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Ucrania y la guerra iconopolítica

Los políticos buscan encantarnos y seducirnos, un mínimo acontecimiento puede resultar fascinante y galvanizar nuestras conciencias

Los políticos buscan encantarnos y seducirnos

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“Con una capacidad militar manifiestamente

 inferior a la rusa, el presidente ucranio ha encontrado


otra poderosa arma de defensa: la comunicación”.

Natalia Junquera

I

En su comparecencia ante el Congreso de Estados Unidos —una sesión especial en cámaras unidas— el presidente de Ucrania, Volodímir Zelensky, apareció con vestimenta militar. En un universo consumidor de símbolos, su aparición se convirtió de inmediato en testimonio qué alcanzó a millones de personas. Las diferencias asimétricas entre Rusia y Ucrania son palpables. Una potencia nuclear se lanzaba contra un país, carente de una plataforma bélica similar. Volodímir asumía la defensa de Ucrania, sin temor a las consecuencias. Enaltecía su liderazgo. Las fotografías de esa jornada se viralizaron. En la disputa entre David y Goliat, su perfil conmovió al planeta. Continúa haciéndolo.

La lectura automática de las imágenes fue que el mandatario estaba a la altura de las circunstancias. Demostraba que no rehuía al encontronazo, más bien demostraba ser digno merecedor del cargo que ostenta. El gesto de Zelensky puso al lado de los suyos a media humanidad. En momentos que dirigentes supremos de distintos países tienen una baja valoración, afloraba el rostro de un hombre dispuesto a inmolarse por el destino de la república bajo su mando. Una prueba irrefutable del valor y trascendencia que los pueblos otorgan a quienes son consecuentes con las responsabilidades históricas que asumen, al ser electos a través de las urnas, como sus máximos representantes.

La fotografía indicaba que, siendo el primer magistrado de Ucrania, era el primero en asumir su defensa, ante una guerra impuesta e indeseable. Se colocaba al frente. No cabía otra interpretación. Al paso de los días su figura se agiganta. Elogian su resolución. Zelensky ha sabido convalidar con hechos, la expresión simbólica de su atuendo militar. Se engrandeció al ratificar en la práctica, la decisión de ponerse la casaca militar. En horas adversas, continúa guiando a su pueblo. Una actitud ejemplarizante. Su valentía no admite discusión. Pertenece al reducido grupo de mandatarios dispuestos a ofrendar su vida en la defensa de la soberanía de su país. No desea ver mancillada a Ucrania.

La teatralidad y el histrionismo son afines a la política. No se trata de un hecho reciente. A lo largo de la historia de la humanidad, la vestimenta y otros enseres, forman parte de atuendos de guerra o están inscritos en la cotidianeidad de muchos dirigentes. Son comunes en su discurrir diario. Las personas terminan identificándoles fácilmente a partir de la manera cómo visten. Son sus símbolos distintivos. En una época como la actual, con el ascenso vertiginoso de las imágenes, los políticos sacan provecho de estas expresiones icónicas. La boina era consustancial al guerrillero Ernesto “Che” Guevara, como el sombrero lo era para su compañero de armas, el guajiro Camilo Cienfuegos.

Ernesto Che Guevara y su boina icónica, en la fotografía más famosa del siglo XX, tomada por el fotógrafo cubano, Korda.

Prendas justamente apreciadas cuando quienes las llevan saben avalarlas con su conducta. El ejemplo cunde y se expande. Saben que la actitud de estos dirigentes va más allá de simples poses. Cada día Zelensky agiganta su figura. El tiempo se ha convertido en su mejor aliado. El momento exigía enfundarse el uniforme militar, dejando atrás el saco y la corbata. Cuando un dirigente se pone al frente de las tropas, sella un compromiso de lealtad con quienes le siguen. Esto hizo Fidel Castro durante la invasión de bahía de Cochinos, en abril de 1961. Fotografías encaramado sobre un tanque de guerra repeliendo a los invasores, recorrieron el planeta. Se consagró ante su pueblo.

El dirigente cubano, Fidel Castro, bajando de un tanque de guerra, después de haber repelido la invasión de bahía de Cochinos, en abril de 1961.

Emiliano Zapata y Pancho Villa, guías de una revolución agrarista, lucían el sombrero del campesinado mexicano. Cualquier persona más allá de sus fronteras, con solo ver dibujadas sus siluetas, sabe quiénes son. Durante extenuantes jornadas, jamás se quitaron esta pieza. Una forma de hermanarse con millares de seguidores que confiaban en su liderazgo político-militar. Los sombreros fueron acompañantes fieles de sus aventuras guerreras. En vallas y pósteres lucen gallardamente este atuendo. Se vistieron a la usanza del campesinado, conscientes que enarbolaban sus banderas. Su memoria continúa intacta entre quienes valoran la justeza de sus luchas: el México profundo.

