1 de noviembre 2018
No he podido evitar sonreírme al leer en la entrevista de Fernando Bárcenas en la Revista Domingo de La Prensa, sus propuestas para reformular la resistencia al régimen orteguista. Propuestas como “hacer un periódico”, “hablar con el Ejército” “traer a los luchadores de Costa Rica”, su implícita invitación a la lucha armada, su desprecio por la UNAB, y sus comentarios despectivos sobre manifestaciones de rebeldía como los picos rojos y las chimbombas. No me gustó la arrogancia de sus posiciones, ni su afirmación de que la lucha cívica está derrotada y que Ortega ha ganado la partida.
La verdad es que estoy bastante harta de tanta especulación, de tantos que predican la receta “mágica” o manualesca para dar respuesta a una situación como la que enfrentamos, una situación que se definiría mucho más fácilmente con la humildad de aceptar de que simplemente una lucha cívica de la fortaleza que ha tenido la que se ha llevado a cabo en estos meses en Nicaragua, debe ahora reconsiderar cómo enfrentar una feroz represión.
Está claro que, para sostener su poder, el régimen Ortega ha tenido que recurrir a métodos dictatoriales como no se habían visto en América Latina en los últimos decenios. Ha actuado más a la derecha que las derechas más recalcitrantes y nefastas como fueron las de Pinochet y Videla. Volver a ese pasado es su más contundente derrota, no importa cuanto proclamen la normalidad o su triunfo.
Desarmados frente a las armas que no vacilan en disparar o someter por la fuerza y la prisión a sus oponentes, las alternativas de la lucha cívica se han dispersado, pero sorprendentemente no han perdido su vitalidad y su determinación. Lo que está ahora en veremos, no es el propósito que se encendió el 18 de abril, sino el cómo de ese propósito.
De mi crítica a Bárcenas, salvo uno de sus puntos: el del liderazgo. Resulta un poco patético que, como sucedió en la denuncia del ataque inexcusable a las presas políticas, tantas personas hayan tenido que aparecer en la conferencia de prensa donde se leyó un escueto comunicado de la UNAB. Precisamente, la prueba de fuego, la verdadera demostración de que existe realmente una unidad, sería que no se temiera delegar en unos cuantos la autoridad del colectivo. Ya es hora de que se nombre un comité ejecutivo, una dirección colegiada. Cinco personas serían suficientes. ¿Por qué no votan y los eligen? Hablar de Junta de Gobierno es un poco prematuro a mi juicio, pero bien se podría empezar a visibilizar algunas personas que tienen la confianza de los demás. La confianza que se les debe otorgar no debería ser tan difícil, si el todo se pone de acuerdo sobre la médula de este asunto que es el rumbo que le ven a esta alternativa anti-dictadura. La UNAB tendría que hacer una encerrona y ponerse de acuerdo sobre un programa mínimo y una propuesta para derrotar al régimen. Si esto no fuera posible, tendrán que reconocer que no hay bases para tal unidad. Desde la llanura, uno ve que sale la UNAB con un comunicado y luego la Articulación saca otro. Es obvio que hay una puja entre el liderazgo que quiere asumir la Articulación y la difusa personalidad de la UNAB. De las intenciones y propuestas de la Articulación hay una hoja de ruta, pero tampoco hay claridad ulterior. La Alianza Cívica, por otra parte, que ha contado con un liderazgo concedido por el pueblo, tampoco parece asumir ese liderazgo. De su seno tendrían que salir también algunos de los dirigentes que conformen este Comité Ejecutivo. Después de todo, su representación sí es conocida. Fueron electos porque representaban sectores importantes y porque éstos no excluían a nadie. Y eso es lo que necesitamos en Nicaragua; no pensar más en términos excluyentes, no dedicarnos con tanta ferocidad a nombrar culpables cuando el futuro de este país no es el de colgar a todos los culpables en una plaza pública, sino el de respetar las diferencias, las opciones que cada uno tome. Así como culpamos al COSEP bien podríamos culpar la inercia de quienes no se movieron, ni reaccionar antes de que llegáramos al punto de no retorno al que llegamos. No faltaron voces que alertaron sobre el rumbo dictatorial que llevaba el régimen de Ortega, pero ¿dónde estaban esos que hablan ahora cuando se les llamaba a protestar? Muchos grupos y organizaciones intentaron por años movilizar estudiantes, pobladores, sólo para encontrarse solos en desmirriadas manifestaciones. Entonces, si queremos unidad, y si queremos democracia de veras, unamos fuerzas y no nos estemos pasando las cuentas. No se trata de eso en este momento. Se trata de conformar un liderazgo creíble, conjunto, representativo, y, sobre todo, capaz de darle forma y conducir con astucia, eficacia y con el menor costo en vidas posible, la lucha que tenemos por delante.
Conducir esa lucha requiere claridad de objetivos, transparencia en las propuestas políticas, honestidad y visión de conjunto con relación a cuál es esa Nicaragua que estamos dispuestos a construir. Cuando hay riesgos de cárcel y muerte como los que acarrea esta ruta de liberación, la gente debe de saber a lo que está apostando. Hasta ahora, esa apuesta termina en la salida del régimen, pero suponiendo que eso sucediera mañana, ¿qué pasa después?
A estas alturas, es no sólo iluso, sino irresponsable, seguir convocando a luchar por un mañana envuelto en la neblina de tantas ideas vagas o mantenidas ocultas por razones “tácticas”. Ya en 1979, vivimos una revolución que se presentó y convocó por unas ideas que luego resultaron ser solo argumentos potables para obtener el apoyo de la mayoría. El pueblo de Nicaragua ha dado tanto de sí, ha sido tan extraordinariamente dispuesto a creer en buenos propósitos de los que luego se sintieron traicionados, que eso ya no debe repetirse.
Hagamos entonces que esta unidad sea verdadera. Logremos el consenso interno para saber para dónde vamos, cuál es la Nicaragua que nos proponemos construir, cómo lo haremos y atrevámonos a nombrar representantes que visibilicen esos ideales y cuenten con la confianza de la mayoría. Esa es la lucha más importante que debemos emprender en este momento para que este enorme esfuerzo de frutos.
Así demostraremos madurez y nos ganaremos la confianza imprescindible para consolidar las victorias que hemos logrado.