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¡Sí hay por qué luchar!

Ante este proceso electoral, profundamente desprestigiado por el propio Ortega, no tiene la menor importancia llamar a la abstención

La primera dama Rosario Murillo junto a Daniel Ortega en un acto partidario del 19 de julio. Archivo | Confidencial

Fernando Bárcenas

12 de agosto 2016

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El 9 de agosto el grupo de los 27 sacó otro manifiesto, titulado ¡NO HAY POR QUIÉN VOTAR!, en la misma línea de pensamiento ecléctico del manifiesto anterior. Por ello, en el pronunciamiento actual, no evalúan la validez o menos de sus posiciones originales, a la luz de los acontecimientos abusivos que se derivan de la táctica electoral orteguista. Esta evaluación sobre las previsiones y los efectos de la propia táctica, corresponde no sólo a quien pretende dirigir u orientar políticamente la lucha contra la dictadura, cuanto académicamente, para quien somete sus tesis a la comprobación experimental práctica, y explica los aciertos o los errores cometidos, y la causa de los mismos.

El eclecticismo no tiene principios metodológicos


Para el pensamiento ecléctico resulta metodológicamente imposible evaluar sus propias tesis, porque lo que ha suprimido, al sumar abigarradamente ideologías contrapuestas, debilitadas y castradas para hallar el consenso conceptual neutro, es exactamente todo principio metodológico teórico. De manera, que el grupo de los 27 ni se inmuta cuando su manifiesto original viene ridiculizado por la realidad contradictoria, casi desde su nacimiento.

Así, los 27, simplemente improvisan otro comunicado, sin vínculo con el primero. Su conducción política procede a saltos, con consignas a tientas, producto de cada rebote contra la realidad.

Tesis de mayo, del primer manifiesto de los 27

En el manifiesto original, NO PERMITAMOS QUE UNA MINORÍA SECUESTRE A LA NACIÓN, la línea trazada por los 27, hace tres meses, para cumplir –supuestamente- con el objetivo de salvar a la nación del secuestro de una minoría, era que había que participar en el proceso electoral orteguista, porque no había otra forma de transformar el sistema corrupto.

Bastaba, entonces, que Ortega les impidiese participar en dicho proceso, para que el sistema corrupto permaneciera incólume. De manera, que la estrategia de los 27 requería que Ortega colaborase con ellos, en propio perjuicio. Ortega, por táctica dictatorial, de un plumazo les elimina del juego electoral, y la estrategia de los 27 se evapora al instante. Por más de un mes vacilan, desojando margaritas, si deben llamar a la abstención o al voto nulo.

Tesis del nuevo manifiesto

Ahora, en este nuevo manifiesto, del 9 de agosto, los 27 dicen que el único medio para salvar a la nación del secuestro de una minoría, es no participar en el proceso electoral. Exactamente lo opuesto a la tesis de mayo. Después de más de un mes de reflexión, han dado un giro de 180 grados. La estrategia (por llamarle de algún modo a su comportamiento pendular), como no parte del análisis de la evolución de la situación política, simplemente sigue a la zaga la suerte que experimenta el grupo. Las masas, y sus luchas, no cuentan nada para estos supuestos intelectuales.

En el manifiesto original la participación electoral era un fin en sí mismo (suficiente para las transformaciones anheladas). Metafísicamente, el problema se reduce, ahora, a tomar un nuevo fin en sí mismo, aunque sea opuesto al primero. En este caso, la abstención electoral también les parece suficiente para las transformaciones anheladas.

Abstención activa

El manifiesto actual llama a la resistencia pacífica, expresada en la ABSTENCIÓN ACTIVA. ¿Qué es una abstención activa? Algo similar a descansar fatigosamente o a reír con tristeza. El eclecticismo, sustancialmente vacío, ama la paradoja porque permite conciliar conceptos lógicamente contrapuestos.

