20 de abril 2019
Se cumple un año desde que un pueblo nicaragüense, con una renovada conciencia, dejó atrás la indiferencia y el miedo y alzó su voz por la libertad, la justicia y la democracia frente al régimen Ortega-Murillo, de corte criminal y totalitario. Desde entonces hablamos de una nueva Nicaragua, de que nada es igual y que el cambio ha empezado.
El nivel de madurez política y conciencia del pueblo ha sido sorprendente y desde entonces una nueva cultura política se ha dejado ver ante todos nosotros. Es porque del pasado hemos aprendido y abril nos ha dejado lecciones, aquí algunas de ellas:
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Hemos renunciado a la violencia
La insurrección de abril significa la renuncia a la violencia política y la opción por la lucha cívica y la no violencia. Un hecho relevante tomando en cuenta nuestro historial marcado por la guerra y la práctica de la violencia como fórmula para resolver nuestros conflictos políticos. Abril nos enseñó que ante los violentos fusiles de un régimen dictatorial arcaico y decadente, ha sido más fuerte el valor del pueblo que respondió con marchas, consignas, boicots, globos y piquetes.
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Los jóvenes son el presente
Una juventud considerada equívocamente dormida, apática e indiferente, generó una de las insurrecciones cívicas más grandes en la historia de Nicaragua. La insurrección de abril tomó inmediatamente una característica juvenil, los jóvenes nos vimos como los nuevos líderes y el pueblo no dudó en reconocernos como tales. ¿Qué tienen los jóvenes que ha hecho que logren ganar el respaldo inmediato de un pueblo? Somos la personificación de la idea del cambio, la esperanza en un futuro mejor y la convicción de que pueden hacerse las cosas de manera distinta. La “reserva moral” como ha dicho la Iglesia.
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Hay otras formas de ejercer el poder y de hacer política
Se experimentan hoy nuevas propuestas de prácticas democráticas, formas de organización política más espontáneas, algunas menos verticales y más horizontales. Procesos que pueden resultar más lentos, pero a la larga más seguros. También hay nuevos líderes, pero con renovada concepción del liderazgo. Abril nos ayudó a reconocer los errores y vicios del pasado y cavó una sepultura para el caudillo y el poder autoritario.
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La justicia sí importa
El horror y magnitud de los crímenes del régimen han hecho que la demanda de Justicia movilice a un pueblo acostumbrado a la impunidad como forma de vida. El derecho a la verdad, la justicia, reparación y la no repetición sigue siendo la demanda. Las víctimas deben ser escuchadas y los responsables identificados y sancionados. Después de abril reconocimos que nos merecemos la justicia y que no puede ser otra vez dejada de lado.
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Hay que pedir y rendir cuentas
Un país anteriormente acostumbrado a la corrupción es hoy un país que exige cuentas y transparencia, y no solo se le exige al régimen sino también a todos aquellos que le representan. Después de abril no hay más pactos aceptables, tampoco cheques en blanco.
Hoy decimos que somos un pueblo distinto y es que realmente lo somos. Hemos aprendido de abril y sus duras lecciones, pues solo estas nos dan la seguridad de que la nueva Nicaragua es posible.
*Estudiante de Upoli, miembro de la Alianza Universitaria Nicaragüense, y de la Alianza Cívica