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Una dictadura corrupta no conduce a la paz

Dictadura y paz social sólo pueden definirse como una identidad conceptual en una ecuación pervertida

Las empresas que realizaron esta petición al Gobierno de Ortega son Adidas

Fernando Bárcenas

5 de enero 2018

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La política es una actividad estratégica, conflictiva, en la que difícilmente se une la teoría con la praxis. Y en la que más difícilmente las masas adquieren conciencia de sus propios intereses y toman las acciones en el momento apropiado para optar por el poder…  Por ello, la sociedad –en grandes ciclos- avanza en espiral, con zancadas hacia adelante y hacia atrás. A veces, por desgracia, con mayores retrocesos y derrotas que conquistas, por falta de dirección.

Aún pagamos las consecuencias de la desastrosa dirección sandinista de los años ochenta, incluso, la pagamos ahora con el orteguismo dictatorial, que es el subproducto principal de las desviaciones burocráticas de ese período.

Relación entre la contradicción externa e interna


La crisis efectiva de la dictadura orteguista no se deriva, necesariamente, del enfrentamiento con el congreso norteamericano, por la política errática de Ortega y por el indudable avasallamiento del orden democrático. En otros términos, las contradicciones externas, aunque asuman ideológicamente la forma de una confrontación democrática formal, no conducen a un cambio progresivo de nuestra sociedad. Por el contrario, un avance en el orden político, por fuerza, debe sustentarse en una mayor independencia nacional, producto de una estrategia de movilización ciudadana en contra de la dictadura, para lograr avances significativos en el orden económico con las debidas transformaciones estructurales que incidan en la productividad.

La contradicción externa, si acapara la iniciativa estratégica puede conducir más que a una crisis de Ortega a una crisis nacional, con el peligro de la anarquía. El orteguismo lleva en su interior el germen de la descomposición y la anarquía, lo que hace improbable una recuperación nacional si los sectores sociales progresivos no le derrotan completamente.

Por falta de dirección, del somocismo pasamos al sandinismo abusivo, y luego, del sandinismo burocratizado al orteguismo, ahora, el riesgo es pasar de la descomposición del orteguismo a la anarquía.

¿Resolver los problemas entre nicaragüenses?

Los acuerdos de Ortega con la OEA abren una rendija para que los aventureros y especuladores políticos, sin base social, vean una oportunidad para solicitar puestos estatales en una negociación burocrática que otorgue a Ortega una falsa legitimidad, bajo la consiga ambigua que los problemas debemos resolverlos entre nicaragüenses.

El problema que habría que resolver es la contradicción entre la nación y el absolutismo. Y tal contradicción no se resuelve por negociación entre nicaragüenses, sino, con la derrota nacional del orteguismo, por una movilización de masas que desmantele (no que reforme) el Estado desfigurado por el control dictatorial corrupto.

De continuar bajo el orteguismo en contradicción con Norteamérica, el país, sin alternativa propia, podría terminar por perder el control de su destino, en buena medida, por la disposición de Ortega a vender el país en beneficio personal. Su estrategia de sobrevivencia le lleva a ofrecerse como el agente del trabajo sucio norteamericano, en contra de los inmigrantes y del patrimonio nacional.

Para frenar la intervención norteamericana y la posibilidad de desembocar en una situación de anarquía, el país debe gestar, no una negociación con Ortega o una negociación con los norteamericanos, sino, una alternativa de poder independiente, con sustento social, que desplace decididamente a la dictadura. Este es un problema de dirección estratégica progresista.

Despolitización por la decepción política del sandinismo

La mayoría de las personas, si bien critican ferozmente al régimen actual con los peores adjetivos posibles, no parecen interesadas en analizar científicamente su caída, y rehúyen verse involucradas en la vorágine convulsiva de los hechos, que se sabe son prácticamente inevitables. Desde los años ochenta, toda una generación ha sido decepcionada de la política por el sandinismo histórico, y esa generación perdida ha optado por el yoquepierdismo individual. Se trata de un estrés postraumático crónico. Un fenómeno existencial de despolitización, que el orteguismo sin sustento ideológico propicia abiertamente como el medio más negligente de dominación.

La propaganda orteguista, en efecto, en lugar de atraer seguidores está diseñada en su forma y contenido extravagantemente repetitivo para inducir la apatía política. Es una mezcla de cursilería y de férrea omertá, sin posibilidad de análisis o de debate.

Las luchas sociales engendran sus propios dirigentes políticos, al momento oportuno

Afortunadamente, los conductores de las luchas futuras subyacen anónimos, desconocidos aún para sí mismos.

Las crisis políticas tienen esa cualidad formidable de subir al escenario de la historia, en el rol principal, a las personas más humildes. Así fue con Zapata y sus campesinos del sur, con Pancho Villa, o Sandino. Y los métodos de lucha y los fines se corresponden con esa prevalencia política de los sectores sociales más oprimidos. Si uno se esfuerza por percibir una señal de coherencia política en la actualidad, con alguna metodología teórica, el panorama es desolador. Lo cual, envalentona a los seguidores de Ortega a medir sus fuerzas, no con la tendencia probabilística de cambio de la realidad, sino, con las comparsas políticas electoreras que oportunamente se comportan como opositores de salón, sin base social.