Para ver el valor de la consigna actual de los 27, supongamos que el 90 % de los electores se abstienen por diversos motivos (no necesariamente por la capacidad de convocatoria del grupo de los 27). Ese nivel de abstención le permite a Ortega afirmar que las elecciones carecen de importancia para la población, porque ésta se acoge al modelo mesiánico, absolutista, con que él conduce el rumbo del país.

En palabras sencillas, la abstención electoral –por sí sola- le da estabilidad política a la dictadura. Escriben los 27:

Los nicaragüenses no debemos acudir a las urnas en noviembre. Esa es la forma legítima y efectiva de reivindicar nuestro derecho a construir nuestro futuro en paz, democracia y libertad.

Cuando el gobierno está bajo escrutinio público, en una coyuntura electoral, para un partido progresista no se trata de reivindicar un derecho abstracto, sino, que es la ocasión de adelantar la necesidad de demoler al régimen dictatorial, corrupto y retrógrado, porque constituye una amenaza para la sobrevivencia de la nación. En estas circunstancias concretas, cuando aún no arranca la movilización de las masas, prevalece la propaganda revolucionaria sobre la agitación.

Lo que preocupa en grado extremo, a quien analiza la situación política con seriedad, es el futuro probable de anarquía y de disolución de la nación, al que conduce una sociedad fallida, si no se impone una estrategia alternativa de carácter nacional. Para la cual, no basta, ni mucho menos, con no acudir a las urnas.

El eclecticismo, sin luchas sociales, no tiene otro programa que el palabrerío vacuo, sobre paz, democracia y libertad (y, últimamente, la peligrosa iniciativa antinacional de solicitar la intervención de la OEA).

Dualidad de poder

Ante este proceso electoral, profundamente desprestigiado por el propio Ortega (aún entre sus seguidores), no tiene la menor importancia llamar a la abstención. Que la población muestre su repudio a esta charada electoral como le parezca y le resulte conveniente.

Lo importante, dada la falta de legitimidad de los resultados electorales, es señalar un polo alternativo de poder democrático, infinitamente más amplio y creíble que el proceso amañado de Ortega. Hay que propagandizar una dualidad de poder, como expresión política del conflicto excluyente entre la nación y la dictadura orteguista.

Se debe llamar a los sectores combativos, hasta ahora dispersos, a conformar una Coordinadora Civil, integrada por delegados -electos entre ellos mismos- de los sectores en lucha contra la negligencia y los abusos orteguistas. Es decir, por delegados de los campesinos que defienden la soberanía nacional, y sus tierras, contra la ley del canal; por delegados de los pobladores que defienden sus recursos hídricos de la contaminación de las minas a cielo abierto; delegados de las comunidades del Caribe, que defienden sus tierras y las áreas protegidas de la usurpación y de la deforestación; por delegados obreros de la zona franca que defienden sus derechos laborales y sindicales del abuso empresarial; de los estudiantes, vapuleados y robados por las turbas orteguistas, por su solidaridad con la lucha de los ancianos; por delegados de los pobladores del corredor seco, que requieren una solución a la pérdida de sus cosechas ante el cambio climático.

Esta Coordinadora Civil, conformada por delegados de quienes encabezan las luchas sociales, estaría llamada a convertirse en gobierno provisional, para convocar a una asamblea constituyente que restituya los derechos constitucionales conculcados por la dictadura orteguista, y para ampliar los derechos de los sectores marginados, dándoles oportunidades reales de superación, reorientando el sistema productivo (libre de trabas jurídicas), para propiciar el desarrollo de las fuerzas productivas.

Obviamente, todo esto no es posible sin la derrota definitiva de Ortega. Pero, se trata de abrirle camino al descontento que desde distintos ángulos se ha acumulado en la población, para que se exprese centralizadamente en una alternativa de poder directo, que deberá enfrentar inexorablemente al absolutismo orteguista, cada vez más aislado políticamente como proyecto anacrónico.

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El autor es ingeniero eléctrico.


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