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Peter Pan, cauteloso, se cruza de brazos

No es que el sacrificio personal no valga la pena, sino que, sin teoría política para transformar la realidad social, no se llega a nada

Fernando Bárcenas

20 de junio 2016

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Exijo a la juventud propuestas para mejorar la situación


en que vivimos todos. Y ante su molestia, me divierto.

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Los sociólogos norteamericanos - gente de cuidado - pretenden darles a sus opiniones sobre el comportamiento social de la juventud, una aparente base científica. Pero, éstas se sustentan en prejuicios superficiales, y obvian cambios políticos en la conciencia. Cada cierto tiempo, le atribuyen a la juventud, comportamientos colectivos inducidos por los cambios tecnológicos en la sociedad. Así, ahora, a la juventud actual, le llaman millennials, generación del Yo, generación cautelosa o generación de brazos cruzados. Calificativos todos ellos despectivos, casi un reproche lanzado desde un tribunal dogmático de la fe, situado por encima de la realidad política cambiante.

Crisis política y conciencia

Por su formación ideológica, estos sociólogos desestiman los efectos en el conflicto político que las contradicciones sociales y las crisis del sistema producen en el realineamiento de la conciencia de todos los sectores sociales (que es el elemento decisivo en las transformaciones progresivas de la sociedad).

Después de la derrota del fascismo, en 1945, no había tradición filosófica y política que reafirmar. Si hubiese que ponerle un apelativo a esa juventud sería el de generación de la guerra fría, ya que esa era la contradicción del momento histórico, caracterizada por movimientos independentistas nacionalistas en Asia, África y Medio Oriente, la guerra en Vietnam, el foquismo guerrillero, el estalinismo en agonía, el surgimiento de grupos armados anarquistas en Europa, el Mayo francés (con su explosión intelectual de idealismo libertario anarquizante), fuertes movimientos sindicales, movimientos a favor de los derechos civiles de los negros en Estados Unidos (las panteras negras, etc.), la lucha antiapartheid, los derechos de la mujer, y las revoluciones campesinas.

No es que aquella juventud, por influencia tecnológica, tuviera una predisposición romántica al heroísmo, o a la militancia política, es que la sociedad global sufría convulsiones novedosas de parto. Se respiraba, entonces, una estrategia de enfrentamientos políticos mundiales, por una ampliación forzosa, combativa, de múltiples derechos, de miles de millones de personas.

Neoliberalismo, crisis financiera mundial, y Peter Pan

La juventud actual recibe la influencia amarga del neoliberalismo, luego de la superación de la guerra fría, en 1989. La juventud experimentó las consecuencias de la crisis financiera de 2007, producto del neoliberalismo, que propició la falta de controles estatales sobre la especulación inmobiliaria, y que daría impunidad al robo de proporciones descomunales de los banqueros. El principal fenómeno que traerán las medidas de austeridad para los jóvenes, será la falta de empleo, la carencia de perspectivas, la frustración de sus expectativas. Ello les obligará a vivir con sus padres, aún en la edad adulta (la sociedad apelará a la solidaridad familiar), y experimentarán dificultades para formar y sostener una familia propia.

Esta juventud, fragmentada, en condiciones de dependencia familiar, tendrá objetivamente menos posibilidades de darle una expresión política colectiva a sus reivindicaciones sociales, y de participar en las luchas obreras por demandas generales sobre el rumbo de la sociedad.

Los sociólogos norteamericanos, desde una óptica superficial, les llamarán a los jóvenes actuales, apáticos, infelices, insatisfechos, narcisistas, egocéntricos, individualistas, egoístas, frívolos, con vidas digitales y síndrome de Peter Pan (que rehúyen comportarse como adultos). La explicación antojadiza de dicho comportamiento, para tales sociólogos, será la tecnología que los jóvenes usan para comunicarse entre ellos compulsivamente, prevalentemente sobre nimiedades. La crisis en curso, con sus consecuencias políticas, les pasará inadvertida bajo las narices, a estos sociólogos acostumbrados a juzgar los fenómenos sociales como expresión negativa de la voluntad.

