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El mensaje de Donald Trump

Trump hasta podría demostrar ser un presidente pragmático, a pesar de su narcisismo

Donald Trump en un evento de las primarias republicanas. EFE

Joseph S. Nye, Jr.

7 de marzo 2016

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CAMBRIDGE – La ventaja de Donald Trump en la carrera para la nominación del candidato presidencial del Partido Republicano en noviembre ha causado consternación. El establishment republicano teme que no pueda derrotar a Hillary Clinton, la posible candidata demócrata. Pero algunos observadores le temen aún más a la perspectiva de una presidencia de Trump. Algunos inclusive ven a Trump como un potencial Mussolini norteamericano.

Más allá de sus problemas, Estados Unidos hoy no es como Italia en 1922. El equilibrio de poderes institucional de la Constitución, junto con un sistema legal imparcial, probablemente le pongan límites incluso a un empresario de la televisión-realidad. El peligro real no es que Trump haga lo que dice si llega a la Casa Blanca, sino el daño causado por lo que dice mientras intenta llegar allí.


Los líderes son juzgados no sólo por la efectividad de sus decisiones, sino también por el significado que crean y enseñan a sus seguidores. La mayoría de los líderes ganan respaldo apelando a la identidad y solidaridad existentes de sus grupos. Pero los grandes líderes educan a sus seguidores sobre el mundo más allá de su grupo inmediato.

Después de la Segunda Guerra Mundial, durante la cual Alemania había invadido a Francia por tercera vez en 70 años, el líder francés Jean Monnet decidió que vengarse de una Alemania derrotada produciría otra tragedia. En cambio, inventó un plan para el desarrollo gradual de las instituciones que evolucionaron para convertirse en la Unión Europea, lo cual ha ayudado a que una guerra de esas características resulte impensable.

O, para tomar otro ejemplo de grandes dotes de liderazgo, Nelson Mandela fácilmente podría haber elegido definir a su grupo como sudafricanos negros, y haber buscado venganza por la injusticia de décadas de apartheid y su propia encarcelación. Por el contrario, trabajó incansablemente para expandir la identidad de sus seguidores tanto con sus palabras como con sus acciones.

En un gesto simbólico famoso, Mandela se apareció en un partido de rugby llevando puesta la camiseta de los Springboks sudafricanos, un equipo que alguna vez había significado supremacía blanca sudafricana. Comparemos los esfuerzos de Mandela por enseñarles a sus seguidores una identidad más amplia con la actitud estrecha adoptada por Robert Mugabe al lado en Zimbabue. A diferencia de Mandela, Mugabe utilizó los reclamos de la era colonial para generar respaldo y ahora se basa en la fuerza para mantenerse en el poder.

En Estados Unidos hoy, si bien la economía está creciendo y la tasa de desempleo está en un mínimo del 4,9%, muchos se sienten excluidos de la prosperidad del país. Le echan la culpa de la creciente desigualdad de las últimas décadas a los extranjeros, más que a la tecnología, y es fácil generar oposición tanto a la inmigración como a la globalización. Además del populismo económico, una minoría significativa de la población también se siente amenaza por los cambios culturales relacionados con la raza, la cultura y la etnicidad, inclusive aunque gran parte de todo esto no sea un fenómeno nuevo.

El próximo presidente tendrá que educar a los norteamericanos sobre cómo lidiar con un proceso de globalización que muchos encuentran amenazador. Las identidades nacionales son comunidades imaginadas en el sentido de que pocas personas tienen una experiencia directa de los otros miembros. Durante el último siglo o dos, la nación estado ha sido la comunidad imaginada por la que la gente está dispuesta a morir, y la mayoría de los líderes han considerado que sus obligaciones primarias son nacionales. Esto es ineludible, pero no es suficiente en un mundo que se globaliza.

En un mundo de globalización, mucha gente pertenece a una cantidad de comunidades imaginadas -locales, regionales, nacionales, cosmopolitas- que son círculos superpuestos sostenidos por Internet y los viajes económicos. Las diásporas ahora están conectadas a través de fronteras nacionales. Los grupos de profesionales, como los abogados, tienen estándares transnacionales. Los grupos activistas que van desde los ambientalistas hasta los terroristas también se conectan a través de las fronteras. La soberanía ya no es tan absoluta como parecía serlo en algún momento.

El ex presidente Bill Clinton ha dicho que lamenta no haber respondido de manera adecuada al genocidio en Ruanda en 1994, aunque no fue el único. Si Clinton hubiera intentado enviar tropas estadounidenses, se habría topado con una dura resistencia en el Congreso. Muchas veces los buenos líderes hoy se encuentran atrapados entre sus inclinaciones cosmopolitas y sus obligaciones más tradicionales con la gente que los elige -como ha descubierto la canciller alemana, Angela Merkel, tras su valiente liderazgo en la crisis de refugiados del pasado verano.

En un mundo en el que la gente se organiza principalmente en comunidades nacionales, un ideal puramente cosmopolita es poco realista. Esto se ve en la resistencia generalizada a aceptar la inmigración. Que un líder diga que existe una obligación de igualar los ingresos a nivel global no es una obligación creíble, pero decir que se debería hacer más para reducir la pobreza y las enfermedades y ayudar a quienes lo necesitan puede servir para educar a los seguidores.

Las palabras importan. Como dice el filósofo Kwame Anthony Appiah, "No matarás es una prueba que se aprueba o se reprueba. Honrarás a tu padre y a tu madre admite gradaciones". Lo mismo es válido para cosmopolitismo vs. insularidad.

Mientras el mundo ve cómo los candidatos presidenciales estadounidenses lidian con cuestiones de proteccionismo, inmigración, salud pública global, cambio climático y cooperación internacional, deberíamos preguntar a qué aspecto de las identidades norteamericanos  están apelando y si están educando a los seguidores sobre significados más amplios. ¿Están estirando la sensación de identidad de los norteamericanos lo mejor que pueden o simplemente están apelando a sus intereses más estrechos?

Es poco probable que la propuesta de Trump de impedir que los musulmanes entren a Estados Unidos y sus reclamos de que México pague por un muro para frenar la inmigración reciban aprobación constitucional o política si fuera electo presidente. Aunque por otro lado, muchas de sus propuestas no son políticas destinadas a ser implementadas, sino eslóganes diseñados para seducir a un estado de ánimo populista e insular entre un segmento de la población.   

Frente a su carencia de un núcleo ideológico sólido y a su celebración del "arte de la negociación", Trump hasta podría demostrar ser un presidente pragmático, a pesar de su narcisismo. Pero los buenos líderes nos ayudan a definir quiénes somos. En ese plano, Trump ya fracasó.

Joseph S. Nye, Jr. es profesor de Harvard y autor de Is the American Century Over? Ha sido asesor de Hillary Clinton.

Copyright: Project Syndicate, 2016.
www.project-syndicate.org


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Joseph S. Nye, Jr.

Joseph S. Nye, Jr.

Geopolitólogo y profesor estadounidense. Profesor de la Universidad de Harvard y ex subsecretario de Defensa de Estados Unidos. Es cofundador de la teoría del neoliberalismo de las relaciones internacionales.

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