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Los bombardeos rusos contra los civiles en Ucrania

Según un estimado conservador de la ONU más de 7000 personas han muerto por ataques rusos

Según un estimado conservador de la ONU más de 7000 personas han muerto por los bombardeos rusos contra los civiles en Ucrania

Guillermo Cortés Domínguez

17 de enero 2023

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Recuerdo las terribles imágenes de destrucción de la ciudad Siria de Alepo: miles de edificios de dos a cinco plantas estaban destrozados, doblados, destripados, derribados como gigantes malheridos. Era una visión grotesca que me costaba creer porque me parecía imposible que se pudiera causar tanto daño, pero era inequívocamente cierto, y los autores de semejante barbarie eran las tropas rusas, que en Chechenia causaron similar destrucción, y ahora se han graduado en su injusta guerra contra Ucrania, donde han destruido cientos de ciudades y localidades y decenas de miles de construcciones.

El reciente sábado un misil crucero Kh-22 impactó un edificio de nueve pisos destruyendo decenas de apartamentos en Dnipro, matando a cuarenta personas, hiriendo a setenticinco y desapareciendo a más de treinta, en lo que constituye la más reciente matanza de civiles en Ucrania cometida por las tropas del presidente Vladimir Putin, que a juzgar por la periodicidad con que cometen estos hechos trágicos, es una práctica habitual que inflige las leyes internacionales de la guerra y que sitúa a la cúpula del Kremlin como autora de crímenes de guerra y delitos de lesa humanidad.


Hay misiles de mucha precisión que garantizan impactos con errores mínimos a diez metros de radio y menos, pero Rusia utiliza muchos cohetes erráticos que pueden dar o no en el blanco y que la mayoría de las veces explotan en edificios residenciales. No le ha importado para nada esta comprobada situación de su armamento a Vladimir Putin y al Estado Mayor del Ministerio de Defensa y del Ejército, pues continúan lanzando estas armas a sabiendas que son una moneda al aire, y que sus devastadores efectos constituyen acciones criminales premeditadas e indiscriminadas.

Entre el 24 de febrero en que comenzó la invasión rusa en gran escala, hasta mediados de marzo, los bombardeos de Moscú a edificios residenciales de Jarkóv, la segunda ciudad de Ucrania, causaron medio millar de civiles muertos, pero por haberse producido en un período de entre quince y veinte días no impactó tanto en la conciencia internacional como el ataque aéreo del 16 de marzo a un teatro de la ciudad de Mariúpol donde se refugiaban entre doscientas y trescientas personas, incluyendo infantes. La palabra “niños” había sido escrita en grande en las paredes externas del edificio, pero eso no detuvo a los asesinos.

Los bombardeos a la estación de tren de Kramatorsk, en Donetsk, el 8 de abril del 2022; y a un centro comercial de la ciudad de Kremenchuk, en Poltava, el 27 de junio, causaron la muerte de 50 civiles, por un lado; y de veinte fallecidos, con sesenta heridos, por el otro. Las familias que pretendían abordar el tren huían de los ataques con los que el Kremlin inició su campaña militar en el Donbas.

Las tropas de Moscú volvieron a la carga con múltiples lanzacohetes el 9 de julio cuando mataron a casi cincuenta personas en un complejo de apartamentos en Chasiv Yar, Donetsk; y cinco días más tarde atacaron con misiles crucero un centro comercial, un estudio de baile y un salón de bodas en Vinnytsia, una ciudad en el centro de Ucrania, asesinando al menos a veintitrés civiles, incluida una niña de cuatro años con síndrome de Down.

Para impedir que civiles ucranianos huyeran de los enfrentamientos en Zaporiyia hacia territorio controlado por Ucrania, el 30 de septiembre los rusos atacaron con misiles una caravana de vehículos matando a treinta personas e hiriendo a casi noventa.

Estos han sido los ataques de los invasores que más muertos y heridos civiles han causado en Ucrania desde el 24 de febrero del año pasado. Y hay muchos más con menos víctimas. A once meses de esta guerra de Rusia, las huellas criminales son tan evidentes y tantas, que es razonable pensar que en el futuro tribunales universales tendrán evidencias suficientes para acordar altas penas para los que serán acusados de crímenes de guerra o de delitos de lesa humanidad (ataque masivo o sistemático contra la población civil).

La Rusia del hombre fuerte Vladimir Putin, terriblemente autoritario y tan imponente que le temen los generales del Ejército, cuenta con una eficiente maquinaria de propaganda que ha bombardeado con mentiras y manipulaciones a su pueblo y al mundo Occidental para ocultar sus vergonzosas derrotas, y para tender una cortina de humo sobre sus atrocidades, no solo en ataques mortales masivos como los que hemos repasado, sino también sus ejecuciones sumarias y fosas comunes de más de cuatrocientos cadáveres como en Bucha.

La Corte Penal Internacional (CPI) mantiene en Ucrania a investigadores que con paciencia y una tecnología forense desarrollada, han estado recopilando evidencias escritas, orales, fotográficas y videos de atrocidades de parte de las tropas invasoras. Los hombres de trajes blancos de los pies a la cabeza han sido vistos en muchas ciudades del país realizando un trabajo profesional. Han contado con el apoyo de expertos de organismos especializados de la Unión Europea.

Cada lugar es rigurosamenre preservado a la espera de la llegada de los hombres de blanco, que tratan los restos mortales encontrados, así como el lugar, como que fuera un trascendental descubrimiento arqueológico, a fin de impedir agentes externos que contaminen las evidencias que incriminan a los mandos y las tropas del Kremlin.

Al final de la guerra, que todo el mundo espera que sea muy pronto --excepto Vladimir Putin--, no habrá que aguardar, pues la mayor parte de lo que se debe investigar estará hecho, y abundarán las pruebas que condenen a los criminales de guerra. Los nombres de muchos de ellos ya se conocen, y figuran en una lista que en algún momento será convocada a declarar ante la Corte Penal Internacional u otro tribunal internacional. Nada ni nadie quedará impune.

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Guillermo Cortés Domínguez

Guillermo Cortés Domínguez

Periodista nicaragüense. Escribió prensa clandestina y fue redactor y editor del diario Barricada. Coautor de "Corresponsales de Guerra". Fundador y director de la revista Medios y Mensajes y la editorial Editarte. Ganó el Premio Latinoamericano de Periodismo José Martí, de la agencia de noticias Prensa Latina S.A. Además, es autor de "Huérfanas de Guerra" y "El oráculo de la emperatriz", entre otros libros.

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