Contrarrevolución sandinista y reflujo del movimiento de masas

En nuestro país, el caso es distinto. Los estragos los ha producido la corrupción de Ortega, no la crisis financiera. Aquí el trabajo informal y la emigración constituyen dos válvulas de alivio, que engloban a la juventud dentro de las condiciones de penuria de la población en general. Los jóvenes se integran, en alguna medida, al trabajo informal y a la emigración de sus genitores.

El síndrome de Peter Pan no tiene sentido para la inmensa mayoría de jóvenes precozmente enfrentados a la sobrevivencia diaria. La solidaridad familiar no tiene características de dependencia, sino de codependencia recíproca en los límites de la pobreza.

Luego de la experiencia desastrosa de la década de los ochenta, y de su secuela orteguista, es absurdo que alguien espere de la juventud un comportamiento similar al de los guerrilleros de 1978. La lucha no puede ser igual, ni por los mismos actores sociales, ni por los mismos métodos, ni por el mismo programa, si se quieren resultados distintos. Lo que fracasó fue el modelo sandinista, no la lucha por la libertad, que a lo largo de la historia tiene altos y bajos, flujos y reflujos, ensayos, preámbulos, correcciones experimentales, y conclusiones decisivas.

Crisis política del somocismo y piñata sandinista

En cuanto al compromiso político de la juventud hay un mito, una leyenda fomentada por el sandinismo. Como si el derrocamiento de Somoza fuese obra exclusiva de la táctica guerrillera original, no de las circunstancias específicas que precipitaron la crisis política del somocismo después de enero de 1978. Esa crisis objetiva, política, ha sido subestimada de mala fe, para darle énfasis a la voluntad guerrillera como factor de cambio, o a la táctica insurreccional en abstracto, es decir, por sí misma.

Cien mil jóvenes perdieron su vida entre 1978 y 1990. La economía retrocedió cuarenta años. La política retrocedió, hasta nuestros días, al medioevo orteguista. Entre esa inmensa montaña de jóvenes muertos no se puede rescatar ni una sola conquista, ni una sola, en medio de tanta vida joven truncada inútilmente.

Desafortunadamente, hasta un caricaturista político, desorientado, le exige propuestas políticas a la juventud. Las propuestas políticas se gestan en organizaciones de militantes conscientes. Son propuestas tácticas de lucha, en correspondencia con una crisis objetiva, no de mejorías…

Los reproches a nuestra juventud toman de fondo los prejuicios de los sociólogos norteamericanos, pero, parten de dos vertientes oscuras propias. La primera, asume que basta el espíritu heroico, subjetivo, para derrocar una dictadura. La segunda, considera que la juventud es el sector generacional llamado a encabezar el cambio. Con ello, se considera que se debe repetir la experiencia subjetiva sandinista, como si hubiese sido acertada.

Así, se elude la crítica del fracaso sandinista. Lo que presupone una reformulación teórica de la práctica revolucionaria, más allá de la ideología liberal con que se rechaza, únicamente, con impotencia, el modelo orteguista, mientras se deja intacta la experiencia deformante de la burocracia de los ochenta, que desde el poder desvirtuaría la revolución antisomocista, hasta culminar en la piñata y en la secuela orteguista.

¿Quiénes desarrollan la teoría política y, con ella, trazan la estrategia de lucha y de la transformación social? Si algo se ha concluido, los últimos cuarenta años, no es que el sacrificio personal no valga la pena, sino que, sin teoría política, sin principios metodológicos para transformar la realidad social, no se llega a nada.

Somoza daba la impresión engañosa que bastaba tomar el fusil para producir un cambio. La enseñanza importante es que los cambios históricos, progresivos, requieren formación teórica profesional de parte de quienes dirigen el proceso. De lo contrario, otros Ortegas estarán en ciernes, al acecho.

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El autor es Ingeniero eléctrico


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