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Libertades congeladas, y el inevitable deshielo

Si la dictadura aparenta fortaleza, es por su poder físico –burocrático y militar— pero dentro de sí misma funciona la inevitable dialéctica del cambio

Si la dictadura aparenta fortaleza

Onofre Guevara López

20 de diciembre 2022

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Es más que sabido, y hasta parece necio repetirlo: nada permanece estático para siempre en la naturaleza y en la vida social. En este período histórico que vivimos, las libertades públicas fueron congeladas desde aquella noche del 18 de abril de 2018. Hablamos de las libertades congeladas, solo por la falta de continuidad de poder manifestarse públicamente –durante casi cuatro años ya— pero la libertad de conciencia de los nicaragüenses nadie la puede congelar.

Si para la sobrevivencia del poder dictatorial las actividades represivas son necesarias, más necesarias son las libertades para el pueblo nicaragüense y por eso es imposible que la represión pueda congelar su espíritu de rebeldía, ni su voluntad de ser libres.


Esa pretensión de los Ortega Murillo de lograr la permanencia eterna con su poder sobre la base de la represión, es un sueño imposible, aunque, mientras dure su sueño, será para el pueblo una pesadilla. Y porque los dictadores tienen una violenta reacción a toda acción ciudadana por liberarse, por ese hecho, se definen como unos reaccionarios, aunque pretendan pasar como “revolucionarios”.

Y, consecuente con esa su condición reaccionaria, las ideas expresadas en sus discursos no coinciden con sus medidas represivas. Como saben que la sola represión no les sirve para sostener ante todo el pueblo su farsa “revolucionaria”, los dictadores buscaron un “pie de amigo” ideológico en la religión.

Por esa necesidad de presentarse ante todos con una imagen amable, se declararon “cristianos, socialistas y solidarios”; se apropiaron de los dogmas religiosos; manosean las imágenes de los santos católicos; copian sus ritos e imitan las procesiones católicas. Montan actividades faustuosamente enfloradas, que son asociadas con la finalidad desodorante de los ramos nupciales en las bodas medievales, porque con sus floridos espectáculos pretenden disimular o encubrir los malos olores del sistema político.

Cada secuestro y encarcelamiento de un opositor –más toda represión— es para ellos un signo de que siempre van “por más victorias”. Todo eso, en realidad, es como una risa sardónica. O sea, que solo hacen una mueca de feliz religiosidad.

Y, mientras la siguen fingiendo, con sus policías prohíben procesiones a las Iglesias, encarcelan a sus sacerdotes, o niegan su ingreso al país; es decir, los dejan exiliados. Con el obispo Álvarez encarcelado y procesado, han logrado reconocerse como los únicos en victimizar a un eclesiástico de tal nivel, solo superados por la familia Contreras, responsable de la muerte del obispo Fray Antonio de Valdivieso (León, febrero 26 de 1550) Parodiando a Fernando Gordillo, a 424 años el enemigo pareciera ser el mismo.

Por eso decimos que esta situación creada por la dictadura, es como una risa sardónica, pues sardonia es una planta venenosa cuyo jugo “produce en los músculos de la cara una contracción que emita la risa”. Así que, todo es fingido… menos la represión.

II

La inmovilidad social por causa de la represión de las demostraciones públicas en reclamo de libertades y derechos de todos los opositores por igual (mujeres y hombres, demócratas y conservadores, liberales e izquierdas) no nunca podrá tener una aceptación mayoritaria en la población nicaragüense.

En natural, entonces, que tal congelamiento de libertades y derechos produzca rechazo también internacional, informada como está de que aquí nadie puede manifestarse públicamente –por ningún medio— sin dejar de recibir una respuesta represiva, lo cual se convierte en un círculo vicioso: reclamo-represión; represión-reclamo. Esto hace entender a todo el mundo por qué los dictadores impiden una pronta solución de la crisis política.

Mal augurio pues, para la sociedad, sin exclusiones, por cuyas reclamaciones de libertades y derechos reprimidos sigue aportando víctimas. Pero todo tiene fecha de vencimiento, y tampoco se puede olvidar lo obvio: lo que parece estático, y sin embargo se mueve (¿no es verdad, don Galileo?) Nada es para siempre.

III

Si la dictadura aparenta fortaleza, es por su poder físico –burocrático y militar— pero dentro de sí misma funciona la inevitable dialéctica del cambio; ya tiene visibles síntomas de descomposición, como en todo proceso de decadencia que sufre lo que existe. La congelación temporal reclama, y tendrá, su obligado deshielo que, si fuera pacífico, mejor. Es lo que todo el mundo desea.

¿Pero cómo será este descongelamiento político? Nadie lo sabe. Pero no será muy diferente a la del hielo, al que solo le basta estar fuera del frigorífico para deshacerse. Pero este deshielo es espontáneo, y el deshielo político requiere la participación de los ciudadanos, los cuales no tienen más fuerza que voluntad, conciencia, decisión e ideales de libertad y derecho ante las fuerzas militares, y las pocas fuerzas civiles, que sostienen a la dictadura.

IV

Menuda tarea. En ella no habrá milagros. Sustituir a los “milagros” le compete a la sociedad nicaragüense con todas sus clases, expresiones políticas e ideológicas, sin más compromiso que con la democratización del país, y la obligación ética-patriótica de no seguir anteponiendo intereses personales, de grupo y partidos mientras no se alcance ese objetivo.

