
17 de marzo 2025
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Ramdin debe actuar con firmeza en defensa de la democracia y derechos humanos donde sean ultrajados, como en Cuba, Nicaragua o Venezuela
El nuevo secretario general de la OEA, Albert Ramdin, brinda su primer discurso ante la Asamblea General del organismo, el 10 de marzo de 2025. // Foto: EFE/Lenin Nolly
Los Estados miembros de la la Organización de los Estados Americanos (OEA) eligieron por aclamación, el pasado 10 de marzo de 2025, al embajador Albert Ramdin, de Surinam, como nuevo secretario general de la Organización (SG /OEA). Ramdin asumirá el cargo el 20 de mayo del corriente año, por un período de cinco años. Un impresionante e histórico logro para el hasta ahora canciller de Surinam; pero también para los 14 Estados miembros del Caribe, que nunca antes habían tenido un representante de la región como secretario general de la organización, aunque sí varios Secretarios General Adjunto.
El embajador Albert Ramdin es un avezado diplomático de larga trayectoria, muy bien considerado por sus colegas, fue secretario general adjunto de la organización entre 2005 y 2015. O sea, conoce la OEA como pocos. Es de esperar que ese expertise le sirva para manejar los varios desafíos que enfrentará para revitalizar y fortalecer la organización, la principal tarea de su mandato.
Veamos algunos de esos desafíos para lograrlo:
1. Uno de los principales desafíos que apremian a la organización es su fragilidad financiera. Ello debido al retraso en el pago de las cuotas y la insuficiencia de estas para financiar su necesaria modernización tecnológica, el mantenimiento edilicio, los programas de cooperación y los requeridos recursos humanos para su manejo. El SG/OEA tendrá que involucrarse personalmente en la búsqueda de fondos entre observadores permanentes y el sector privado, así como persuadir a sus miembros sobre la necesidad de un aumento de cuotas para solventar la precariedad financiera.
2. En ese contexto de estrechez presupuestaria, el desafío del nuevo SG/OEA será convencer a los miembros sobre la necesidad de priorizar los campos y modalidades de trabajo de la organización. Debería sincerar la realidad de que la OEA carece de los recursos financieros y humanos para continuar administrando una multitud de financieramente insignificantes proyectos de asistencia técnica para promover “el desarrollo integral”, de dudoso impacto relevante. El Plan Estratégico de la OEA 2023-2025 se propone “promover un desarrollo económico, social y humano inclusivo y sostenible en las Américas,” en temas como economías incluyentes y competitivas; inclusión social con equidad; puertos competitivos y seguros; trabajo decente, digno y productivo para todos; derechos humanos de migrantes; educación y desarrollo humano; cambio climático. Una ambiciosa agenda imposible de cumplir.
La Organización ya no es una agencia de desarrollo, como en la época de la Alianza para el Progreso (1960-1970). Una nueva modalidad podría ser la de un foro político/diplomático para consensuar lineamientos de cooperación sobre temas transnacionales acuciantes de desarrollo, para luego buscar el involucramiento del Banco Interamericano de Desarrollo, el Banco Mundial, la CAF, el Caribbean Development Bank y otros, para financiar y ejecutar programas de desarrollo integral.
3. Aquí el reto es compatibilizar o balancear prioridades de los países del Caribe, interesados mayormente en los programas de desarrollo integral y las de otros miembros preocupados por la erosión de la democracia, los derechos humanos y la seguridad. Estados Unidos (que contribuye más del 50% del presupuesto de la organización) indicó que prioriza la lucha contra “la migración ilegal, la delincuencia transnacional y los regímenes autoritarios y corruptos en Cuba, Venezuela y Nicaragua…” y le ha solicitado al nuevo SG/OEA “que priorice la defensa de la democracia y avance en el compromiso colectivo de la OEA de defender y fortalecer la democracia de manera tangible”.
