15 de enero 2023
En Tirrases, un distrito del cantón de Curridabat, en la provincia de San José, Costa Rica, vive Victoria Quintanilla, una nicaragüense que emigró hace siete años a este país y que, a sus 70 años, se prepara para iniciar su clase de pastelería.
“Me sentía encerrada, por lo que me fui al Centro de Desarrollo Humano que hay acá, donde dan diferentes capacitaciones, y empecé con psicólogo, (luego) a aprender costura, a hacer pulseras de macramé, y a todo lo que me ha llamado la atención me he metido, y ahora nadie me para”, cuenta con entusiasmo Quintanilla, mientras opera con afán su máquina de coser.
Es agrónoma de profesión y en Nicaragua trabajó durante muchos años en el cultivo y venta de sus cosechas, en especial del aguacate. Emigró hacia Costa Rica porque quería estar cerca de todos sus hijos y nietas, quienes ya llevaban un buen tiempo viviendo en el país vecino.
Quintanilla recién se graduó de la clase de Cocina, y de Etiqueta y Protocolo, en el Centro Gastronómico El Surá de Tirrases, donde imparten cursos que permiten a sus estudiantes, en su mayoría migrantes, tener una formación validada por la municipalidad para obtener un empleo o emprender un negocio.
“Más de la mitad de los estudiantes de acá son extranjeros. Aquí se les da la oportunidad de estudio, tengan o no tengan vigente la cédula, para que ellos puedan salir adelante con emprendimientos o para futuros trabajos. Esto les permitirá colocarse en cualquier puesto ya cuando tengan los papeles al día”, comenta Priscilla Vindas, profesora del Centro Gastronómico El Surá de Tirrases.
Fundación Mujer, capacitaciones y crédito
Desde pequeña, Victoria conoció el oficio de la costura por su mamá, pero no lo ejercía como fuente de ingreso como ahora, con “Victoria Zipper ”, un pequeño emprendimiento de accesorios y bolsos de zíper, el que ha desarrollado gracias al acompañamiento de Fundación Mujer, una de las agencias socias de la Agencia de las Naciones Unidas para Refugiados, ACNUR, que apoya a migrantes a través de capacitaciones y créditos.
Fundación Mujer tiene 34 años de existir en Costa Rica y nació como una microfinanciera para dar crédito y capacitación a mujeres emprendedoras de zonas rurales. Con el paso de los años incluyeron también a hombres dentro de los beneficiarios de sus servicios, e hicieron alianzas con agencias u organismos que desarrollan proyectos para personas migrantes. Hace seis años ejecutan, con fondos de ACNUR, un proyecto de inclusión para esta población llamado “Medios de Vida e Inclusión Económica”.
“Todos los proyectos que desarrollamos desde Fundación Mujer van enfocados en medios de vida e inclusión económica de la población solicitante de refugio, migrante, vulnerable, que necesita insertarse a la economía en Costa Rica a través de procesos formativos que las personas pueden llevar desde Fundación Mujer para validar esos conocimientos, habilidades, competencias y que puedan así enfrentarse al mercado laboral actual”, indica Laura Castellón, coordinadora de dicho proyecto.
De 2018 a la fecha, Fundación Mujer ha beneficiado a 204 nicaragüenses con cursos o capital semilla, es decir, una ayuda económica que les permite invertir en un emprendimiento. Para adquirir el capital semilla, los alumnos deben defender su emprendimiento ante un jurado en el curso de Gestión de Negocios.
“Yo no voy a poder’, decía yo, y me decía Laura: ‘usted puede Victoria‘ y lo logré. El capital semilla consistía en 300 000 colones. Yo no tenía máquina, me compré esta máquina y compré materiales”, describe Quintanilla.
Indira, una emprendedora realizada en Costa Rica
Indira Torres es otra nicaragüense que forma parte de las emprendedoras de Fundación Mujer. Emigró hace cuatro años junto con sus dos pequeñas hijas y encontró en la fundación un espacio donde capacitarse para poner un negocio que le permitiera vivir dignamente.
En Nicaragua era relacionista pública, trabajó por muchos años ejerciendo la profesión, pero cuando nacieron sus hijas se dedicó a comerciar productos. “Para las empresas no era viable contratar a una mamá soltera, sin familiares cercanos para el cuido de mis niñas en caso de emergencia, por eso tuve que dedicarme al comercio, para sobrevivir”, cuenta Torres.
Esa experiencia en ventas le sirvió al llegar a Costa Rica. “Decidí buscar espacios para capacitarme porque estaba consciente que debía emprender para poder salir adelante en Costa Rica”, describe Torres.
Llegó a Fundación Mujer en 2018, a los meses de haberse asentado, en busca de información para un amigo, pero terminó siendo parte de las beneficiadas y hasta el momento ha llevado más de diez cursos y capacitaciones que le han servido para emprender el negocio que tiene ahora.
Su emprendimiento se llama P&C Sublimación, donde se encarga de personalizar artículos publicitarios y personales. “Al inicio no teníamos nada, ni siquiera el conocimiento que se requería. Comenzamos con una máquina, que era usada y la usé muy poco porque realmente no tenía el conocimiento adecuado. No sabía nada de Diseño, ni de Photoshop, ni de Ilustración, pero luego comencé a capacitarme”, relata Torres.
También fue beneficiada con un capital semilla, al igual que Quintanilla, dinero que le ayudó a estabilizar su emprendimiento. “No sabes cuánta oportunidad dejas pasar al no tener la materia prima a mano, pierdes tiempo y clientes. Lo que me dio la fundación de capital semilla lo utilicé para abastecerme y logré tener muchísimos pedidos”, asegura.
Para Victoria e Indira, estos espacios de formación han sido fundamentales para su integración y para salir adelante en Costa Rica. “Son muy buenas oportunidades, porque pagar un curso de cocina es carísimo. Aquí la vida es muy cara, pero los costarricenses nos apoyan mucho con eso (cursos y capacitaciones) y me siento agradecida por lo que nos brindan a los migrantes como a mí”, dice Quintanilla.
“A veces uno viene un poco desorientado, no puedes verbalizar, al inicio hay tantas cosas en tu cabeza, tantos temores porque estás en un lugar diferente y ese paso a paso que ellos dan, la guía que te ofrecen, sentís que te acuerpa”, cuenta. Además de la orientación y capacitación técnica, estos espacios a veces también ofrecen apoyo psicosocial.
“Me siento bendecida y orgullosa de cómo voy avanzando --asegura--. El hecho de ser nicaragüense y estar en este país tributando, haciendo las cosas de una manera correcta, me hace sentir realizada. Cada vez que tengo la oportunidad de decir que este negocio es por manos nicaragüenses, para mí es una honra”.