Y el proceso de la democratización será necesariamente indefinido, porque las contradicciones sociales y económicas no desaparecen en una simple democracia política, solo se liberan los derechos políticos de todos para la competición pacífica para definir cómo lograr la reconstrucción y el desarrollo de nuestro país, con justicia social.

Después –como tantas veces se ha dicho— de alcanzado el objetivo de la liberación política –o la misión de descongelar al país— cada quien según su propio interés tendrá la libertad de justificar y convencer de que ofrece la mejor alternativa política para encabezar el proceso democrático, pero no en solitario, porque sería la continuidad de lo mismo con otros dictadores.

Otra vez –y con reiterado énfasis— debe pensarse en que, para abordar las tareas en busca de la solución del problema nacional, es clave la unidad en la acción de todos y todas las corrientes políticas, hasta ahora bastante difícil de alcanzar, tiene que ser la prioridad, porque de lo contrario se esfumarían las posibilidades de hallar las soluciones, y la crisis tendría su fatal continuidad.

V

Hemos visto partes del problema y sus probables soluciones, pero –como en todo— no caben los idealismos que, aun siendo muy morales, no son recomendables. Y hay un motivo real para ello: el adversario dictatorial no es el único capaz de poner zancadillas; también es lógico esperar que haya alguno –entre quienes ahora están a favor de la causa del pueblo nicaragüenses— que pretenda cobrarse su solidaridad. Es feo reconocerlo, pero peores son los desengaños tardíos, o no avisados a tiempo.

En ese sentido, es necesario ser realista con el cuidado de no parecer pesimista. Con óptica realista, procurar ver las cosas tal cual son, han sido y las que pueden llegar a ser:

+ La represión dictatorial ha desarticulado a la oposición interna, lo cual deja como medio de enlace la comunicación digital, para denunciar la corrupción y los atropellos, pero con menos efectividad para los contactos personales y la coordinación de actividades.

+ No se han hechos evidentes las actividades internas organizadas de modo subrepticio de grupos que hagan denuncias y protestas ni por medios gráficos artesanales.

+ Solo los opositores del exilio tienen libertad de expresión, manifestación, organización y discusión acerca de cómo, con qué, quiénes y para qué hacerlo mejor en favor de la liberación y la democracia, acordadas y coordinadas con el interior.

+ Aún queda por pensar en algo complejo: ¿qué países, y de qué forma pueden ayudar? ¿Con qué interés y voluntad, qué líderes, cuáles países, gobiernos y pueblos nos ofrecerán su solidaridad?

VI

Dar las respuestas no corresponde a los nicaragüenses de la oposición de adentro y de afuera, pero siempre debería ser pensado bajo una condición patriótica, pensar con realismo, cero prejuicios ideológicos –aunque con criterios político ideológicos sólidos— con visión histórica y nada de ingenuidades, ni versiones propagandísticas propias de la geopolítica internacional.

Lo recordamos, porque ha sido notoria en cierto sector de oposición, la esperanza depositada en las medidas solidarias de la burocracia estadounidense para la solución de la crisis política nacional, lo cual es –por lo menos— una ingenuidad política y desmovilizadora, porque resta confianza en las propias fuerzas y crea tendencias a depender de fuerzas exógenas, lo cual es vivir de espaldas a nuestra historia.

La experiencia de nacionales de un país tantas veces intervenido, puede concretarse en que: desde que los estadounidenses obligaron la salida del dictador liberal José Santos Zelaya (1910) nos convirtieron en un protectorado, impusieron a siete títeres como “presidentes” entre 1912-1933. De 1934 a 1979 transcurrieron –con apoyo estadounidense— los 45 años de la dictadura de los tres Somoza.

Solo una pregunta a quienes pudieran decir que “son cosas del pasado”: ¿es que tal vocación imperial ha desaparecido de la geopolítica estadounidense actual, del pasado reciente y del “viejo” pasado?

Con el propósito de asimilar lo dicho, de acuerdo a la experiencia histórica, señalamos lo que debe ser respetado por la solidaridad internacional de todos quienes deseen ofrecerla…

Al margen de estas cuartillas

*El fundamento de la solidaridad, es la defensa de los derechos humanos conculcados por la dictadura, pero deben ser desligados de “los derechos humanos” utilizados como la cara noble de la geopolítica de cual país…

*La democratización del país con la consecuente libertad de organización política, sindical y social, sin condicionamiento internacional por ningún motivo, aparte de la mutua solidaridad entre pueblos…

*Cooperación profesional para efectuar elecciones libres con la participación de todos los partidos políticos comprometidos con la causa sostenida contra la dictadura, dentro y fuera del país.

*Pluralismo político constitucional, derecho de cada sector social a tener su partido político, según su vocación política ideológica, su condición e intereses de clase…

*La colaboración económica, las inversiones y acuerdos internacionales para impulsar la producción nacional deben ser acordadas con el Estado, pero con información y discusión públicas, no por imposición burocrática palaciega…

*La colaboración solidaria en el orden jurídico estrictamente en lo profesional, cuando el nuevo Estado democrático institucionalice el país y reconstruya su estructura judicial.

Eso no será todo, pero al menos, nos parecen esenciales.

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Onofre Guevara López

Onofre Guevara López

Fue líder sindical y periodista de oficio. Exmiembro del Partido Socialista Nicaragüense, y exdiputado ante la Asamblea Nacional. Escribió en los diarios Barricada y El Nuevo Diario. Autor de la columna de crítica satírica “Don Procopio y Doña Procopia”.

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