26 de noviembre 2024
Uruguay celebró el domingo 24 de noviembre de 2024 el regreso del Frente Amplio (FA) al poder, en una jornada que reflejó el espíritu democrático de un país que sigue siendo un ejemplo en América Latina. Yamandú Orsi, con el 49.8% de los votos, superó a Álvaro Delgado del Partido Nacional quien obtuvo el 45.8%, consolidando un triunfo que reafirma la confianza en el modelo uruguayo de estabilidad, respeto, diálogo, y cambios sin golpes de timón bruscos. La diferencia fueron 95 mil votos a favor de Orsi. La participación electoral fue similar al nivel de la primera vuelta: 89.4%.
El presidente saliente, Luis Lacalle Pou, no esperó los resultados oficiales para felicitar al ganador, mostrando, una vez más, la madurez política del país. Llamó a Yamandú Orsi para felicitarlo como presidente electo y se puso a las órdenes para garantizar una transición pacífica y ordenada. Lo mismo hizo el candidato derrotado.
Por su parte, Orsi asumió su victoria con un discurso breve, centrado en el diálogo y la construcción de consensos: “Voy a ser el presidente que convoque una y otra vez al diálogo nacional. Así se construye una república democrática”. Y se comprometió a unir el país y fortalecer su integración.
Sin embargo, detrás del entusiasmo de la celebración, el nuevo presidente enfrentará desafíos estructurales que han marcado la última década: una economía cara, una población envejecida, desigualdades sociales persistentes y un fuerte desafío en materia de inseguridad pública, con un aumento del crimen organizado y del narcotráfico.
Uruguay es el país más caro de Sudamérica, con precios que superan incluso a varias naciones europeas. A esto se suma un atraso cambiario que afecta la competitividad de los exportadores. Mientras el tipo de cambio oficial está en 41.5 pesos por dólar, sectores como el agropecuario reclaman un valor cercano a 54 pesos.
Aunque la inflación ha disminuido del 8% al 5%, ajustar el tipo de cambio podría desatar nuevas presiones inflacionarias, complicando aún más el panorama económico. Además, el crecimiento económico promedio de la última década refleja un estancamiento que el Frente Amplio deberá revertir con políticas innovadoras que fomenten la inversión y aumenten la productividad. La proyección de crecimiento económico para este 2024 es del 3%.
La pobreza en Uruguay afecta al 10.1% de la población, una cifra moderada en comparación con otros países de la región. Sin embargo, el dato adquiere gravedad al observar que el 18.8% de los menores de 14 años viven en condiciones de pobreza, así como el 15.3% de los jóvenes entre 14 y 24 años.
Orsi ha prometido reformas al sistema de protección social, con énfasis en la infancia, y medidas para garantizar el acceso a vivienda, educación y empleo digno. Pero estas reformas deberán ser financiadas en un contexto fiscal complejo, con un déficit del 4.5% del PIB y una deuda pública en aumento.
Uruguay enfrenta un problema demográfico que, según expertos, se adelantó dos décadas. Con 32 000 nacimientos frente a 39 000 muertes anuales, el país registra un crecimiento poblacional negativo. La tasa de fertilidad de 1.3 hijos por mujer está muy por debajo del nivel de reemplazo de 2.1 necesario para mantener la población estable.
Esta realidad llevó al gobierno de Lacalle Pou a implementar una reforma jubilatoria que aumentó la edad de retiro de 60 a 65 años. Pero el envejecimiento de la población plantea desafíos más profundos, desde la sostenibilidad del sistema previsional hasta la necesidad de rediseñar políticas educativas y laborales en un país que, como lo expresó José Mujica, es “un país de viejos”.
La inseguridad es otro de los grandes problemas que deberá abordar el nuevo gobierno. Con una tasa de homicidios de 11.2 por cada 100 000 habitantes, Uruguay duplica a países como Chile. La violencia, concentrada principalmente en Montevideo, está estrechamente vinculada al narcotráfico y afecta sobre todo a jóvenes de entre 18 y 37 años.
Orsi ha prometido la creación de un Sistema Integral de Lucha Contra el Crimen Organizado y el Narcotráfico, con el objetivo de reducir los niveles de violencia y fortalecer el tejido social en las comunidades más afectadas.
Mientras Argentina y Estados Unidos avanzan hacia modelos conservadores, Uruguay ha optado por un camino propio: un cambio moderado que combina estabilidad democrática con reformas progresistas. Sin embargo, el éxito de esta apuesta dependerá de la capacidad del nuevo gobierno para equilibrar las demandas sociales con la sostenibilidad económica.
El triunfo de Orsi no solo marca el regreso de la izquierda al poder, sino que reafirma el compromiso de Uruguay con un modelo democrático que privilegia el diálogo, el consenso y la moderación. En un contexto regional marcado por la polarización, Uruguay sigue siendo una excepción, un país que apuesta por la sensatez y la construcción colectiva.
Ahora, la tarea de Orsi será transformar las promesas de campaña en soluciones concretas para un país que celebra su democracia, pero que exige cambios profundos para garantizar un futuro más justo y próspero.