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¡Peguemos el grito al cielo!

Los dolores de cabeza no se circunscriben a España. En Nicaragua profesores de distintos niveles se quejan de la pésima ortografía de sus estudiantes.

18 de noviembre 2018

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Los que escriben hamor
con ache en las paredes,
esos, César, no se salvan,
se van al infierno.
Guillermo Rothschuh Tablada

Ante la creciente debacle ocasionada por la enorme cantidad de faltas ortográficas cometidas por los estudiantes universitarios y aspirantes a profesores de secundaria en España, un grupo de profesores pegó el grito al cielo. No es la primera vez que lo hacen. Entre los desencantados figura una académica de Lengua Española. Las causas aducidas son múltiples. En lo que la mayoría difiere es en el tratamiento terapéutico. La medicina que proponen para curar la pandemia —como califican la escalada de horrores— van desde quitar puntos por cada falta cometida, hasta no promover a quienes se presentan por oposición a ocupar plazas en educación media. En vez de escarmentar, las instituciones públicas españolas no han sido permeables a la crítica.


Los dolores de cabeza no se circunscriben a España. En Nicaragua profesores de distintos niveles se quejan de la pésima ortografía de sus estudiantes. El español es una de las dos asignaturas dónde sale reprobada casi la mitad de quienes se presentan —año con año— a realizar exámenes de admisión en las universidades públicas. La gravedad ha alcanzado niveles alarmantes. En alguna ocasión hubo quienes alegaron que el alto índice de colgados obedecía a lo complicado de las pruebas. La cantidad anual de reprobados en matemáticas y español continúa. El mal es más profundo de lo pensado. ¿Dejaremos que se enraíce? ¿Cuáles son los planes contingentes? Si existen, los resultados no son perceptibles. Algo deberá hacer el Ministerio de Educación.

Inés Hernández-Ordoñez, catedrática de la Universidad Autónoma de Madrid, considera terrible y como un mal generalizado, que sus estudiantes de Filología no solo cometan faltas ortográficas, lo más grave para ella es que no saben redactar. Para Hernández-Ordoñez, miembro de la Academia, la razón de fondo obedece a que los estudiantes no leen, ni son sometidos a prácticas de redacción y dictado. En lo primero —muy poca lectura— coincido plenamente con la profesora española. Los estudiantes se muestran cada vez más reacios a leer. En mi experiencia docente, los agravios se han acrecentado. A una mayoría le fastidia la lectura. La sienten como una carga onerosa. No como una invitación para entrar al paraíso.

Acostumbro señalar algunos libros para complementar su formación, muy pocas veces me han preguntado por sus excelencias o bondades, más bien insisten en conocer de antemano su tamaño. Debido a su visión utilitarista —para tratar de ganarles— les hago ver la multiplicidad de beneficios derivados de la lectura: acceder a nuevos conocimientos, desarrollar su sensibilidad, conocer otras realidades, el goce de poder viajar en el tiempo, entrar en contacto con otras culturas, ensanchar su vocabulario, romper fronteras. Una oportunidad para salir del encierro provinciano. Les ayudan a expandir su imaginación y sentir el deleite de nadar sobre otras aguas. Adentrarse en otros mundos sigue siendo una invitación apetecible, irrenunciable.

En relación al dictado, los profesores españoles mantienen posiciones encontradas. El Partido Popular (PP), introdujo en la reforma curricular de 2013, el dictado como una manera de mejorar la ortografía. Igual posición asumieron los franceses. En el otro extremo hay quienes sostienen que únicamente a través de la lectura puede lograrse una mejoría sustancial. Durante mis estudios de primaria y secundaria, lectura y dictado eran conjugados a la perfección. Ambas metodologías eran utilizadas por nuestros profesores.  Una práctica desde segundo grado de primaria hasta segundo de secundaria. Estaban firmemente comprometidos en mejorar nuestra letra y ortografía. Existía una política de estímulos para los más sobresalientes. Sentirse distinguidos.

Dos factores inciden en el presente de manera negativa, la cantidad de faltas ortográficas que contienen las películas subtituladas que pasan por la televisión. El fenómeno se repite en muchas propuestas cinematográficas. El descuido en el manejo de nuestro idioma es ofensivo. Poco les importa contaminarlo. ¿A qué instancias recurrir para detener el desastre? ¿Ante quiénes quejarnos por los abusos cometidos? ¿De qué manera remediar el mal? No avizoro sobre el horizonte remedios caseros. El tiempo conspira de manera aviesa. Muy pocas instituciones nicaragüenses muestran interés por la erradicación del mal. A todas ellas nuestras felicitaciones y reconocimiento. Su compromiso rendirá frutos. Redactar bien será un bien escaso.

Los memes en las redes se convierten en antídotos, burlas sangrientas que exhiben en su pobreza, a quienes de manera desenfadada ofenden el español. A ciertos usuarios poco importa la manera que comprometen su prestigio social. Al cometer errores ortográficos —al por mayor y al detalle— son zaheridos. Incluso objeto de guasa. Cuando en algunas ocasiones he señalado a mis alumnos y exalumnos, las faltas ortográficas cometidas en las redes, casi todos responden de manera positiva. En las aulas —de forma complementaria— insistimos sobre la necesidad de evitar tropiezos entre amigos y menos con desconocidos. Una mala ortografía causa una pésima impresión. ¿No se sienten incómodos ante lo que puedan pensar sus novias y novios?

La cruzada emprendida por quienes están al frente del proyecto Libros para niños, resulta altamente meritoria. La labor que realizan para generar hábitos de lectura entre la niñez nicaragüense, merece el reconocimiento ciudadano. Su aporte debe ser bien recibido y estimulado por las instancias educativas públicas y privadas. Su iniciativa cumple múltiples propósitos. Iniciar, inclinar y entusiasmar a niñas y niños en la lectura, se ha convertido en una de sus mayores obsesiones. Leer implica una forma de mejorar la ortografía en una edad temprana. Ponen al alcance de los niños, ¡la fiesta de la lectura! Es cuando nuestra sensibilidad está a flor de piel. La gran virtud de Libros para niños, consiste en alentarles a expandir sus alas y nadar sobre otras aguas.

La tarea no es fácil; para conquistar no bastan los libros, hay que apelar al arte de la seducción. Una manera gratificante de introducirlos por los caminos de la lectura. Solo de esta forma puede retarse con éxito la enorme competencia que hace la televisión a la lectura. La búsqueda del equilibrio entre ambos dispositivos se torna imperiosa. Hay que salir al encuentro de los niños como acostumbran los directivos del Fondo Editorial Libros para niños, empresa a la que consagró su vida, Eduardo Báez Cruz. Los herederos y proseguidores de su obra —Gloria Carrión Cruz y Gabriela Tellería— son los más entusiastas. Están empecinados en mantener una iniciativa que se plantea generarles el gusto por la lectura, ayudarles a redactar y mejorar su ortografía, desde que empiezan a dar sus primeros pasos. Todo un logro.

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Guillermo Rothschuh Villanueva

Comunicólogo y escritor nicaragüense. Fue decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Centroamericana (UCA) de abril de 1991 a diciembre de 2006. Autor de crónicas y ensayos. Ha escrito y publicado más de cuarenta libros.

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