Pancho Villa, encabezando a sus tropas, llevando el sombrero que portaba el campesinado Mexicano.

II

El cambio más drástico en la era mediática, es que los medios —en sentido extensivo—  ocupan la centralidad de la política. Son las nuevas plazas públicas donde se dirimen los asuntos de Estado. Las guerras y la diplomacia nunca han sido ajenas a los medios. Las grandes cadenas noticiosas internacionales operan como embajadoras plenipotenciarias. El altísimo desarrollo de los medios llevó a decir a Alvin Toffler, que había que evitar que las guerras fuesen difundidas en tiempo real. Medios y periodistas son los encargados de resaltar su crueldad. Como Erasmo de Róterdam, pienso que la guerra solo es dulce para quienes no la sufren. El conflicto en Ucrania es una prueba de la insensatez humana.

Durante las guerras, los medios son integrados como parte de los estados mayores de las fuerzas combatientes. Parte sustancial de las batallas se libra a través de sus políticas informativas y editoriales. Son dispositivos ineludibles a la hora de discernir el tipo de estrategia y tácticas de los planes militares. Cumplen una función de agitación y propaganda. Su capacidad icónica resulta crucial para inclinar la balanza de la opinión pública a favor de las fuerzas políticas y militares combativas. Nadie puede sustraerse de su uso. Están seguros que serán censurados, no por eso renunciarán a estos aparatos. Saben que la batalla fundamental ocurre en el ámbito de la opinión pública mundial.

La conflagración en Vietnam, marcó un cambio brusco en la utilización de los medios en tiempos de guerra. Las tomas televisivas de los ataúdes trayendo de regreso a su patria a miles de muertos, durante la invasión estadounidense, provocó el rechazo ciudadano. Sirvió para determinar que los medios podían ejercer una función disuasiva. Las diferencias abismales entre la potencia norteamericana y Vietnam del Norte, causó indignación mundial, muy parecida al rechazo generalizado que ha producido la invasión rusa en Ucrania. Es inevitable que los medios aludan estos temas. Son los principales creadores de símbolos. Eso que Christian Salmon denomina como la iconopolítica.

En tiempos de guerra, los medios suponen su continuación, nada más que a través de otros dispositivos. El uso de satélites permite que lleguen hasta los últimos rincones del planeta. La primera medida que tomaron las fuerzas beligerantes fue darles de baja. Un recurso trillado. La expansión exponencial de las redes permite que gocen de enorme ubicuidad. Están por todas partes. Es difícil, aunque no imposible, atajarlas. La capacidad icónica de las redes es más que evidente. Son genuinas generadoras y constructoras de símbolos y funcionan como aliadas formidables para ganar la batalla en la conquista de la mente y los corazones. Un hecho probado desde mediados del siglo pasado.

Los políticos buscan encantarnos y seducirnos, un mínimo acontecimiento puede resultar fascinante y galvanizar nuestras conciencias. En un mundo privado de heroísmo, donde muy pocos se juegan el pellejo a favor de la libertad y destino de sus pueblos, ante una potencia que dispone de todo para destruirlo y ocuparlo, Zelensky optó por el camino pedregoso. Cuando nadie creía, dio un paso adelante. Su apariencia, manifestada a través de su vestimenta, insufló los ánimos de sus compatriotas. Como señala Christian Salmon, Zelensky “Ahora emerge de las ruinas de Kiev para encarnar la resistencia del pueblo ucranio y es parte de un cambio en la era iconopolítica”. Una verdad que estremece a la humanidad.

Desde siempre sabemos que gobernar es comunicar, no hay acontecimientos bélicos o transcendentales, que no aparezcan en la televisión, periódicos o redes sociales. Tampoco existen gobernantes o políticos que no se asistan de estos dispositivos para establecer una relación de confianza con sus seguidores. Trump lo hacía a golpe de Twitter. Una sola fotografía de Volodímir Zelensky bastó para catapultarlo a las alturas. Sacó provecho de su oficio. Sabía el efecto que tendría presentarse en traje de campaña. Ucrania vivía un momento clave. Conmovió las fibras más íntimas de millones de personas. Movilizó a su favor a la opinión pública. ¡Mi país por una camisa verde oliva!


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Guillermo Rothschuh Villanueva

Guillermo Rothschuh Villanueva

Comunicólogo y escritor nicaragüense. Fue decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Centroamericana (UCA) de abril de 1991 a diciembre de 2006. Autor de crónicas y ensayos. Ha escrito y publicado más de cuarenta libros.

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