una solución para retener a ese capital humano que se ha formado en el país y que es importantísimo en el futuro de Cuba. Porque si el principal problema que tenemos es de carácter económico, esa inteligencia es importantísima, pero hay que darle un espacio para el desarrollo de esa inteligencia.
En los últimos años han surgido algunos medios de comunicación digitales independientes como El Estornudo, Periodismo de barrio, Catorce y medio, ¿cuál es el espacio real que tienen? ¿hay espacio en Cuba para una sociedad civil autónoma, que pueda incidir en el futuro de esos cambios?
Mira, si nos ponemos diez, quince años atrás, la existencia de estos espacios, que fundamentalmente tienen su razón de ser gracias a las posibilidades del Internet, hubiera sido inimaginable que existieran en Cuba. Hoy existen. El problema es que se lee más fuera de Cuba que dentro de Cuba, precisamente por ese acceso bastante limitado a Internet que tienen los cubanos.
De todas maneras, yo creo que es importante que exista una diversificación de opiniones. Yo siento que la sociedad cubana necesita muchos más espacios de debate, muchos más espacios de debate (para que puedan) surgir algunas luces que nos ayuden a entender mejor qué cosa queremos y hacia dónde queremos ir, y tiene que ser, como decía Martí, “con todos y para el bien de todos”.
Pero hasta ahora no hay algún indicio de que además de las reformas económicas, ¿exista alguna orientación hacia una apertura política?
No. No lo hay, incluso en el territorio de la cultura, yo siento que había espacios que eran mucho más abiertos hace cinco, seis años y que ahora está mucho más controlado, mucho más cerrado, así que no creo que haya una voluntad de apertura política inmediata.