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La Cumbre de Bucha

La ciudad ucraniana es un símbolo de los horrores de la agresión rusa. Allí más de 1400 civiles murieron a manos de los invasores, incluidos 37 niños

Volodímir Zelenski

El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, habla durante un acto por el primer aniversario de la liberación de la ciudad de Bucha. Foto: EFE

Héctor Schamis

5 de abril 2023

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Ocurrió en Srebrenica, Bosnia, en julio de 1995. Y en Haskanita, Darfur, en octubre de 2007. También en Alepo, Siria, en septiembre-octubre de 2016. Ello por recordar masacres, crímenes de guerra y de lesa humanidad, como ahora ocurrió en Bucha, en marzo de 2022. Es en las afueras de Kyiv, Ucrania, invadida por la Rusia de Putin.

La comparación porque hay rasgos comunes en los crímenes de guerra, suerte de información genética heredada. Las fuerzas de ocupación ingresan en una ciudad o la bombardean desde el aire, como ocurrió en Alepo. Sin discriminar entre militares y civiles, destruyen lo que encuentran a su paso; vidas, bienes e infraestructura. Las escenas que se ven al retirarse los criminales siempre son espeluznantes.


Pero si bien el asalto final a una ciudad es repentino y hasta cierto punto inesperado, casi siempre el genocidio ocurre en cámara lenta, lo habilita un mecanismo de negación que se prolonga más allá de toda racionalidad y que, por acción u omisión, cumple funciones de encubrimiento.

Así ocurrió en Srebrenica, justamente. UNPROFOR, la fuerza de protección de Naciones Unidas, era poco menos que un observador en la puerta mientras los europeos proponían otorgarle concesiones a Milosevic en la esperanza que ello llevara a la República Srpska a negociar. Los serbios, sin embargo, tenían otras ideas: un año más tarde el mundo se enteró que mataron a 300 mil musulmanes y violaron a más de 20 mil mujeres. La limpieza étnica era política de Estado.

La historia de Bucha es similar a la luz de una invasión que, en realidad, no comenzó en 2022 sino en 2014 con la anexión de Crimea y otros territorios en la región oriental de Ucrania. Ello marcado por el continuo apaciguamiento de Putin, los diálogos interminables de los gobiernos de Francia y Alemania—carentes de una política energética alternativa que redujera su dependencia con Rusia—y la respuesta, correcta pero tardía, de la Unión Europea.

“La escritura estaba sobre la pared”, no hay demasiado espacio para la sorpresa. Además de Crimea, Putin ya lo había hecho en Georgia en 2008 y en Alepo, precisamente, donde son soporte esencial del régimen de Bashar al-Assad.

También la invasión de febrero de 2022 estaba anunciada. El artículo del propio Putin de 2021, “On the Historical Unity of Russians and Ukrainians” (Acerca de la unidad histórica de rusos y ucranianos), niega la existencia de Ucrania como nación independiente y los ucranianos como pueblo separado del pueblo ruso, por lo que infiere que su elite nacionalista debe ser liquidada.

Ese es el sentido de la “Cumbre de Bucha” que conmemoró este 31 de marzo el aniversario de la liberación de la ciudad y rindió homenaje a las víctimas. Los participantes en la Cumbre condenaron dicho graves crímenes violatorios del derecho internacional cometidos, los asesinatos masivos en Bucha como símbolo de los horrores de la agresión rusa. Allí más de 1400 civiles murieron a manos de los invasores, incluidos 37 niños. La ocupación duró 19 días.

El presidente Zelenski destacó en su discurso ante 50 jefes de Estado y de Gobierno, y altos dignatarios de organizaciones internacionales la necesidad de complementar tres niveles de acción de la justicia. El primero es en los tribunales nacionales de Ucrania. El segundo es en la Corte Penal Internacional, capaz de llevar ante la justicia a los criminales de guerra rusos en el marco de su jurisdicción. El tercero “es un tribunal especial sobre líderes individuales, juzgando a los culpables del crimen principal de agresión que da lugar a todos los demás crímenes”.

La “Declaración de Bucha” suscripta por todos ellos ratifica estos términos y condena los crímenes cometidos en Ucrania. A este lado del Atlántico, no es trivial que los únicos lideres de América Latina y el Caribe que participaron en el evento fueron Philip Davis, Primer Ministro de Bahamas; Alejandro Giammattei, Presidente de Guatemala; y Luis Almagro, Secretario General de la OEA.

Ello es paradójico y triste simultáneamente, alguna vez la región toda adoptó el “Nunca Más” como principio constitutivo de su propia democracia y como anhelo de “Memoria, verdad y justicia”. Eso mismo anhela el gobierno de Ucrania.

Es que el “Nunca Más” sólo será realidad cuando nunca más tengamos que decirlo. Y, hablando de paradojas, con Rusia presidiendo el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, tendremos que repetirlo muchas veces.

*Artículo publicado originalmente en Infobae.


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Héctor Schamis
Héctor Schamis

Académico argentino. Actualmente es profesor en el Centro de Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Georgetown. Es autor de varios libros y articulista de opinión en diferentes medios.

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