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Un chontaleño desconocido en “El otro Chontales”

El Otro Chontales

Ediciones de El Otro Chontales, de Guillermo Rothschuh Villanueva. // Foto: Cortesía

Onofre Guevara López

7 de mayo 2024

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Quizás sean más de 500 los paisanos de Guillermo Rothschuh Villanueva, mencionados en su libro El Otro Chontales (2023), pero esos fueron los que logramos contar de entre sus 419 páginas. Pueden ser menos o más de esta cifra los chontaleños que viven en la memoria de este intelectual, el más chontaleño de todos los chontaleños vivos, pero sin caballos ni toros que montar.

¿Pero quién es uno de los chontaleños no mencionados por Guillermo? Justino Pérez Duarte, el Loco Tino, nacido en Juigalpa a principios de los años 30 del Siglo XX. En verdad, de loco… nada, a no ser la locura del amor exagerado por la superación personal.


Es posible que se le dijera loco por su temperamento nervioso, alegre carácter y permanente risa; parecía no tomar nada en serio, pues siempre daba la imagen de hombre feliz. Nada en él dejaba imaginarle un pasado lleno de problemas desde sus primeros años juveniles, como inmigrante recién llegado a una Managua para él desconocida de los últimos años 40.

En Juigalpa Tino vendía periódicos y revistas entre una clientela de educadores e intelectuales. Hizo amistad con algunos de ellos, y esa relación, posiblemente, le animaba a superarse. Cuando aprobó la escuela primaria, dejó al pueblo y a su madre con la promesa de que en cuanta trabajara la traería consigo.

Y llegó a Managua. Valor aparte, porque Tino ni siquiera la conocía, aquí no tenía parientes ni amigos ni conocidos, solo contaba con su mente para pensar en las dos únicas opciones posibles para poder sobrevivir: trabajar o robar. Y con su natural sentido de la honestidad, no tuvo mejor opción que decidirse a trabajar. Pero trabajar, ¿en dónde? ¿en qué? Y, además, lo más apremiante al llegar la noche del aquel día: ¿en dónde dormir?

No tenía ninguna respuesta a esas peguntas, pero las buscó y las encontró. La primera, en dónde dormir, y la resolvió en el muelle del Lago Xolotlán, en el barrio Los Pescadores. Precisamente, donde no había nada que se asemejara a lo romántico que imaginó Ervin Krüger en su canción, “Barrio de pescadores”. Aparte de andar el “alma en pena”, Tino solo halló y un lugarcito para dormir bajo las estrellas y levantarse sin necesidad de un reloj despertador, sino al ruido de los pescadores en las madrugadas, preparándose para iniciar de sus labores.

Tampoco significó para Tino… “la fortuna de haberse dormido con la cálida brisa del claro lago de cristal”, mucho menos que hubiera podido encontrar “los miles de diamantes que brillan en la arena”. Imposible, después de que José María Moncada, en 1928, cuando los marines estadounidenses lo hicieron presidente por haber traicionado la “revolución constitucionalista”, convirtió al lago en depositario de las heces de los habitantes de Managua. Ahora, en su arena brilla cualquier cosa, menos diamantes. Suerte que a Krüger no se le ocurrió cantarle al perfume de las aguas del Xolotlán.

II

Después de pasar la primera noche en el muelle, entonces sí, Tino despertó “con las luces de los luceros al amanecer”, más el ruido de los pescadores. De inmediato salió a buscar trabajo y lo halló en el Distrito Nacional (entonces Alcaldía de Managua) de lo único que no requería de mucha técnica: barrer las calles, para lo cual recibió sus respectivos instrumentos de labores: una escoba, una pala y un carretón de manos.

A esos instrumentos de trabajo, Tino le agregó un sombrero de amplias alas, el que se refundía hasta las orejas para no ser identificado por algún conocido, cuando en realidad solo quería conservar su dignidad personal de pobre, pues sabía que en la capital nadie lo conocía.

