6 de agosto 2021
La inhibición de Berenice Quezada, la Miss Nicaragua 2017 que se había inscrito como candidata a vicepresidenta por el partido de oposición Ciudadanos por la Libertad, la última de las organizaciones que se resiste a declinar su participación en las votaciones venideras, no sorprende en el contexto de los 31 arrestos que vienen ocurriendo desde finales de mayo pasado en Nicaragua.
Daniel Ortega y el sistema—en que comparte poder con su esposa Rosario Murillo— iniciaron una escalada represiva sin precedentes en América Latina cuando faltan tres meses para las votaciones presidenciales, las que ellos mismos se han encargado de deslegitimar con la manipulación de la justicia, la eliminación de la competencia electoral y el continuo asedio y vigilancia con el que intentan imponer terror al país entero y con ello silencio.
Lo que resulta una novedad después de la inscripción de candidatos son las razones por las cuales a Quezada se le anunció una investigación por realizar actos que supuestamente "fomentan el odio y la violencia", lo que hicieron a las 9:30 de la noche del tres de agosto, cuando recibió la sorpresiva notificación de manos de las autoridades de la Fiscalía y la Policía.
Al salir del Consejo Supremo Electoral, acompañando a su compañero de fórmula, el antiguo comandante de la Contra Óscar Sobalvarro, Berenice Quezada dijo: “En Nicaragua las condiciones (electorales) nunca han estado, las condiciones las pone el pueblo, ¿y cómo las pone? Saliendo a votar como lo hemos hecho en las calles, como lo hicimos en 2018, como lo hicimos en abril y tenemos que demostrar el siete de noviembre que Nicaragua no los quiere (al Gobierno) en el país”.
La posibilidad de una movilización masiva de la población para lograr un cambio de gobierno y el recuerdo de lo que vivió en Nicaragua en 2018 son factores claves para entender la decisión de Ortega. En 1990 fueron precisamente los votos los que lo desalojaron del poder ejecutivo y en 2018 miles de ciudadanos exigieron que se fuera, lo que ahora intenta prevenir eliminando la competencia y controlando todo al centímetro. Los casos de Berenice, del analista José Antonio Peraza y otros como el periodista Miguel Mendoza son en su conjunto un atentado contra la libertad de pensamiento que describe al dictador solo, abstraído de la realidad, viviendo en un discurso paralelo que a nadie convence, pero que lo justifica para continuar al mando.
Con sus decisiones, Ortega se parece cada vez más a ese dictador de la novela de García Márquez “El Otoño del Patriarca”, el mismo a quien uno de sus colaboradores le responde “es la hora que usted ordene, general”, cuando aquel le pregunta qué horas son. Pero no es solo delirio de poder, el abuso como política pública, la corrupción como una de sus señas de identidad, es la idea de imponer la desmemoria, es decir que nadie les diga que son responsables de los abusos de derechos humanos ni corruptos.
Desde el poder quieren un silencio y una paz similar a la de los cementerios. Nosotros, los ciudadanos, debemos seguirlo diciendo—gritando cada uno en sus casas y con sus amigos— para que la verdad prevalezca. Necesitamos en vez de dar la vuelta a la hoja, como se ha hecho históricamente dejando heridas abiertas en nuestra sociedad de la que seguimos llorando, que los responsables rindan cuentas. Una luz de justicia verdadera para todos contribuye a una sociedad libre.