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¿Y el Ejército..?

La prudencia actual del ejército indica que tiene intereses más amplios que los que ofrece el marco jurídico viciado del orteguismo

¿Bajo qué normas los militares combaten a los grupos rearmados y por qué no recurren a las mismas para enfrentar a las bandas paramilitares?

Fernando Bárcenas

11 de junio 2018

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Todo pensador, abocado al análisis de la contradicción actual de la realidad política, debe ponderar, por su carácter estratégico, la reacción dinámica del ejército en esta coyuntura histórica. Por ahora, el comunicado del ejército, del 12 de mayo pasado, afirma que continuará brindando protección y seguridad a las entidades y objetivos estratégicos, que son vitales para el funcionamiento del país. 

El ejército no hará uso de las armas

Y en reunión con productores agrícolas, han manifestado que no tienen por qué reprimir a la población que se manifiesta en las calles. Y agregan, que no han disparado ni un solo tiro en contra la población ni tienen intención de hacerlo. Sin embargo, ello deberá comprobarlo la comisión internacional de la verdad que investigue los crímenes. 


La población ha recogido pruebas incipientes que algunos grupos paramilitares han salido de instituciones del ejército, y opina que ha facilitado soldados para que endosen los uniformes de los antimotines de la policía, o bien, que ha proveído tiradores expertos, armados de fusiles de francotirador Dragunov. Todo lo cual, deberá comprobarlo la comisión internacional de la verdad. 

Los objetivos estratégicos vitales para el funcionamiento del país, no son entidades como fines en sí mismas, como cree el ejército, al suponer que ellos las deban proteger por encima de la realidad política en una confrontación extrema, sino que, en tal circunstancia trágica, lo que se debe salvaguardar es a la nación, cuya esencia es la población, no el gobierno, compuesto supuestos por empleados públicos removibles por voluntad popular. 

En una insurrección cívica, militarmente estudiada por los teóricos como una discontinuidad, donde las variables determinan nuevos escenarios, es fundamental distinguir, en ese salto de la realidad, dónde se encuentra la nación, dónde radica el futuro y el destino de la patria. 

La opresión criminal es… ilegítima

En tales circunstancias, la indiferencia es complicidad con la opresión asesina. Es redundante calificar a la opresión de ilegítima, o suponer que cuando se proyecta un salto de calidad exista un orden constitucional neutral al conflicto histórico. Toda institución burocrática, incluso la más burocrática de todas, como es el ejército, debe cumplir una función esencial cuando en una situación de opresión criminal se cumplen las condiciones de la rebelión ciudadana, previstas por el derecho internacional y por la Constitución.

Un razonamiento al margen de la circunstancia concreta, que es decisiva para la sobrevivencia de la nación, al ser un razonamiento burocrático, puramente institucional, carece de validez estratégica al ignorar la totalidad en la que operan las instituciones.

Un país es estable en condiciones de libertad para los ciudadanos

En esta lucha nadie es neutral. Por supuesto, hay distintos niveles de conciencia en la población, distintos niveles de compromiso, distinta capacidad de sacrificio, pero el 90 % de la población desea desesperadamente un cambio definitivo urgente, sobre todo, porque el orteguismo en esta crisis ha revelado un rostro criminal inaceptable y repugnante. Muy pocos prefieren vivir sometidos a un régimen que asesina cobardemente a estudiantes desarmados, y que resulta inviable para la estabilidad del país.

Un país no es estable porque los ciudadanos acepten ser oprimidos, incluso bajo las condiciones más infamantes de la opresión. La estabilidad está vinculada a las condiciones de existencia en libertad, a los derechos humanos y políticos reales de la población. Algo que, por intereses mezquinos, nunca entendió el COSEP. 

El quid del asunto actual, en el que habrá que analizar alternativas y matices de opinión, radica en la circunstancia y en el método con que se producirá el cambio, no en que el cambio es necesario.

¿El ejército vive en una burbuja cuando la patria se debate entre la justicia y el crimen?