Destinado a barrer en la Calle 15 de Septiembre, él escogió el tramo en el que estaban instalados los principales talleres y salas de calzado de Managua. Un día, Tino entró al Calzado Unión a preguntar cuánto le costaría aprender a zapatero, y al saber que no tendría ningún costo, pidió permiso para asistir solo por la tarde, porque trabajaba por la mañana. Tino entró al taller de perico (aprendiz) y no le contó a nadie en dónde trabajaba. Un año después, más o menos, Tino ya era un nuevo alistador de zapatería, y cambió de taller sin haber revelado su lugar de trabajo anterior. 

Tino alquiló un cuarto, le cumplió la promesa a su madre, y las dormidas en el muelle del Lago Xolotlán se quedaron atrás. Pero aún no estaba satisfecho. Cuando se inauguró el Instituto Nocturno Miguel de Cervantes, en los pisos superiores del original Instituto Miguel Ramírez Goyena, entonces bajo la dirección de su paisano Profesor Guillermo Rothschuh Tablada, quizás uno de sus antiguos clientes de periódicos y revistas en Juigalpa.

Tino repartía su tiempo entre la zapatería, durante el día, y el Instituto por la noche. Desde los primeros años de estudios se ocupó de ayudar a sus compañeros atrasados en matemática, y cuando se bachilleró, pasó a ser parte del cuerpo docente del Cervantes como profesor de esta materia.

Tino dejó de trabajar en el Calzado Hollywood –su primer centro de labores— y luego desapareció. En esos días, Tino se enteró de que había desaparecido también la patrona del taller quien, cual Penélope, cuando llegó a trabajar Ulises, otro joven zapatero leonés, se fue con él a vivir su amor el “sueño americano”, liberando al patrón de la presencia de ambos.

De Tino se tuvo noticias años después, cuando ya era Contador Público y más tarde un economista. Cada etapa de la vida de Tino significó una nueva profesión adquirida, porque nunca encontró límites a su superación personal ni muralla que detuviera su aspiración.

Ya jubilado, en los años 90 del siglo anterior, la muerte lo encontró viviendo lejos del barrio de los pescadores, en la Colonia Mártires del Bocay, para quienes la recuerdan como homenaje a los caídos en ese lugar caribeño, y la Colonia Independencia, para quienes rescataron su viejo nombre de la estancia del olvido…

Al margen de estas cuartillas

*El chontaleño DOS, tampoco cupo en El otro Chontales. Tal vez porque a este se le conoce demasiado; por eso mejor hablaremos del político octogenario más admirado del mundo…

*Se trata de José Alberto (Pepe) Mujica, quien está enfermo, y los uruguayos están pendientes de la salud del mejor presidente que ha tenido su gran pequeño país…

*Su esposa Lucía Popolansky, tan apreciada política como su marido, ex vicepresidenta y ex senadora, informó por televisión, con toda normalidad, que Mujica tiene cáncer…

*Cáncer en el esófago inferior, e informó sin eufemismos, vale decir, sin hipocresía, cuál es la enfermedad de Pepe…

*“Porque en esta vida –dijo Lucía—, venimos para irnos, y cuando estamos viejos, ya sabemos que estamos cerca de la puerta…

*“y eso, hay que tomarlo con naturalidad, y hay que aceptarlo”…

*Ya informado lo del cáncer, agregó que… “La gente que es creyente tiene un camino; los que no somos creyentes tenemos otro camino”…

*Con esa misma normalidad, la médica oncóloga de Pepe informó que para su cáncer –aún sin metástasis— hay tres tratamientos: cirujia, quimioterapia y radioterapia…

*Por su edad, 89 años, solo conviene la radioterapia, y la harán en Uruguay, pues Pepe no piensa salir al exterior, donde sería más conveniente…

*Porque habrá elecciones primarias para las elecciones generales de octubre… “y no quiere alejarse de la actividad política.”

*Consecuente, Pepe Mujica, hasta la muerte.

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Onofre Guevara López

Onofre Guevara López

Fue líder sindical y periodista de oficio. Exmiembro del Partido Socialista Nicaragüense, y exdiputado ante la Asamblea Nacional. Escribió en los diarios Barricada y El Nuevo Diario. Autor de la columna de crítica satírica “Don Procopio y Doña Procopia”.

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