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Prólogo de PJCh

Colaboración Confidencial

10 de enero 2018

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Se llamaba él (porque ya murió) Anastasio Somoza García, y tuvo la audacia de apoderarse veinte años de un país entero, hasta que un jovencito le dio cuatro balazos mientras se hallaba sentado a la mesa de un banquete.

Pedro Joaquín Chamorro


Todo lo escrito en las páginas del presente libro, es cierto; absolutamente cierto; y el propósito de su autor ha sido narrarlo con la mayor sencillez posible, y sin exageraciones de ninguna clase.

Su contenido está enmarcado en la cronología de una prisión, que sufrió un hombre a quien tomaron preso el 21 de septiembre de 1956, en una casa de la Colonia Mántica, Managua, capital de Nicaragua.

Lo detuvieron como a tantos otros, y, como ellos también, vivió en las cárceles de la familia Somoza mucho tiempo, y fue objeto de sus métodos brutales.

Presenció y sufrió torturas, conoció a prisioneros que fueron luego asesinados, vivió un juicio histórico que por su formación y desarrollo merece ser calificado como el más negro error judicial americano de nuestra época, y ahora narra su experiencia, con la intención de divulgarla en beneficio de quienes luchan contra la tiranía en Nicaragua, y en otros pueblos de América.

También desea que sirva para explicar a los hijos de los que han muerto asesinados por los Somoza, el porqué del sacrificio de sus padres.

Dentro de la pequeña historia de este hombre, que es uno de tantos, está narrada esporádicamente a través de recuerdos, juicios y anécdotas, la historia de otro hombre y su familia. Se llamaba él (porque ya murió) Anastasio Somoza García, y tuvo la audacia de apoderarse veinte años de un país entero, hasta que un jovencito le dio cuatro balazos mientras se hallaba sentado a la mesa de un banquete.

El momento de su muerte, la investigación del hecho y las complicaciones que él trajo, se cuentan en el libro, cuyas pretensiones literarias son tan pocas, como son grandes sus pretensiones de ser un relato fiel y veraz.

El autor habla de lo que ha visto o vivido, y cuando traslada algo que no le consta, lo advierte claramente, porque así conviene a la naturaleza del escrito, que no es una novela, sino un reportaje.

Sus conclusiones no están ordenadas en capítulo aparte, sino que saltan a veces en varios de ellos, como deducciones lógicas e incontrovertibles de los hechos presentados.

De estos últimos hay infinidad de testigos presenciales, que puede encontrar cualquier curioso, con un poco de paciencia y tacto, en las calles generalmente cálidas, de la ciudad de Managua.

De un modo u otro, el autor dedica este libro a todas las personas que aparecen mencionadas en sus páginas, y a otras cuyos nombres se han guardado por circunstancias que el lector comprenderá cuando llegue a concluirlo.

 


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