El ejército no es una institución que inspire confianza. No goza de credibilidad porque ha sido intervenida, manoseada, abusivamente por Ortega. Todo lo que toca Ortega degenera, cambia de calidad negativamente, al inverso del rey Midas que convertía en oro todo lo que tocaba. El ejército parece entonar la copla venezolana: Yo no soy de esta parroquia/ soy de Barquisimeto/ nadie se meta conmigo/ que yo con nadie me meto.

Y no es cierto que el ejército pueda vivir durante esta revolución cívica en una burbuja al margen de la suerte de la nación, cuando la patria se debate entre la justicia o el crimen. El ejército deberá optar abiertamente entre la nación o la dictadura, en esta hora decisiva para el país.

Si el ejército cuenta con estrategas de verdad, en su análisis de escenarios en la pizarra, ha debido considerar en qué circunstancias se verían obligados a apoyar decididamente a Ortega, a rostro descubierto, y cómo su intervención creará en adelante el entorno más favorable. Y en qué circunstancias, por el contrario, deberán apoyar decididamente el cambio de sociedad, impulsado por la insurrección cívica de la nación, con un entorno indiscutiblemente más favorable si el ejército es una institución honrada. Lo decisivo en el análisis, entonces, es el carácter de la institución armada: mafioso o patriótico, no hay término medio.

Análisis estratégico de la tendencia objetiva de salida del conflicto

Un análisis estratégico profesional no se sustenta en amistades o en preferencias o gustos personales, o en lealtades partidarias, o en servilismo obcecado, sino, en un método de inferencia lógica en la toma de decisiones, ante alternativas que reducen inevitablemente la posibilidad de arrepentimiento, considerando la tendencia objetiva de salida del conflicto de manera estable. Es sencillo comprender las causas objetivas de la implosión irreversible del régimen orteguista, para situarse, previsoramente, al lado del cambio.

La decisión metodológicamente acertada, para un estratega, no sólo debe constituir la mejor opción para favorecer los propios intereses institucionales, de manera perdurable, cuanto que debe conducir a tomar la alternativa que más abre perspectivas de continuar con una capacidad ventajosa ante el cambio de realidad más probable, es decir, ante el cambio con mayor tendencia probabilística de evolución en lo que respecta al entorno nacional e internacional.

La paz de los cementerios

Ortega, en cambio, ha decidido que, aunque el país quede convertido en un cementerio por su culpa, lo importante es que en ese caos destructivo total él permanezca sentado en la silla del poder, aún sobre los escombros de la sociedad reducida a la barbarie. Efectivamente, un déspota, personalmente muy atrasado culturalmente como es Ortega, no razona como gobernante, sino, que se comporta irracionalmente con el fanatismo mesiánico de un terrorista corrupto enquistado en el Estado.

Probablemente, un ejército mafioso decida hundirse históricamente con Ortega, y arrime también su silla a la del tirano sobre los escombros de la sociedad. Pero, la prudencia actual del ejército indica que tiene intereses más amplios que los que ofrece el marco jurídico viciado del orteguismo. Y que su sobrevivencia puede separarse de los errores irreparables de Ortega, al ver que éste serrucha la tabla suspendida sobre el vacío, en la que está sentado con los pies en el aire. 

El ejército de nuevo tipo estaría formándose en las barricadas de Monimbó

Nuevamente, en cada etapa crucial para la patria, Monimbó es Nicaragua. De manera, que es absurdo pensar que una institución militar profesional diseñada para defender a la nación, pueda hundir la cabeza en la arena en un momento trágico, para levantarla cuando todo haya pasado, para bien o para mal. Indiferente a las condiciones creadas por una nueva realidad en la que el pueblo podría considerar al ejército profesional, a causa de su actitud insensible y obtusa, una institución inútil, dispendiosa o, incluso, perjudicial, amenazante y coludida con el orteguismo, en la que podría germinar nuevamente otra dictadura.

Las bases de un nuevo ejército nacional, salido de las entrañas del pueblo, estaría entonces formándose en las milicias combativas de Monimbó, y en las que se han sostenido en las barricadas y tranques contra la represión orteguista.


El autor es ingeniero eléctrico

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Fernando Bárcenas

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