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Una generación que alza la mano. ¿Dónde están?

No podemos olvidar; la lucha por la autonomía universitaria y la calidad de la educación en las universidades públicas.

Daniel Ortega en su pequeñez de miras no alcanza a ver que la raíz de la libertad es más poderosa que cualquier régimen por represivo que sea. Lea: ¿Para qué sirve el Diálogo Nacional?

Alejandra Centeno

22 de abril 2020

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Si logramos preservar nuestra esencia privada lograremos ser la transición.

Hace un año, al cumplirse el primer aniversario del estallido de abril, escribí un texto a través del cual afirmaba: “Estamos a la altura de las convicciones que defendemos, considerando que no tenemos permiso de estar por debajo de, ya que nada de lo que hagamos dará suficiente honra a todos los nicaragüenses que perdieron su vida luchando para que Nicaragua sea libre” (Confidencial, 2018) Ahora, se me ocurre preguntarme ¿Si seguimos estando a la altura de lo que defendemos? Y más importante aún ¿Cómo podemos permanecer a la altura?


No tengo la osadía de contestar la primera pregunta, al menos no de manera colectiva -espero que cada uno de nosotros pueda responderse a sí mismo.  De manera generalizada, lo más importante que como jóvenes y estudiantes tenemos para aportar, son precisamente nuestras buenas intenciones, nuestro afán por el cambio y por ende nuestra propia subjetividad.

Fue nuestro espíritu inconforme, contestatario, protestante y arrecho, pero también nuestra humanidad, sensibilidad, solidaridad; lo que nos movió a salir a las calles. Salimos a pelear por lo más valioso que podemos entregar a las nuevas generaciones: derechos humanos y libertad.

Posteriormente fueron nuestras inclinaciones casi naturales para alejarnos de las ideas políticas preconcebidas lo que causaba que nuestras “opiniones jóvenes” aportarán nuevas significancias en los procesos deliberativos.

Protestas en Nicaragua: ¿qué piden los estudiantes? era la lectura que permitía un titular de BBC el 18 de mayo de 2018. Los estudiantes despertaron Nicaragua; escribía El País en junio del 2018 ¿Y ahora? ¿Dónde están en esos estudiantes ahora?

Bueno, muchos -y de forma valiente debo decir- continúan participando dentro de los espacios organizativos de la Coalición Nacional Azul y Blanco, otros se encuentran en el exilio, no lograron volver al país producto de la voraz acechanza del régimen orteguista; y algunos hemos decidido hacer una pausa dentro de los espacios organizativos para continuar con nuestra formación profesional.

De cualquier manera y sin importar el lugar físico en el que nos ubiquemos hoy, lo que quiero recordar es nuestro rol -desde el día uno- como las voces incómodas dentro de los espacios, los que piden cosas “que no son realistas”, los chavalos que “no saben nada de política”. No fuimos y no podemos convertirnos – ni hoy, ni mañana- en simples políticos, pragmáticos, resignados.

Para eso, necesitamos ser honestos con nosotros mismos. Iniciando por reconocer: 1. Que no todos los estudiantes están en nuestras organizaciones. 2. Que las organizaciones estudiantiles actuales tienen diferencias. De alguna manera ¡qué bueno! el disenso interno en los sistemas representa una oportunidad de innovación.

La honestidad requiere carácter. Por ejemplo: reconocer a esas otras organizaciones como pares, que de alguna manera persiguen lo mismo que nosotros y que mientras demuestren conductas éticas y legales tienen el mismo derecho a existir. Extrapolando el análisis de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt acerca de “Cómo mueren las Democracias” este simple acto no sería más que “acordar no estar de acuerdo”. La democracia debe constituirse como una oportunidad para disentir sin mayores repercusiones.

Por su puesto,  acordar "no estar de acuerdo" ya es una tarea seria en las sociedades donde existe una democracia funcional, que se torna mayormente compleja en un país de extensa historia  autoritaria y poco democrática. A esto sumemos, las actuales condiciones, en las que los chavalos y chavalas se están jugando  la vida, la libertad y su futuro. Definitivamente esto no es tan sencillo como se escribe.

