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Ni complots, ni conspiraciones

A la alta dirigencia del FSLN la han engañado, o su proceso de razonamiento está afectado por la paranoia y yerra en su lectura de la realidad

Eduardo Montealegre

18 de julio 2016

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Después de escuchar por hora y media a Bayardo Arce en el programa de Jaime Arellano en La Nación, finalmente he entendido  lo que está pensando la alta dirigencia del FSLN y las razones que según ellos justifican las decisiones tomadas hasta la fecha y muy posiblemente también les servirán para justificar las próximas que tomarán.

Creen que yo encabezaba en un complot para boicotear las elecciones, provocar un sisma una semana antes de la elecciones y denunciar fraude.


Creen que yo conspiraba un Plan B, poniendo como ejemplo que diez congresistas norteamericanos quieren aprobar una ley para restringir préstamos internacionales a Nicaragua.

Pensaron que era mejor despojarnos de la representación legal del PLI desde meses antes de las elecciones, porque así tendrían de aquí hasta noviembre para defender “su” proceso electoral y contarían con tiempo suficiente para explicarle a quien necesitara explicación.

Creen que me adueñé del PLI, que también me adueñé de la ALN y que soy un usurpador de partidos políticos.
Creen que los ciudadanos inconformes con su gobierno no tienen ninguna importancia y que van a estar callados e inactivos eternamente.

Después de reflexionar un poco sobre esto, considero importante aclarar a quienes se hayan dejado engañar, dentro del partido de gobierno o fuera de él por estos argumentos, que a la alta dirigencia del FSLN la han engañado o que su proceso de razonamiento está afectado por la paranoia y, por ende yerran, en su lectura de la realidad nicaragüense y en particular sobre mi persona.

Desde que tomé la decisión de regresar a Nicaragua en 1991, a pesar de que mis padres habían sido confiscados injustamente, me motivó solo el deseo de trabajar para contribuir al desarrollo de mi país, viendo solamente hacia adelante. Jamás pensé en regresar para buscar revancha, para organizar complots, ni mucho menos para conspirar contra el pueblo.

Sería muy tonto de mi parte, participar en esos complots o conspiraciones de los que habla la alta dirigencia del FSLN, y que pudieran afectar al nicaragüense más necesitado o a la empresa privada, sea esta grande, mediana, pequeña o micro. Nada más alejado de la realidad pues sé, por haberlo experimentado tanto desde el sector privado como el público, cuánto nos ha costado a todos los nicaragüenses revertir la situación que heredamos el 25 de abril de 1990.

Si congresistas norteamericanos han tomado la decisión de someter la ya conocida iniciativa de Ley, no ha sido por solicitud mía ni de ningún otro nicaragüense, sino porque hoy en día las noticias de fraudes, discursos virulentos contra quienes nos apoyan, vapuleadas a opositores y decisiones judiciales motivadas por lineamientos netamente partidarios, no se pueden ocultar, como ocurría en la década de los ochenta. Hoy  las publicaciones de Twitter, Facebook, Instagram, CNN y hasta TELSUR son diariamente monitoreados en tiempo real por los gobiernos a nivel mundial, y en consecuencia estos eventos son conocidos instantáneamente, antes que ninguno de nosotros haga una llamada o se monte en un avión para ir a informar de lo que ocurre en nuestro país.

Todos sabemos que si el oficialismo respetara la Constitución y las leyes, respetara la voluntad popular, contara todos los votos,  permitiera observación electoral nacional e internacional o no  hubiera despojado de la representación legal del PLI a la verdadera oposición, nada de lo que la alta dirigencia del FSLN considera complots o conspiraciones estaría ocurriendo.

Todos juntos estaríamos trabajando para hacer crecer más la economía, para distribuir mejor la poca riqueza que hemos logrado, para que hubiera más y mejores hospitales y centros de salud, más y mejores escuelas para preparar a nuestra niñez para enfrentar los retos del siglo XXI.

Tampoco habría razón ni tiempo para andar señalando que fulano o zutano se anda adueñando de partidos porque todos unidos  - gobierno, sector privado, opositores, sociedad civil, trabajadores y ciudadanos  - estaríamos jalando la carreta en la misma dirección y así enfrentando juntos nuestro único enemigo que es la pobreza en la viven mayoría de los ciudadanos nicaragüenses.

Por eso hago un llamado a la alta dirigencia del FSLN y en particular al Presidente Daniel Ortega, que es momento de elevar la mirada más allá de los rumores y los temores que promueve el pequeño círculo de poder que lo rodea.

El 27 de abril de 1978 mi padre refiriéndose al gobierno de Anastasio Somoza Debayle, señalaba que “ningún Gobierno puede desoír indefinidamente los pedimentos legítimos del pueblo y que en estas coyunturas se deben tomar, con sentido de urgencia, sin condiciones y sin esperar que sean producto de una negociación partidarista, las medidas propicias para el restablecimiento de la tranquilidad”.

Y concluía que “la verdadera estabilidad sólo podrá ser el resultado de un cambio político fundamental que evite la lucha aniquiladora. Las mayorías nicaragüenses tienen derecho a reclamar la alternabilidad en el mando de la Nación y una transmisión real de poder que permita que hombres nuevos e íntegros inicien un proceso de democratización y se dediquen, afanosamente y sin obstáculos, a la gran tarea de la reconciliación nacional. La negación de estas aspiraciones podría sumirnos en una confrontación fratricida y destructiva de nuestro mundo económico y social.”

Ojalá esta vez la advertencia que mi padre hiciera hace 39 años sea escuchada por quienes ejercen el poder y no tenga que volver a ocurrir lo que vivimos en esos años.

¡La pelota está en su cancha, presidente Ortega!


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Eduardo Montealegre

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