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El régimen de Ortega demanda “limpieza”

Las limpiezas de personas que no agradan a los gobiernos porque piensan distinto son fascistas y brutales

Daniel Ortega y su mujer, Rosario Murillo. D. U./Confidencial.

17 de febrero 2016

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Limpieza para trasmitir confianza —dice en una misiva con membrete y sello del Ministerio de Relaciones Exteriores— le ofrecieron desde las oficinas del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo en Nicaragua al gobierno de Daniel Ortega. El rechazo “fuerte y categórico”, a las acusaciones que vierte el gobierno de Nicaragua, y que fue publicado en páginas oficiales del PNUD, indica que la limpieza a la que se refieren, más que un ofrecimiento al gobierno, es una demanda-anhelo del mismo.

Limpieza y confianza, un tándem de palabras que muestra una concepción sobre las personas, la política y los derechos que tiene el orteguismo. En la carta no se está refiriendo a que las instalaciones-espacio esté sucio con basura. No. Quienes ensucian, para el poder totalitario, son las personas que no agradan al régimen. Así que esa “basura” en el PNUD-Nicaragua debía ser limpiada.


Por su propio mandato y naturaleza no es solo lógico que desde las sedes del PNUD se establezca coordinación con el Estado: entra en la normalidad de los procedimientos, las relaciones, coordinaciones y diálogo con organizaciones civiles de distintos ámbitos.
En Nicaragua los hubo durante los años noventa del siglo pasado y posteriormente, pero perdieron fuerza y sentido a partir de la llegada de Ortega de nuevo a la Presidencia.

En no pocas ocasiones se hicieron señalamientos relativos a las actitudes complacientes con el régimen. Los más notorios, la carta de protesta enviada en 2009 al coordinador del sistema que banalizó el fraude electoral del año 2008 y la carta dirigida al secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, en el año 2014, cuando visitó Nicaragua y excluyó a la sociedad civil nicaragüense, contrario a su actuación en otros países.

Había una percepción sobre el PNUD de estar muy ligado al gobierno y con pocas relaciones con el más amplio espectro de las organizaciones civiles nicaragüenses. De hecho algunas organizaciones y personas no parecían ser bienvenidas en sus actividades institucionales. Pero al régimen orteguista eso no le bastó, porque lo quieren todo. Todo el control, todo el poder, todos los recursos. De esto se deriva una enseñanza: ante el totalitarismo quedarse calladito no te hace más bonito.

La inaudita carta tiene la virtud de desnudar al régimen una vez más. Hace años, al principio de su primer mandato, Ortega había dado muestras de que la diplomacia era una barrera que saltaría sin rubor alguno, y se permitió entonces ofender e injuriar con palabras altisonantes y vulgares, más propias de un patán que de un jefe de Estado. Pero el poder totalitario quiere más.

Más, más, más. Siempre más. Ortega quiere más. Quiere que le limpien el camino de personas o críticas incómodas. Peligrosa deriva. Muy peligrosa. Obliga a denunciar. A demandar aclaración explícita. Las limpiezas de personas que no agradan a los gobiernos porque piensan distinto, son fascistas y son brutales e impactan fuertemente en el desarrollo de las sociedades.

La persona que piensa distinto, ensucia y estorba. La persona que no se controla, hay que quitarla. Las personas no ensucian cuando se someten. Esa es la tesitura que se demanda desde el régimen. Limpiezas étnicas, limpiezas ideológicas. Ambas han existido en el pasado. Ambas han significado violaciones masivas de derechos humanos.

Si bien la nota del PNUD rechaza los señalamientos del gobierno, igualmente debería desmentir que se han ofrecido a “limpiar” la sede del PNUD en Nicaragua para “transmitirle confianza al gobierno”. El respeto propio y la dignidad de la ciudadanía nicaragüense así lo demanda.


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Azahálea Solís Román

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