Por ello, los políticos electoreros llaman al orteguismo dictablanda, no sólo por incapacidad de análisis crítico, cuanto porque en su fuero interno saben que por sus propios objetivos políticos son parte complementaria del mismo sistema.

Amnistía a Ortega ¿por Ortega mismo?

Un prominente dirigente del FAD, en un programa de televisión del 22 de diciembre pasado, declaró que el FAD promueve la amnistía a Ortega y a todos sus funcionarios, por cualquier delito que se les pudiera imputar, incluso en adelante.

Antes que Ortega acepte unas negociaciones espurias con el FAD, éste le otorga a Ortega una legitimidad que no tiene, y dado que por fundamento jurídico sólo el gobierno puede otorgar amnistía, le concede la aberración sin precedentes de amnistiarse a sí mismo y a sus seguidores, indefinidamente, por cualquier hecho punible que hayan cometido o vayan a cometer antes de su caída.

No sólo es ridículo que el ratón ofrezca amnistiar al gato, por un sorbo de leche, sino, que nadie desea que Ortega sea auto-amnistiado cuando el rechazo a su régimen impune dará pie a movilizaciones de masas, por consignas que unan las reivindicaciones sociales con reivindicaciones políticas esencialmente libertarias, que llevan sin duda al desmantelamiento de la dictadura.

Dictadura y gozo de paz social

El COSEP, en palabras de José Aguerri, describe este período de dictadura degradante para los ciudadanos, como la época que en más años consecutivos los nicaragüenses han gozado de paz social.

Dictadura y paz social sólo pueden definirse como una identidad conceptual en una ecuación pervertida, que únicamente es posible bajo el influjo de una lógica represiva desvergonzada.

Hay, en Aguerri, un trastrocamiento de las prioridades políticas del país. A este período de consolidación de la dictadura absolutista, que ha destruido todos los derechos ciudadanos, sólo impúdicamente puede calificársele de gozo de paz social, cuando preludia un conflicto extremadamente trágico por la reivindicación social más elemental. Es como decirle a un prisionero que lo prioritario no es que recupere su libertad, sino, que conserve el privilegio miserable de continuar almorzando gratis.

La política reivindicativa, para el COSEP, es una actividad indeseable

Hemos aprendido en la historia –redunda Aguerri- que cuando se le ha dado énfasis a lo político, el perdedor ha sido lo económico y lo social… 

Obviamente, Aguerri, situado al lado de la historia opresiva, no reniega de la política represiva de Ortega que asegura lo que él llama paz social, sino, que reniega de la política progresista, de la lucha por derechos ciudadanos. El silogismo de Aguerri concluiría que la conquista de derechos ciudadanos afecta la economía, por lo que él se convierte en agente activo de la despolitización.

Las sociedades se organizan bajo formas políticas, con deberes y derechos legales, no sólo por el pensamiento humanista de la Ilustración, sino, porque esas conquistas políticas destraban históricamente el desarrollo de las fuerzas productivas. Lo que hemos aprendido de la historia es que los avances tecnológicos se expresan, al fin, en avances políticos, que se imponen al antiguo régimen cuando objetivamente está en estancamiento y crisis.

La política es una actividad consciente sobre las bases materiales y jurídicas que determinan el devenir de la sociedad.

Los tipos de rehenes de Ortega

Un empresario dice: con Ortega nos va bien, pero somos rehenes. Parece una paradoja, porque un rehén al que le va bien es, más apropiadamente, un socio minoritario. O, si se quiere, un cómplice del secuestrador, pero, sin síndrome de Estocolmo. Al resto de rehenes de Ortega, ni nos va ni nos puede ir bien, cuando la ineficiencia y las amenazas a la vida nacional crecen por negligencia, por servilismo y corrupción impune.

Diálogo y concertación con Ortega en busca de micro pactos

El FAD busca con desesperación un diálogo con Ortega para encontrar oxígeno dentro de la política electorera. El probable fracaso del diálogo que proponen, no haría más que desprestigiar ulteriormente a quienes apuestan su futuro político a un entendimiento con Ortega.

Ortega no está contra la pared, ni está obligado a conceder a la OEA nada que no pueda permitirse dentro del gatopardismo. Como cualquiera, Ortega hasta puede ingerir veneno por propia mano si tiene el antídoto.

En este contexto, nada desprestigia tanto políticamente como trazar una estrategia subordinada, sin fuerza propia. Los opositores agrupados en el FAD dependen enteramente de la decisión que adopte el poder dominante, si recoge o no, como propia, la pusilánime estrategia de negociación del FAD.

Stalin, cuando le propusieron que el Papa participara en las negociaciones para dividirse Europa, preguntó: ¡Ah, el Papa!, ¿con cuántas divisiones militares cuenta el Papa?

De igual manera elemental, cabría preguntar: ¿con qué fuerza política cuenta el FAD? Sin haber encabezado una sola lucha de masas, sin base social alguna, pretende una negociación virtual, como quien propone una moneda digital sin respaldo económico ni credibilidad. Y hasta ofrece amnistías al régimen, como si fuese un gobierno en el exilio. Toda negociación efectiva se basa en la tendencia más probable de cambio de la correlación de fuerzas entre los negociadores. Alguien en cuidados intensivos no puede negociar, siquiera, su propio funeral.


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Fernando Bárcenas

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