Posteriormente, es vital acabar con la herencia embaucadora de establecer relaciones “perder -ganar”. No podemos trabajar para que los otros pierdan. Eso solo debilita al sector estudiantil. Los sistemas de competencia son naturalmente excluyentes y la virtud de los movimientos estudiantiles es la inclusividad. Pero para incluir a otros primero hay que abrir diálogos entre iguales. Se ha dicho constantemente que los movimientos  estudiantiles están subyugados a ciertos grupos externos, empresa privada, movimientos sociales etc. Aunque no creo que este sea el hecho, porque yo estuve en los espacios y nunca me sentí soldado de ningún grupo. Al respecto lo que sí debo decir es que la sombra de ciertos grupos despierta desconfianza, recelos y hasta prejuicios dentro de los estudiantes.

En noviembre del 2018, me incorporé a la Alianza Cívica. Una de las cosas más  curiosas que viví estando en la AC, fue como me perciben los estudiantes. En algún momento un compañero de otro grupo estudiantil me preguntó ¿Quién es tu jefe? Como si yo tuviera uno, o normalmente me preguntaba ¿Y qué te dice tal persona? Quizás pensaba que recibía orientaciones de mis asesores, pero nunca fue así, siempre tuvimos la oportunidad de decidir y digo tuvimos, porque las decisiones las tomaba la Coordinadora por la Democracia y la Justicia, que en ese momento era la plataforma que yo representaba, ni siquiera decidía yo sola.

Paralelamente, mis compañeros de la CUDJ, empezaron a verme diferente producto de mi reciente cercanía con la empresa privada, cercanía que se dio producto de la confluencia en la Alianza Cívica, siempre me preguntaban ¿Qué te dicen? ¿Qué dice Chano? me preguntaban más por el COSEP que por la Alianza misma y cuestionaban duramente el hecho de que diera apreciaciones “neutrales” que ellos podían entender como partidarias de algún grupo de poder. Realmente eran solo mis opiniones y nunca trate de resarcir a nadie de su responsabilidad, no obstante siempre pensé que  me tocaba sumarme a la búsqueda de soluciones y caminos. Alguien podría decirme que esta es una idea “acomodada” porque no muestra una postura en contra, ni a favor,  a lo que yo contestaría que hace más de un años entendí que los espacios son tan heterogéneos, que solo uniéndonos por lo común y tratando de superar las tensiones, facilitamos los acuerdos integrativos.

Es necesario que el movimiento estudiantil comience a cooperar hoy, para ganar-ganar mañana. Como aquel 13 de marzo del 2019, cuando los cinco movimientos que formaban el sector estudiantil de la Alianza Cívica acordaron levantarse de la mesa de negociación entre el régimen Ortega Murillo y la Alianza Cívica, como forma de protesta ante unas negociaciones que se reanudaron sin que el Gobierno cumpliera ninguna de las  acciones que nosotros considerábamos como “muestras de voluntad”. “La reacción de apoyo a la posición de los estudiantes no se hizo esperar en las redes sociales. Los nicaragüenses ven en ellos una reserva moral tras su levantamiento en abril” (El País, marzo:2019). Aquel día lo que ganamos, fue a nosotros mismos, juntos y en acuerdo.

Si durante todo este tiempo, hubiéramos trabajado en construirnos (los propios estudiantes) como nuestra propia opción no necesitaríamos la afirmación de grupos externos, ni acordar con actores políticos de procederes reprochables. La alternativa de los estudiantes deben ser los propios estudiantes.

Si recogemos las diversas declaraciones de algunos de los movimientos estudiantiles en Nicaragua: Coordinadora Universitaria por la Democracia y la Justicia (CUDJ), Alianza Universitaria Nicaragüense (AUN); Movimiento de la Universidad Agraria, Movimiento Estudiantil 19 de abril, Acción Universitaria, Con VOS, entre otros; notaríamos como factor común las siguientes palabras: justicia, libertad, democracia, participación joven y en algunos casos -particularmente desde la CUDJ- Autonomía Universitaria.

