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El tsunami venezolano: efectos y desafíos

El péndulo regional se inclina a favor de los partidos de centro derecha democrática, y en contra de los destructivos de la izquierda

María Teresa Romero

8 de diciembre 2015

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El contundente triunfo electoral de las fuerzas democráticas venezolanas en las elecciones legislativas de este histórico 6 de diciembre,  es de una significación  enorme  para la propia Venezuela y para toda la región Latinoamericana. Más de lo que la misma dirigencia opositora  integrada en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) previó en sus escenarios más optimistas.  Se trata de un verdadero tsunami  político  protagonizado  por  el mismo pueblo que llevó al chavismo al poder,  que barrió con  la otrora poderosa maquinaria electoral y mediática construida con manu militari, mentoría cubana y a fuerza de incontables abusos y violaciones constitucionales durante 16 años.

Ese pueblo, ese que llaman el soberano,  ha llegado a tales extremos de desesperación  por la pésima calidad de vida que lleva bajo el neocomunismo chavista del siglo XXI, que se atrevió no sólo a romper la barrera de miedo instalada por el oficialismo y a expresarse con fuerza – con casi 75% de participación electoral y además de forma pacífica y democrática-, sino a otorgarle la confianza y apoyo a  la dirigencia opositora, para que sea ella la que inicie un cambio de presidente, de gobierno y de sistema político y económico.


Porque eso es lo que significa realmente el haberle otorgado a la oposición una mayoría calificada de 2/3 partes,  lo que se denomina una súper mayoría, mediante la cual la nueva Asamblea Nacional que se instalará el 5 de enero de 2016 podrá sancionar o no leyes habilitantes que den poderes especiales para legislar al Presidente de la República; designar y remover a los integrantes del Poder Electoral y aprobar voto de censura contra el vicepresidente de la República y los ministros, lo que implicaría una destitución de los cargos; aprobar Leyes Orgánicas y sus respectivas reformas; remover  a los magistrados del Tribunal Supremo de Justicia; y tener la iniciativa de una Asamblea Constituyente.

Ahora bien, como todo  fenómeno extraordinario, éste producirá una ola de efectos y desafíos complejos, inmediatos y de más largo alcance,  tanto para el gobierno como para la oposición democrática,  que trascenderán las fronteras nacionales.

Para el gobierno de Nicolás Maduro y su partido Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV),  el efecto es terriblemente negativo  y ya se empieza a sentir. Como hemos visto en la historia política venezolana y de otros países, ante una avalancha de votos castigo y una pérdida palpable de poder  (y aunque ésta no haya sido propiamente una elección presidencial,  fungió como un plebiscito para el presidente Maduro y como tal ha sido una considerable pérdida de poder), el efecto cascada es imparable.

Esto quiere decir que de aquí en adelante veremos la profundización de las divisiones dentro del chavismo, en particular entre el grupo militar  que supuestamente hasta ahora lideraba Diosdado Cabello, el actual presidente de la AN que con toda seguridad será removido de su cargo apenas se instale el nuevo parlamento, y el grupo civil que comanda el presidente Nicolás Maduro. Ambos comandantes “revolucionarios” y sus seguidores no sólo quedan debilitados, sino que arreciarán la lucha de poder entre ellos. También desde  ahora veremos dentro del chavismo lo que en Venezuela se denomina “El cambio de talanquera”, que no es más que la huida de funcionarios y seguidores hacia las fuerzas opositoras, en especial los más pragmáticos y opositores.

En este panorama, le será muy difícil al gobierno de Maduro y al PSUV recuperar imagen y tratar de gobernar como hasta ahora lo venía haciendo, imponiéndose sin ningún control. Es más, no podrá tan fácilmente cogobernar a través del poder judicial y el llamado poder popular, de calle,  al menos que se arriesguen a hacerlo con violencia permanente, provocando una especie de guerra civil, como lo anunció el propio Maduro durante la campaña electoral.

Pero ya es evidente que la gran mayoría de los venezolanos rechazan la violencia, incluso la verbal, y que la fuerza militar no está tan dispuesta como antes. Las palabras apaciguadoras y apegadas a la constitución  del ministro de la Defensa, Padrino López, durante la jornada electoral, así lo demuestran.

En consecuencia, el principal desafío que tiene el gobierno de Maduro para sobrevivir políticamente es el de cambiar de estrategia, y aunque se resistan la mayoría de sus seguidores radicales, parar el proceso de radicalización y entrar por el aro de la moderación, el diálogo y los acuerdos aunque sea en forma cínica como lo está haciendo su principal aliado, el castrismo cubano. No le queda ninguna otra salida inmediata razonable.

En el caso de la oposición, por el contrario, el efecto es en principio muy positivo. Haber logrado controlar el poder legislativo es un logro inmenso que le permitirá avanzar más rápida y fácilmente en la meta de alcanzar el poder regional y presidencial. Pero  tampoco le será nada fácil y especialmente si el gobierno se niega a cambiar y a mantener su posición radicalizada. Desde el Ejecutivo y el Tribunal Supremo de Justicia, la oposición y la nueva asamblea podrían ser permanentemente torpedeadas y asediadas. La anarquía y la violencia es un arma chavista que le podría hacer mucho daño. Ante esta situación, el gran desafío opositor – que tampoco es nada fácil- es fortalecer la unidad opositora y lograr estrategias conjuntas para las luchas y comicios electorales que se avecinan. Ello es indispensable para terminar de ganarse a la población venezolana, incluida buena parte del sector chavista. Del lado opositor, tampoco se observan otras salidas lógicas.

En todo caso, lo que está sucediendo y está por pasar en Venezuela irá marcando  la política latinoamericana. De inmediato, como recientemente pasó en Argentina tras el triunfo del antiperonista Mauricio Macri, la energía y esperanza  democrática  contagiará al resto del hemisferio y acelerará los cambios políticos  que paulatinamente se vienen dando desde hace algunos años. Con este triunfo opositor venezolano, sin duda el péndulo regional se inclina considerablemente a favor de los partidos y fuerzas de centro derecha democrática, y en contra de los destructivos de la izquierda neocomunista del siglo XXI.

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Publicado originalmente en Infolatam


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