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No hay guerras justas ni guerreristas inocentes

No es ahora que el dictador Ortega mete a Nicaragua en un conflicto ajeno, por primera vez…

Foto: EFE | Confidencial

Onofre Guevara López

1 de marzo 2022

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Nada de originalidad hay en la afirmación de que la guerra es la mayor prueba de la incapacidad de los seres humanos para encontrar soluciones negociadas y pacíficas a sus contradicciones y conflictos, lo cual, en consecuencia, también es el fracaso de la humanidad para preservar en paz su propia existencia.

Sin embargo, las guerras no se hacen con flores, sino con armas. El descabellado pensamiento de que algún problema se resuelve recurriendo a la guerra, tiene una motivación económica, pues estos genocidios colectivos e indiscriminados, son una fuente de extraordinarias ganancias para quienes fabrican los armamentos y son los que extreman los desencuentros políticos hasta hacerlos explotar en llamas mortales. Mortales para otros, porque ellos son generales de gerencias empresariales, no de las batallas bélicas.


Cuando pienso algo sobre las guerras, no se me escapan las llamadas guerras de liberación o de guerrillas, las cuales –en términos nacionales— y son vistas como las expresiones extremas de las luchas de clases internas. No hay espacio ni es oportuno referirse a los fracasos de nuestras luchas armadas internas, no porque hayan dejado de triunfar, sino porque, el “triunfo” terminó siendo derrotado por sus propias armas… pero ahora en manos traicioneras.

Las guerras locales o guerrillas también son resultados de la incapacidad humana de encontrar soluciones negociadas, porque es más fuerte el egoísmo de las clases o grupos que detentan el poder político como guardián de su sistema y de sus propios intereses.

Las luchas interclasistas –intereses capitalistas contra intereses capitalistas— toman formas de guerras regionales y mundiales. Unas veces por disputas territoriales de dominación entre dos o varias naciones, que también son presentadas como luchas “patrióticas” para involucrar a sus sociedades que siempre pierden todo y no ganan nada. Todo eso, es ocultado bajo pretextos políticos ideológicos y hasta religiosos.

Aparte de los negociantes de las guerras y los políticos a su servicio, hay inconscientes que aplauden las guerras como aplauden a dos boxeadores en el ring, porque no son ellos quienes reciben los golpes.

En fin, los elementos nutrientes de los suicidios colectivos locales, regionales y mundiales, son: egoísmos de clases; ambiciones políticas individuales, de grupos o partidos; utilidades económicas que persiguen los productores de armamentos; competiciones comerciales entre países poderosos; pretensiones de hegemonía mundial de las grandes potencias; y –como el motor cerebral de todo— las concepciones ideológicas y religiosas justificativas (nada justas por cierto), con las que se pretende tener la razón para y en el momento de actuar unos contra otros.

II

Es obvio. Lo dicho está motivado por lo que se está llamando “la invasión de Rusia contra Ucrania”, lo cual no tengo por qué discutir, pese a su carga ideológica propalada por los dominantes medios de comunicación parcializados de siempre. Y, en estos tiempos “modernos” supertecnificados, los “bulos” son fieles acompañantes en el entierro de la verdad, la primera víctima de toda guerra.

Tampoco me motiva interés alguno defender a Vladimir Putin y su régimen. Pienso que este personaje, quien de la oscuridad del anonimato del espionaje pasó a dominar los destinos de su país, casi desde el momento de la autodisolución de la Unión Soviética, se ha dedicado a la restauración del capitalismo, a tolerar la corrupción de los piñateros rusos convertidos en millonarios y a las mafias rusas, recientes estrellas en la gran delincuencia internacional.

También lo mueve el interés de reconstruir un zarismo adaptado al nuevo siglo. Una de sus primeros indicios, fue renovar los vínculos del Estado capitalista con la Iglesia ortodoxa, y él, como jefe del Estado, no falta en los actos litúrgicos más importantes de esta Iglesia.

Bajo la dirección de Putin se han disipado las contradicciones ideológicas de la antigua URSS con la República Popular China, por las coincidencias de la conversión de esta en capitalismo de Estado. No obstante, para las potencias capitalistas –capitaneadas por los Estados Unidos— aparentan seguir viendo en ambos países las reencarnaciones del “comunismo” soviético y el “comunismo” chino, en un juego ideológico conveniente para seguir aprovechando la herencia del anticomunismo mundial y del macartismo estadounidense. No es que tengan certeza de lo que propalan, su interés es darles cobertura ideológica a sus contradicciones comerciales intercapitalistas con China y Rusia por el control del comercio internacional.

Dentro de esa política juega Daniel Ortega, cobijando a su régimen dictatorial con las banderas de la solidaridad con Rusia y China, aparentando una condición de “gran aliado” sin tener ninguna fuerza material ni razones políticas válidas que ofrecer, que no sean sus discursos. Como se dice en broma en el argot popular, Daniel “está haciéndose el peligroso” ante los estadounidenses y sus aliados europeos.