Todos estos valores y objetivos son vinculantes entre sí. Cuando se tiene una meta clara y compartida lo que se necesita es precisar las formas de actuar que nos facilitarán alcanzarlas. Me refiero a normas éticas mínimas y de entendimiento, que en un algún momento se intentaron elaborar, mediante la concertación del “sector juvenil”, pero que lamentablemente no se llegó a consolidar. En palabras de la filósofa española Adela Cortina, realizar este tipo de prácticas no es otra cosa que “una configuración inteligente”.

¿Cuál es el problema?  Si no somos honestos y humildes para reconocernos como iguales y respetarnos como tales, esta acción no surtirá mayor efecto. ¿Cuál es el problema mayor? Que ahora y a lo largo de los años nos seguiremos encontrando, pues la Nicaragua que queremos no la haremos solos.

A esto se suma, que todo lo vivido en los últimos años nos anuncia que no tenemos oportunidad de claudicar en esta lucha, que seguramente tomará años, aún más allá de salida de Ortega. Tenemos un compromiso moral en cuanto a trabajar por una Nicaragua donde cada persona tenga un trato digno, más oportunidades y mayores herramientas para el progreso individual y colectivo.

En este sentido, vamos a necesitar de los otros y particularmente de nosotros como sujeto privado. ¿Qué trato de decir? Que para hacer frente a este deber, necesitamos preservar nuestra conciencia, nuestras ideas. Más que doctrinas políticas seculares, necesitamos no perder nuestros valores, nuestros sueños. Como decía Nietzsche “nuestra grandeza reside en la suprema ilusión”.

Para eso, debemos constantemente recordar quienes somos y quienes no somos, pensar en qué queremos aportar al país. Pensar, por ejemplo, que si obramos bien desde ahora, todo lo que hacemos debe significar la promisión de que en los postreros años ya no tendremos que alcanzar las metas con el sufrimiento que engendra la violencia. Que en el futuro, los chavalos como nosotros no van a tener que elegir entre potenciar sus competencias individuales y profesionales o sumarse a luchas por justicia, porque podrán hacerlo sin ser expulsados, perseguidos, apresados y en el más lamentable de los casos asesinados.

Finalmente, hay algo que nos podemos olvidar; la lucha por la autonomía Universitaria y la calidad de la educación en las universidades públicas. Esta lucha que históricamente ha dotado de identidad a los movimientos estudiantiles y que actualmente sienta sus bases en dos direcciones:

  1. La libertad como un bien indispensable dentro de la educación superior.
  2. La recuperación de los espacios de participación, de organización y liderazgo estudiantil dentro de los recintos universitarios.

¿Por qué no podemos desvincular nuestras luchas? Porque la educación también es libertad y porque en Nicaragua el derecho a la educación es la esperanza de superación de familias completas, es una promesa de movilización social vertical y de mejora en la calidad vida. Es un bien del pueblo y sobre todo es un instrumento fundamental al momento de alcanzar mayores niveles de bienestar. “Los logros de las personas y territorios se ven fuertemente condicionados con el sistema educativo. La igualdad de oportunidades en ese ámbito resulta un elemento clave en la consecuencia de una sociedad más desarrollada más justa y con menor desigualdad” (Serrano, 2020, pág. 95).

Para mis compañeros que están dentro de las universidades y que no están organizados. Ustedes son parte de esto y serán esenciales para el cambio, que bueno que continúan en las aulas de clases porque la verdad es que aun cuando no podemos perder la indignación, la decisiones que tomemos hoy ya nos deben de privar del sufrimiento. Que alcancen su metas universitarias y que hayan decidido por la realización de su capacidades intelectuales es otra forma de resistir. Siéntanse contentos de llevar esa lucha y solo no olviden que después hay que poner todo lo aprendido al servicio del país.

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Alejandra Centeno

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