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Nicaragua: La batalla por la opinión pública

La batalla por la opinión pública ganada por los autoconvocados en Nicaragua y perdida por el régimen de Ortega ha vuelto a empezar

¿Pudieran dar respuestas a las siguientes preguntas para informarnos sobre cuánto saben sobre su querido personaje dictatorial? Lea: Un necesario test para urgentes respuestas

Mildred Largaespada

3 de agosto 2018

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El régimen de Daniel Ortega emprendió una nueva estrategia de comunicación para situar su relato: ofrece entrevistas a medios de comunicación, orienta a su militancia a acercarse a la gente aunque tengan “diferencias políticas”, crea nuevos medios de comunicación y renueva los rostros de los emisores de su discurso. El relato es el mismo –las protestas son un golpe del imperio, los protestantes son delincuentes y terroristas, no se van, quiere la paz- lo que cambia son los canales de comunicación.

¿Por qué este ajuste de las vías de comunicación por parte del régimen orteguista? Porque ha perdido la batalla de la opinión pública, una de las piezas vitales de la política. Porque minusvaloró, despreció, insultó y ninguneó a la gente que recibía su información. Porque se creyó el régimen todopoderoso al que sólo por ser él mismo había que escuchar y creer. Olvidó el pequeño detalle que para comunicar se necesitan al menos dos: el emisor y el interlocutor. Y dio por ciertos los números que mostraban a sus canales de comunicación como “los más vistos”, “los más seguidos”, “los más escuchados”. Daniel Ortega y Rosario Murillo se creyeron influencers porque así se lo hicieron creer sus análisis preñados de sesgos ideológicos y altanería orteguista.


Ahora, todas las vías para comunicar el relato de Ortega están debilitadas: sus canales de tv perdieron audiencia, a sus noticieros no les cree nadie y pocos los miran, sus páginas en redes sociales ídem, los discursos de la tarde de Rosario Murillo sí se escuchan pero para conocer cuál es el nuevo insulto que otorga el régimen a los muertos y protestantes –minúsculos, hormigas, vandálicos, etc-, es decir, se escuchan porque son combustible de la llama que se prendió en Abril, igual pasa cuando Ortega habla en plaza pública pues ayuda a mantener la arrechura de la gente y revela sus estrategias, los gigantes rótulos con la imagen del régimen sonriente son ya basura, los árboles de la vida de la vicepresidente son bosque de hierro talado, las redes sociales siempre las tuvo débiles porque siempre las consideró mero entretenimiento frívolo. Es la peor de las situaciones para un político: los canales de comunicación debilitados y casi nadie ya al final de los mismos, solo aquellos leales al ordeno y mando, a quienes de todas maneras no tiene necesidad de convencer.

Al errar Ortega en el análisis –al creer que era el impero y no el pueblo el que protestaba- erró todo el contenido. Su análisis le condujo a ordenar disparar y empezar a matar. Y con eso hizo explotar toda la estrategia de comunicación en la que descansaba la información que amortiguaba su régimen antidemocrático. Fue el mismo régimen quien debilitó su estrategia de comunicación, una que de todas maneras carecía de robustez de contenido, era uniforme por lo tanto cansina.

Y para conseguir que la opinión pública se pusiera del todo en su contra hizo lo más: prefirió que su discurso político fuera el del terror y no el de la lucha de las ideas. Optó por construir un relato del miedo al líder y así fortaleció su imagen de monstruo. Actuar de modo autoritario imponiendo el terror por medio de asesinatos a sangre fría permitió que este brutal discurso se engordara.

A día de hoy la opinión pública nacional e internacional no acepta el relato del régimen de Ortega. A día de hoy es visto como mentiroso, manipulador de los tiempos políticos, asesino, torturador, un mediocre político que erró en el más simple de los análisis: no era el imperio con sus tentáculos solo eran unos jóvenes que querían que apagara el bosque incendiado. Erró en la respuesta política: casi 400 personas asesinadas bajo su mando. Pasó de ser el Presidente a convertirse en el asesino de jóvenes y niños; y su período presidencial pasó a convertirse en la peor matanza de civiles en tiempos de paz.

¿Cómo recomponer el discurso de Ortega ante la opinión pública nacional e internacional? Difícil reto para una estrategia de comunicación. Pero no imposible. ¿Cómo comunicar las virtudes de un producto envenenado y que la gente lo comprenda como algo bueno para la salud?

A alguien dentro del régimen se le encendió la bombilla –es la comunicación, estúpidos, dijo; pero aclaró: es la nueva comunicación, estúpidos – y ocurrió algo mucho más increíble: le están haciendo caso. Después de años de silencio sin brindar entrevistas a medios de comunicación ahora Ortega se sitúa ante las cámaras y el cuestionario periodístico y hace su análisis sobre cómo enfrenta la mayor pesadilla que un gobernante puede soñar: el pueblo quiere que deje el poder y quiere que se vaya ahora mismo.

