10 de octubre 2023
En mayo de 2021 Hamas y la Yihad Islámica dispararon alrededor de 3500 cohetes contra ciudades israelíes. Se trató entonces del mayor ritmo de lanzamiento jamás registrado contra territorio israelí, si bien una gran parte interceptados por su escudo antimisiles “Cúpula de Hierro”.
Tras once días de escalada bélica, incluyendo severas represalias de Israel, la mediación de Egipto logró un alto el fuego. Perdieron la vida 232 personas en Gaza y otras 12 en Israel.
Este texto es una suerte de bis. Nunca es deseable la redundancia, pero se justifica ante la repetición de la tragedia. El mundo amaneció este sábado con la noticia de un ataque similar al de 2021. Nuevamente miles de cohetes contra la población civil, pero con un agregado sin precedentes: incursiones en territorio israelí por tierra, aire y mar. Comandos palestinos tomaron control de porciones de territorio israelí, llevándose rehenes con ellos y dejando las calles regadas con cadáveres.
También dejaron el planeta digital rociado con videos. Es más que el exhibicionismo de la época, se muestra una brutalidad poco común. Las víctimas son civiles, la vasta mayoría mujeres, muchas de ellas muy jóvenes. En varias escenas se observa cómo son secuestradas en motocicleta; el crimen sexual se intuye. En otros videos se ven niños con sus madres en jeeps, así como los cadáveres de aquellas mujeres posteriormente asesinadas.
Casi 300 muertos en menos de 24 horas. Sin embargo, el sadismo no puede sorprender. Para Hamas la desaparición del Estado de Israel es el punto medular de su declaración de principios; o sea, de la Constitución del proto Estado que gobierna a discreción, Gaza, y que controla con los mismos métodos terroristas desplegados en territorio israelí. Hamas también es criminal con el propio pueblo palestino que dice representar, pero que en realidad subyuga.
La desaparición del Estado de Israel, a su vez, implica el aniquilamiento de la nación para la cual dicho Estado es su hogar político, el pueblo judío. Como tal, dicha lógica implica la comisión del crimen de genocidio. Para un pueblo cuyo ADN está estampado con el trauma del Holocausto, los “principios” de Hamas suponen un conflicto existencial innegociable.
De ahí que las represalias israelíes siempre son y serán feroces, muchas veces consideradas “desproporcionadas”. Si las imágenes que hemos visto de mujeres y niños secuestrados tienen valor analítico, resulta difícil determinar la proporción adecuada.
No debe olvidarse tampoco que Hamas se ha convertido en un instrumento del régimen fundamentalista iraní, un Estado—no “proto” Estado—para el que la desaparición del Estado de Israel también es uno de sus propósitos estratégicos. De ahí que las diferencias religiosas hayan pasado a segundo plano. El orden teocrático chiita es aceptable para los suníes palestinos cuando es presentado junto a la logística, los recursos y el armamento que llegan desde Teherán. Hamas y Hezbollah ya son casi idénticos, la principal diferencia es la región de sus operaciones.
Todo esto ocurre en un momento de división e inestabilidad interna en Israel. El país lleva meses de protestas contra los planes del gobierno de limitar los poderes de la Corte Suprema; es decir, de alterar la división y el equilibrio de poderes y con ello todo el orden constitucional históricamente democrático. Se llama el sentido de la oportunidad del ataque.
Los reservistas contrarios a las reformas han expresado que abandonarán las protestas y se movilizarán ante la emergencia. Se informa de un desplazamiento previo de batallones del ejercito hacia el norte, dejando el sur del país extraordinariamente vulnerable. En todo caso una decisión inexplicable, habrá acusaciones cruzadas y distribución de culpas. Tampoco existen precedentes en la historia israelí de tal politización interna de la seguridad nacional, no es precisamente un signo de gobernabilidad.
Finalmente, esta incursión y la respuesta israelí complicarán la política exterior de Estados Unidos en su laborioso intento de forjar un acuerdo de paz entre Arabia Saudita e Israel. No resulta difícil explicar quién se beneficiaría de un fracaso de dicho esfuerzo diplomático. La simple respuesta está en el título de este texto.
*Texto original publicado en Infobae