4. Como la democracia es más que elecciones justas y libres, su reto será fortalecer o restaurar programas de cooperación para la promoción de la democracia en la Secretaría de Fortalecimiento de la Democracia, más allá de continuar con la efectiva y reconocida labor de observación electoral. Ello implica lograr el apoyo de los Estados miembros para, por ejemplo, programas de apoyo a la enseñanza de valores y prácticas democráticas en sus sistemas escolares, así como programas de cooperación con los poderes legislativos y los poderes judiciales. Ello sería consistente con lo que los Estados miembros establecieron en la Carta de la OEA: “La democracia representativa es condición indispensable para la estabilidad, la paz y el desarrollo de la región”.
5. Su desafío será actuar con firmeza en defensa de la democracia y los derechos humanos donde sean amenazados o ultrajados, como en Cuba, Nicaragua o Venezuela. En esos casos, el nuevo SG/OEA no podrá ser ambiguo, neutral ni indiferente. Eso implica además contrarrestar el intento de algunos miembros de impedir el involucramiento de la OEA en la solución o siquiera el análisis de situaciones que amenazan el orden democrático. Su responsabilidad es velar por el cumplimiento de los principios y valores fundamentales cristalizados en la Carta Constitutiva y la Carta Democrática. En esto su liderazgo será crucial dada la polarización política existente en el hemisferio.
6. Un desafío no menor será desarrollar un programa sostenido para propiciar un mayor conocimiento de la OEA, su naturaleza y propósitos, y de su Carta Democrática, vía programas creativos de difusión entre medios y redes sociales, o apoyando su enseñanza en universidades y academias diplomáticas.
7. Albert Ramdin tiene, además, el desafío de evitar que su administración se perciba como antinorteamericana. Existe una generalizada impresión de que el decisivo apoyo que recibió de Brasil, Colombia, Chile, México, Uruguay y otros, reflejó una reacción contra los pronunciamientos del presidente Trump, sobre la imposición de aranceles a México y Canadá, una incursión militar contra narcos en México, la reposesión del Canal de Panamá y posibles sanciones contra los países que permiten el tránsito de migrantes. Además, al otro aspirante, —el canciller paraguayo Rubén Ramírez Lezcano—, se lo percibía como demasiado cercano a círculos trumpistas. Si aquella impresión se tradujese en una actitud antiestadounidense en los órganos de la OEA, se correría el riesgo de que la Administración Trump deje de financiar la organización o de que se retire de la misma. Nada descabellado, dado el congelamiento y recortes de fondos para ayuda externa en USAID y su aversión por el multilateralismo. Aunque su reciente comunicado valora la OEA, “como el principal foro multilateral de nuestra región”.
8. Por último, pero no por ello menor, el secretario general también tendrá el reto de revalorizar sus funcionarios (con frecuencia menospreciados y mal utilizados), cuyo compromiso con la organización se ha erosionado en los últimos años.
9. Finalmente, los Estados miembros también tienen el reto de: a) no ignorar la alta responsabilidad de enviar como embajadores al Consejo Permanente, a personas competentes y con mínimo conocimiento de la organización y el sistema interamericano; y b) de, eventualmente, establecer el “criterio democrático” para aceptar como observadores permanentes sólo a Estados extra regionales democráticos. La revitalización y fortalecimiento de la OEA, fundada en 1948 y pilar central del sistema interamericano, podría contribuir al surgimiento de un nuevo interamericanismo, que se podría expresar en una renovada alianza democrática hemisférica centrada en la organización —alianza cada vez más urgente y pertinente ante las amenazas antidemocráticas, internas y externas, que asedian en el hemisferio.
*Este artículo se publicó originalmente en Radar Latam.
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Politólogo argentino. Exfuncionario de la Organización de Estados Americanos (OEA) en la promoción de la democracia. Exprofesor de las universidades de Georgetown y George Washington. Autor de “The Organization of American States (OAS) as the Advocate and Guardian of Democracy” (2015).
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