Las más recientes entrevistas ofrecidas a la cadena Fox, Andrés Oppenheimer, Euronews, Telesur van en este sentido: empezar a robustecer los canales de comunicación. El régimen no le está dando entrevistas a periodistas específicos, aunque el ego de algunos informadores lo crea así, sino que está seleccionando públicos: ahora a los seguidores de Trump, ahora a la audiencia latinoamericana, ahora a los europeos, ahora a los que siguen la propaganda de los países del Alba. Y lo hace para que éstos le hagan el volado de crear contenidos tradicionales y digitales que transiten por los canales de comunicación, que él ya no tiene. Por cada entrevista que ofrece entra un chorro de información en forma de anuncios publicitarios, clips de video, contenido digital para todas las redes sociales. Y le entra a las redes de los autoconvocados.

Como en toda batalla, la técnica del cuerpo a cuerpo siempre ha sido eficaz: de ahí la orientación a su militancia para entablar nuevamente relaciones con quienes se han tenido “diferencias políticas” desde Abril. ¿Volver a hacerse brother todomundo? El movimiento que se autoconvocó en Nicaragua para protestar está integrado, entre otros, por mucha gente que simpatizaba con Daniel Ortega y Rosario Murillo. Sí, que simpatizaba con su régimen aunque fuera antidemocrático. También hay ex miembros de la Juventud Sandinista. Luego, gente que andaba emprendiendo negocios y que se arrimaba al grupo de poder para conseguir flotar. También gente que van hasta la muerte con quien tenga el poder de turno. Y mucha gente muy necesitada de bienes básicos. Toda esta gente abandonó o se alejó del régimen de Ortega cuando este empezó a masacrar. ¿Conseguirá robustecer este canal de comunicación? ¿Permitirán que la distancia se acorte?

La creación de nuevos medios de comunicación –RedVolución, por ejemplo- es un intento por crear contenido digital para que circule por las redes sociales. Usando el formato televisivo tradicional y estética de agitación y propaganda, así como discurso ellos los malos-nosotros los buenos. Lo que ahí se dice es la propaganda orteguista dirigida a la gente joven organizada en el orteguismo. Lo distinto es que quienes la emiten son rostros nuevos o poco conocidos. Este caso podría ser el inicio de la escuela de nuevos generadores de opinión política militante, ante la caída y posterior estrellamiento de todas y todos los antiguos bustos parlantes del régimen.

Y por último, los rostros nuevos: donde siempre hubo un solo rostro para emitir las ideas del orteguismo ahora han comprendido el enorme error de aquello y dan paso a nuevas caras, nuevas voces que se han liberado en las redes sociales y emiten sus opiniones al margen de la línea oficial (sin desligarse mucho). Son pocas, pero son humanas e identificables, en medio del ejército de perfiles falsos, que actúan como bots para el orteguismo. No parecen tener el permiso para convertirse en figura pública, lugar reservado solo para otros. Como el caso más reciente y espectacular de Juan Carlos Ortega Murillo y su programa recién estrenado El Ciclo. ¿El relevo de la familia en el sistema de comunicación? Con un formato entrevistador-entrevistado y estética moderna.

El diagnóstico: son intentos de robustecer los canales de comunicación. Pero, con el mismo relato, partiendo de las mismas variables de análisis que le trajeron a esta catástrofe y donde perdió la batalla.

¿Conseguirá el régimen de Ortega extraer del fondo enmierdado del pozo de la historia uno de los tornillos de los chayopalos, limpiarlo, pulirlo, volver a plantarlo, hacerlo surgir de colores y conseguir que alumbre la avenida? Todo se puede con una creativa y eficiente estrategia de comunicación que tenga algo que decir, gente a la que decir, y dinero, mucho dinero para ejecutarla. Y tiempo, mucho tiempo, para que vaya calando en las mentes.

Sólo hay una pieza que falta para que todo funcione: la credibilidad. Esa cualidad tan objetiva y subjetiva que está trenzada con la verdad, la honestidad, la confianza, el conocimiento de la información. ¿Le acompaña al relato de Ortega la verdad? ¿Es honesto, merecedor de confianza? ¿Es alto el grado de conocimiento que posee el pueblo nicaragüense sobre los hechos ocurridos para discernir libremente?

La credibilidad no la posee quien emite el discurso. La otorga quien recibe el relato, el pueblo, el interlocutor de esta nueva estrategia de Ortega. Así es como todo esto se traslada donde siempre estuvo, donde nació todo: en la gente. La batalla por la opinión pública ganada por los autoconvocados en Nicaragua y perdida por el régimen de Ortega ha vuelto a empezar. He is back. Él ha vuelto.


Publicado originalmente en 1001 trópicos.


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