10 de noviembre 2016
Las políticas anunciadas por Donald Trump en el ámbito de la economía son sumamente peligrosas, tanto para la economía mundial, como para la propia economía norteamericana. Debido a que Trump mantuvo estas propuestas desde las primarias republicanas hasta el final de su campaña, y las mismas estuvieron en el centro de su discurso para atraer a los millones de votantes blancos que se sienten cada vez más excluidos y marginados por la migración y la globalización, estamos obligados a tomarlas debidamente en serio.
Examinemos brevemente las potenciales implicaciones de algunas de estas políticas.
La receta fundamental de Donald Trump para restablecer la capacidad de la economía norteamericana de crear buenos empleos, consiste en reducir drásticamente la tasa impositiva sobre la renta de las corporaciones y estratos altos, e imponer sanciones comerciales a aquellos países, como México y China, hacia donde numerosas empresas norteamericanas han trasladado sus operaciones de ensamblaje manufacturero.
Debe recordarse que la reducción de las tasas impositivas a los estratos de mayores ingresos ya se implementó en los EEUU, y su principal resultado fue una fortísima caída en la recaudación fiscal, una masiva ampliación del déficit y un aumento de la deuda pública. A Bill Clinton le toco convertir en superávit los enorme déficit heredados de Reagan y Bush I y Estados Unidos retornó a los déficit con los recortes impositivos de Bush II.
Las proyecciones efectuadas por entidades conservadoras indican que el plan fiscal de Trump aumentaría el déficit y la deuda norteamericana en más de 5 millones de millones de dólares. Pero esa enorme ampliación del déficit debe financiarse. Alguien debe comprar los títulos de deuda norteamericanos, y me permito recordar que uno de los principales compradores de estos títulos ha sido China, parte importante de cuyas reservas internacionales están constituidas por papeles del tesoro norteamericano.
Pero Trump amenaza desatar una guerra comercial con China, uno de sus principales tenedores de deuda, imponiéndole altas tasas arancelarias - ¿a uno de sus principales socios comerciales? -, y no queda claro quien, aparte de China, en el mundo, podrá absorber esa masa astronómica de deuda….y lo único claro que ello induciría una enorme turbulencia en la economía mundial.
Por otra parte, China, México y Canadá representan los principales socios de los EEUU, y Trump amenaza sobre todo al más débil, a México, no solo con la deportación masiva de millones de mexicanos (y de paso, centroamericanos), sino también con imponerle elevadas tarifas arancelarias, para impedir que las empresas norteamericanas continúen migrando hacia ese país y se vean compelidas a retornar.
Por supuesto, si alguien se ha hecho ilusiones en términos de que una economía pequeña, abierta y frágil como Nicaragua resultaría indemne en medio de semejante maremágnum, quizá sería aconsejable que mejor retornase los pies a tierra firme.