1 de abril 2020
En los últimos días, he leído varias declaraciones de personas que proponen tomar una “tregua” política para enfocarnos en la mitigación de la pandemia de coronavirus. No estoy seguro que todos los que hemos usado ese término, queremos decir lo mismo. Según el diccionario de la Real Academia Española, una “tregua” es el cese temporal de hostilidades. En ese sentido, no estaría de acuerdo en frenar la presión que se ejerce contra esta dictadura ya que, como explicaré a continuación, la dictadura y el mal manejo de la epidemia del covid-19, están íntimamente relacionados.
Una tregua no puede significar pactar con un régimen criminal. En mi opinión, lo que debemos hacer es crear las condiciones para salvar vidas, con o sin la ayuda del Estado. Eso requiere que todos los nicaragüenses, independiente de nuestro signo político, unamos esfuerzos para exigir que el Estado actúe con toda seriedad. Desde mi óptica, una tregua significa buscar la unión de todas las organizaciones del país para dar una respuesta coordinada a esta crisis. Este es el momento de demostrar con sinceridad, el compromiso con el bienestar de todos los nicaragüenses, sin excepción.
Mientras exista el riesgo de una propagación masiva del virus en Nicaragua, la prioridad debe ser la de salvar vidas. Siempre he creído que la esencia de la política es proteger la vida, el bienestar y la libertad de las personas. En ese sentido, la crisis del covid-19 es un tema esencialmente humanitario, pero al autoritarismo y negligencia del régimen lo ha convertido en un tema obligatoriamente político. En ese sentido, este momento de enorme peligro, obliga a que todas las fuerzas vivas de la nación hagan política de otra forma. Las lecciones aprendidas en el manejo de pandemias, nos dicen que se requiere menos confrontación y más colaboración entre los ciudadanos. Es el momento de ser más solidarios, de pensar en los demás, y de buscar soluciones en conjunto. Eso es lo que tenemos que hacer dada la falta de respuesta del Estado.
Todos los días me despierto y me acuesto pensando en cuál es el futuro que le espera a Nicaragua, mientras estamos sometidos a la dictadura de los Ortega-Murillo, que es insostenible. Esta preocupación es más fuerte cuando veo la irresponsabilidad criminal del régimen ante la pandemia global del coronavirus. Esa negligencia no va a pasar desapercibida.
Mientras la Organización Mundial de la Salud (OMS) mantenga activa la alarma global de pandemia, toda la nación nicaragüense debería hacer de la prevención del coronavirus, el principal interés nacional. No obstante, el régimen dictatorial de los Ortega-Murillo, lejos de atender las recomendaciones de la OMS, más bien ha promovido una serie de acciones que fomentan el contagio masivo de la población. Ese es un comportamiento criminal. El régimen también ha dejado un grave vacío de liderazgo público que solo el Estado puede llenar en toda su dimensión.
También es cierto que tanto el sector privado como la oposición aún deben hacer más, aunque no puedan sustituir el papel del Estado. La oposición nicaragüense no tiene acceso a gestionar hospitales públicos, ni puede hacer pruebas masivas de covid-19, y ni siquiera tendría permitido importar masivamente ciertos insumos médicos o ayuda humanitaria.
Por otro lado, no es posible derrotar una epidemia sin el esfuerzo conjunto de toda la nación. El sector privado podría adoptar medidas similares a las que están tomando las cámaras empresariales de otros países. Adicionalmente, como ciudadanía, podemos formar brigadas comunitarias de solidaridad para apoyar voluntariamente con alimentos y medicinas a los más vulnerables. Las parroquias e iglesias de diversas denominaciones pueden ser centros de acopio. Y ya que sabemos que más del 80% de los casos no van a requerir hospitalización, se podría establecer un call center con un número de emergencia para que médicos voluntarios den recomendaciones telefónicas a la ciudadanía sin necesidad de que se inunden los centros de salud. Esas y otras ideas deben ser la base de una amplia respuesta voluntaria de una ciudadanía que, como lo ha demostrado antes, sabe organizarse de forma autoconvocada.
Como lo dije en un artículo periodístico publicado en octubre de 2009, “la dictadura de Ortega es como una enfermedad para Nicaragua.” Hoy nos invade un virus diferente en un sentido que ya no es figurativo. Por ello, no se trata, en ningún momento, de pausar la lucha cívica por liberar a Nicaragua. Se trata más bien, de que luchar concurrentemente contra dos enfermedades. Eso es hacer patria.
Parece evidente que los Ortega-Murillo quieren que el coronavirus se propague masivamente porque ese escenario de pandemia les favorecería, como ha sucedido con las crisis humanitarias en otros regímenes totalitarios del mundo. Un escenario de pandemia en Nicaragua, sería catastrófico en vidas humanas y también para el difícil futuro de la democracia. Por esa razón, evitar que el coronavirus se propague y fortalecer la solidaridad entre los nicaragüenses, es en este momento la mejor forma de expresar nuestro amor por Nicaragua.
Preocupa de manera muy particular la situación de los presos políticos, que están bajo condiciones de insalubridad. Retenerlos en las celdas de la dictadura es un acto doblemente criminal ante el riesgo de la pandemia. Urge redoblar las acciones de presión para lograr su libertad. Con ese propósito, las organizaciones que integran la Coalición Nacional hemos enviado comunicaciones formales a todas las agencias internacionales principales, entre ellas, Naciones Unidas, el BCIE, la alta comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, la OMS, etc.(,) donde se ha denunciado la negligencia del Estado de Nicaragua.
La presión interna y la presión internacional debe continuar dado de que el régimen no ha cedido en su afán de matar y de reprimir a personas inocentes. Más bien, el aparato represor del régimen continúa operando y consumiendo cuantiosos recursos de nuestros impuestos, que bien podrían estar reorientados a fortalecer el débil sistema público de salud, que no tiene capacidad para atender una crisis epidemiológica de gran escala.
La pandemia es un peligro real. Expertos como el Dr. Álvaro Ramírez, han estado alzando una voz de alerta. En declaraciones recientes, el Dr. Ramírez ha dicho que, si no tomamos el covid-19 con toda seriedad, el “virus va a ser peor que la guerra de los 80.”
De ahí que mientras exista la alerta de pandemia global, no hay nada más patriótico que impedir que el plan de propagación del covid-19, impulsado por los Ortega-Murillo, se haga realidad. En un escenario de pandemia en Nicaragua, la dictadura recobraría mucho control de la sociedad. Por ello, derrotar el covid-19—como confío que se logrará—sería darle una bofetada a la dictadura. El héroe de esta nueva batalla cívica será cada persona que tome las medidas adecuadas de prevención.
*Director del IEEPP