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Reflexión urgente para Nicaragua

Lo que está ocurriendo en Nicaragua es un ecocidio, ya que no existe un compromiso real con el ecosistema en el que vivimos

Imagen de la sequía en Nicaragua. Carlos Herrera/Confidencial.

William Grigsby Vergara

12 de abril 2016

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La Reserva de Bosawás, considerada el pulmón de Centroamérica, pasó de ser un bosque tropical húmedo a ser un bosque tropical seco en menos de tres años. El científico Jaime Incer Barquero dijo en una entrevista reciente que reforestar las áreas más afectadas del país, pese a ser una buena iniciativa para devolverle el verdor a Nicaragua, es una medida que sólo funcionará a largo plazo. Los árboles tardarían en crecer entre 20 y 30 años, lo cual no solucionaría un problema de carácter urgente. Incer Barquero propone que se regule la tala de bosques y se conserven los pocos ecosistemas vírgenes que aún nos quedan. Sin embargo parece que las propuestas del experto no hacen eco en el gobierno actual.

Mientras tanto, baja el caudal del Río Coco, el Río Grande de Matagalpa se empequeñece, la agonizante laguna de Moyuá se suma al paisaje mortuorio de las lagunas de Tisma, Tiscapa, Nejapa y Acahualinca. La cabellera de agua que besa las piedras en El Salto La Estanzuela cesa de irrigar su manantial líquido. Se resecan los ríos y las fuentes de agua potable para los campesinos que también viven de la pesca. Las montañas de Matagalpa están barridas. Las montañas de Estelí van por el mismo camino. Jinotega todavía respira pero la frontera agrícola amenaza con desaparecer sus pinares norteños. La agricultura no sostenible y la ganadería extensiva van convirtiendo el paisaje nacional en cráteres marcianos. Mientras tanto Selva Negra, el Macizo de Peñas Blancas y la Reserva Natural El Chocoyero peligran ser las siguientes víctimas.


El Cañón de Somoto fenece lentamente frente a la sequía que ahoga a Nicaragua. Peligra la Reserva Indio Maíz. Peligra el Río San Juan. El lago Cocibolca, considerado el segundo lago más grande de América Latina, baja su profundidad entre 2 y 4 metros mientras sus orillas se van convirtiendo en puro fango. Los tigres huyen de la tala de bosques en las cordilleras de Dipilto y Jalapa mientras buscan refugio en los hogares campesinos, quienes, al sentirse amenazados por los animales, los matan. Los monos se mueren en Rivas porque sus árboles están secos y raquíticos. Ya no dan frutos. Las hojas caen muertas en los patios de las casas. Las ramas no se mueven porque ya no hay viento.

Se levantan tolvaneras en León y Chinandega, el agua potable se acaba en las zonas rurales de Boaco, Juigalpa y Chontales. No llovió en 2013. No llovió en 2014. No llovió en 2015. ¿Lloverá acaso en 2016? Mayo espera en la otra esquina de la crisis y la esperanza es lo último que se pierde. Mientras tanto los voceros del gobierno dicen que este año le toca el turno a la Niña, fenómeno climático que supuestamente le devolverá el invierno a Nicaragua, un país en llamas, un desierto en crecimiento donde, al paso que vamos, en vez de caponeras andaremos en camellos.

¿Y qué hace el gobierno ante la crisis? Levanta latas esotéricas en los bulevares de Managua y desperdicia la energía durante las noches de neón que hay en las rotondas. El agua potable de la capital sufre fugas diarias por las tuberías rotas que circulan debajo de la ciudad; hay agua que se consume y no se contabiliza, hay agua que se consume y no se paga. De tal manera que, según la experta en recursos hídricos, Ruth Selma Herrera (expresidenta de ENACAL), sólo se aprovecha adecuadamente el 50% del agua que podemos consumir en Managua. El gobierno está quemando la ciudad mientras los funcionarios disfrutan el aire acondicionado en sus oficinas. Las latas dan más calores y cada “árbol de la vida” cuesta más de 25 mil dólares, los cuales salen de nuestros bolsillos. Pero seguimos calladitos y miramos pasivamente cómo otra lata gigantesca y amarilla compite contra la escultura de Sandino en la loma de Tiscapa.

Me imagino que el presidente de la república quiere heredarles un desierto a sus nietos, y los que no somos parte de la dinastía tendremos que acostumbrarnos a esta idea. Los paisajes que alguna vez inspiraron al Dúo Guardabarranco para componer hermosas canciones como “Días de amar”, “Montaña en flor” o “Araré el aire” pronto serán réquiems. Toda la obra poética del padre Cardenal donde sobresale la flora y la fauna de nuestro país se convertirá en historia, si es que en Nicaragua somos capaces de conservarla. Un país que olvida mucho y cuya amnesia le ha costado caro. A cambio del silencio del guardabarranco que penetra las neblinas de los bosques desaparecidos nos quedan temperaturas que rozan los 40 grados centígrados. Y los cómplices del crimen son los que trabajan para Alba Forestal y merman los bosques del norte de nuestro territorio.

Lo que está ocurriendo en Nicaragua es un ecocidio, ya que no existe un compromiso real con el ecosistema en el que vivimos. Managua, una ciudad sucia, extiende su basura al resto del país y año con año crece la población en un 3%, lo que significa que unas 35 mil nuevas familias demandan más agua cada año. ¿Cómo abastecerlas? ¿Con aire cuando ya ni siquiera sopla el aire? Nos toca salvar los mantos acuíferos antes de que las urbanizadoras acaben con las zonas de recarga estratégica de agua potable. Ya se manifestaron los volcanes tirando lava en toda la franja del pacífico; ¿nosotros seguiremos calladitos?

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William Grigsby Vergara

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