Aparte de una lucha comercial intercapitalista, no pueden ocultarse algunos motivos de las diferencias geopolíticas entre China y Rusia, por un lado, y los Estados Unidos con la Unión Europea, por el otro lado. ¿Cuál es una de esas diferencias? Que China y Rusia buscan una relación multilateral en el comercio, mientras Estados Unidos busca cómo preservar su decadente hegemonía mundial unilateralmente.

III

Que Putin esté haciendo la guerra, más que motivo de análisis, es como una fiesta publicitaria de los medios de comunicación mundiales y locales que hacen coro en la propaganda estadounidense sobre todo conflicto. Y de tal forma, que en los medios de comunicación de “Occidente” no se lee ni se escucha una sola nota discordante: tanto en las afirmaciones como en las omisiones, mantienen una armonía perfecta.

De las afirmaciones no es necesario registrar ninguna; basta oír, leer o ver diariamente algo sobre el caso. De las omisiones, sí, parece necesario recordar algunas:

+Con la supremacía militar de los Estados Unidos, la Organización del Atlántico Norte (OTAN) “casualmente” creada en Washington en 1949, tiene rodeada a Rusia de bases militares en las ex repúblicas soviéticas del Báltico: Letonia, Estonia y Lituania.

+La URSS creó el Pacto de Varsovia, alianza militar del ex campo socialista (1955) seis años después de que crearan la OTAN; el Pacto de Varsovia dejó de existir en 1991, y la OTAN, al contrario, fortaleció más su naturaleza ofensiva.

+La OTAN se amplió con los países ex socialistas del este de Europa, que, junto a los originales países de la Unión Europea, ya suman a 27 miembros.

+Esa integración a la OTAN no fue un inocente cambio de quienes, no siendo ya parte de una alianza militar, se han integrado a otra. El asunto es que, en Polonia, Hungría, Rumania, la República Checa, Albania y Eslovaquia predominan los grupos pronazis, excolaboradores de las invasiones del Ejército hitleriano contra sus propios países.

+La OTAN tiene en su haber la desintegración de la República Federal de Yugoslavia con una agresión de cinco meses continuos de bombardeos aéreos (marzo-junio de 1999); participó en la destrucción de Libia y acompañó al Ejército estadounidense durante los 20 de la ocupación de Afganistán.

+El conflicto armado ruso-ucraniano tiene su raíz inmediata en la pretensión de la OTAN de convertir a Ucrania en otro de sus miembros que participan en el cerco militar de Rusia y esta lo ve como una amenaza; dese luego, hay otras motivaciones de orden históricos, raciales y culturales.

+Las poblaciones de lengua rusa de los territorios de Dombás –Donetsk y Lugansk— hace ocho años se autoproclamaron repúblicas populares independientes, las cuales desde entonces han sufrido la agresión militar de Ucrania con armamento proporcionado por miembros de la OTAN.

Más sobre el mismo tema…

Al margen de estas cuartillas

*La guerra de Ucrania en contra de las repúblicas auto proclamadas de Donetsk y Luhansk, ha estado pasando inadvertida intencionalmente por los políticos y la prensa de “Occidente”…

*Rusia ha estado dándole ayuda militar a estas dos repúblicas populares, recientemente les dio reconocimiento diplomático, después dio asilo a su gente civil y finalmente la intervención armada…

*La negociación con el gas ruso, se ha hecho humo con este conflicto armado, pero desde mucho antes Estados Unidos había “sancionado” el proyecto, y Alemania lo paralizó, ya estando concluido el gaseoducto…

*Un atentado contra su propia economía y la economía europea, para no molestar al jefe “americano” vendedor de gas, aunque sea más caro que el gas ruso…

*Ni ese ni los otros motivos son válidos para amenazar al mundo con otra guerra de carácter regional que podría degenerar en guerra mundial, todo porque las negociaciones diplomáticas las han dada por agotadas…

*No es ahora que el dictador Ortega mete a Nicaragua en un conflicto ajeno, por primera vez…

*Después del fin de la revolución, el presidente Enrique Bolaños, involucró al Ejército Nacional en la guerra de Estados Unidos contra Irak…

*Ortega argumenta su “antimperialismo” oportunista; el argumento de Bolaños fue que era una brigada médica del EN para curar heridas, pero no las heridas del pueblo invadido, sino las del invasor…

En la humanidad –dominada por los intereses de las grandes potencias—, sigue ausente el respeto a su propia existencia, porque no hay guerra, grande o pequeña, local, regional o mundial que no sea en contra de la vida humana…

El problema es, que se trata de la vida de los inocentes.

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Onofre Guevara López

Onofre Guevara López

Fue líder sindical y periodista de oficio. Exmiembro del Partido Socialista Nicaragüense, y exdiputado ante la Asamblea Nacional. Escribió en los diarios Barricada y El Nuevo Diario. Autor de la columna de crítica satírica “Don Procopio y Doña Procopia”.

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